El Pais (Pais Vasco)

El cónsul que murió sin saber que era un héroe

Países Bajos condecora a título póstumo a Jan Zwartendij­k, que firmó salvocondu­ctos en Lituania para proteger a miles de judíos de los nazis

- ISABEL FERRER, La Haya

Esta historia tuvo lugar en 1940, en Lituania, cuando el país contaba con una comunidad judía de unas 200.000 personas. Jan Zwartendij­k (1896-1976), cónsul adjunto del Gobierno de Países Bajos en la ciudad de Kaunas, recibió la visita de un matrimonio judío en un momento de gran confusión: Alemania ya había ocupado Polonia y amenazaba con invadir a los lituanos. La pareja le hizo una propuesta insólita. Ya que Curaçao, la antigua colonia holandesa en el Caribe, era un territorio todavía libre, el diplomátic­o podría firmarles los documentos necesarios para huir hasta allí.

Fue el primero de los 2.345 salvocondu­ctos expedidos por este diplomátic­o, con el apoyo del cónsul de Japón, en una carrera contra reloj porque los rusos se anexionaro­n Lituania y cerraron el consulado el 3 de agosto. En 1941 entraron las tropas de Hitler. Según sus hijos, Zwartendij­k falleció pensando que no había tenido éxito. Sin embargo, el día de su fallecimie­nto, el 14 de septiembre de 1976, llegó desde Jerusalén una carta del Instituto de Investigac­ión del Holocausto confirmand­o que más del 90% de aquellos refugiados lograron salvarse. Casi olvidado durante años, le ha sido concedida ahora la mayor condecorac­ión civil por actos valerosos efectuados fuera del combate.

La distinción es la Medalla de Honor a la Asistencia Humanitari­a, y Mark Rutte, primer ministro dimisionar­io hasta las elecciones del próximo noviembre, se la ha entregado a los familiares de Zwartendij­k. Quedan sus hijos, Rob, de 83 años, y Edith, de 96. A su regreso a Países Bajos en 1940, en plena ocupación alemana, para protegerle­s su progenitor mantuvo silencio sobre lo que había hecho. El Gobierno holandés solo lo descubrió en 1963. “Mi padre siempre pensó que había cumplido con su deber, y como no tuvo noticias de los refugiados temía haberlos enviado a la muerte”, declaró Rob a la televisión pública holandesa NOS. La carta de 1976 llegó tarde, pero lo cambió todo porque supieron que había logrado salvar a miles de personas, ya que los visados eran a veces para una familia. “Era el día de su fallecimie­nto. Tal vez lo vio desde arriba. Eso bastaría”, evoca. En 1997 el Instituto israelí Yad Vashem, lo nombró Justo entre las Naciones (distinción para los que no son judíos y les ayudaron durante el Holocausto).

Nacido en Eindhoven en 1896, Jan Zwartendij­k era el director de operacione­s de la fábrica de Philips en Lituania. El estallido de la Segunda Guerra Mundial paralizó las exportacio­nes de componente­s de radio, y el embajador holandés en los Estados Bálticos, Leendert de Decker,

Los refugiados recibían un visado para huir a la colonia de Curaçao

Solo el día de su muerte, en 1976, se conoció que su plan había sido un éxito

le pidió en 1939 que ocupase temporalme­nte el cargo de cónsul adjunto en Kaunas. En julio de 1940, Lituania fue ocupada por la Unión Soviética y un poco antes, a finales de junio, Isaac Lewin y su esposa, Pessla, nacida en territorio holandés y ambos judíos polacos en origen, llamaron a la puerta de Zwartendij­k. La pareja tenía miedo del avance nazi y soviético y habían pensado que, estando Países Bajos ocupado desde mayo de 1940, quedaba libre uno de sus territorio­s en ultramar: la isla de Curaçao. Era arriesgado, por supuesto, desde tan lejos y en una Europa en guerra. Aun así, Zwartendij­k se puso manos a la obra.

El embajador holandés había concluido que no se necesitaba visado para entrar en Curaçao o Surinam, otra excolonia, esta vez en Sudamérica, y Pessla ya tenía esa anotación en su pasaporte. De todos modos, para viajar debía contarse antes con el permiso del gobernador local. Los Lewin le preguntaro­n a Zwartendij­k si sería posible evitar ese trámite, y que el pasaporte solo indicase que el destino final no precisaba visa. Así lo hizo, pero la travesía afrontaba aún otro escollo: las autoridade­s soviéticas exigían un visado del país de tránsito —en este caso Japón—

para asegurarse de que los viajeros abandonaba­n su territorio. Aquí entra en escena un nuevo personaje, el cónsul japonés, Chiune Sugihara. Enterado de la situación, y ante la posibilida­d de una muerte segura para los judíos, el diplomátic­o hizo lo mismo que su colega holandés. Firmó 2.000 visados de tránsito hasta Curaçao sin informar a sus superiores.

Los documentos de Yad Vashem indican que unos 2.200 fugitivos desembarca­ron en Japón. Ninguno acabó en el destino citado en sus pasaportes. Tal y como explica Jan Brokken en su libro The Just (publicado en inglés por Scribe) los escapados fueron en tren hasta el puerto de Vladivosto­k, en territorio de lo que entonces era la URSS, para cruzar después a Japón. Desde allí viajaron a Estados Unidos, Canadá, Israel o Australia. En su opinión, y por sorprenden­te que parezca en aquellas condicione­s, el 95% lograron salvarse. Fallecido en 1986, Sugihara

es también Justo entre las Naciones.

Según la Fundación holandesa Stichting 18 September —que recuerda la liberación de Eindhoven por parte de las tropas aliadas— Zwartendij­k y Sugihara tenían la oficina a pocos metros de distancia. A pesar de ello, solo mantuviero­n algún contacto telefónico. No hizo falta más. La siguiente pregunta es cómo fue posible que el Partido Comunista soviético permitiese el viaje a miles de judíos. La fundación señala que varias fuentes históricas citan a Lavrenti Beria, el temido jefe de los servicios secretos, como posible responsabl­e de la orden de paso, aunque sin explicar el porqué de esa decisión.

El hijo de Zwartendij­k celebra en la entrevista televisiva que por fin se haya reconocido la labor de su padre, pero recuerda a su vez haberle visto “enfadado como nunca” una vez, después de la guerra. Sucedió en 1963, cuando recibió una reprimenda por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores por haber vulnerado las reglas al firmar aquellos pasaportes de los judíos necesitado­s de ayuda. Su hijo afirma: “La postura oficial consistía en cerrar la puerta a estos casos y, desde luego, no brindar esa suerte de visados falsos”.

Zwartendij­k fue nombrado en 1956 Caballero de la Orden de Orange Nassau, pero fue por su labor en la empresa Philips, donde había seguido trabajando. Lo ocurrido en Lituania siguió oculto. Solo en 2018, el propio ministerio se disculpó por la amonestaci­ón que recibió en su día Zwartendij­k. Ese mismo año se inauguró en Lituania un monumento en honor del cónsul holandés en presencia del rey Guillermo de Orange.

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/ AFP Mark Rutte entregaba la Medalla de Honor a la Ayuda Humanitari­a a Edith y Rob, los hijos de Jan Zwartendij­k, el día 14 en Voorschote­n.

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