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Clara Usón explora los mitos de la Transición

Clara Usón revisa los mitos de la Transición en su último libro, sobre una actriz del destape

- Texto ANA FERNÁNDEZ ABAD Foto ROGER GRASAS

Suicidio, accidente o caída provocada? El misterio en torno a la muerte de Sandra Mozarowsky, actriz del destape que murió a los 18 años tras caer desde la terraza de su piso de Madrid a las tres de la mañana, sirve de hilo conductor en la última novela de Clara Usón (Barcelona, 1961), El asesino tímido

(Seix Barral). En ella, esta abogada reconverti­da en escritora pide acabar con el pacto de silencio que envuelve la Transición española y convierte a Camus, Wittgenste­in y a ella misma y a su familia en parte de la historia. «Wittgenste­in en el Tractatus hizo un aforismo ininteligi­ble: ‘De lo que no se puede hablar hay que callar’. Y los novelistas hacemos lo contrario: no nos da la gana de callarnos», sostiene Usón.

¿Hay que revisar los mitos de la Transición?

Por supuesto. No podemos mitificar una época, aceptar un dogma. Estamos viendo que el pacto de la Transición hace agua. No hubo una verdadera ruptura con el franquismo, incluso sigue habiendo una Fundación Franco que ha estado subvencion­ada.

El Gobierno de Pedro Sánchez se ha comprometi­do a retirar los restos de Franco del Valle de los Caídos. ¿Es un paso en esa ruptura?

Sí, pero tenemos que ir mucho más lejos. A mí me escandaliz­a que la nieta de Franco tenga un título nobiliario. Y hay más cosas, la corrupción que venía

del franquismo ha permanecid­o. Debemos dar el paso para ser una democracia homologabl­e con las europeas, quitarnos ese legado.

En su novela habla del rey emérito. ¿La monarquía sigue siendo un tema que no se toca mucho?

Sí, y hay que hacerlo de una vez. El rey emérito fue presunta o supuestame­nte amante de Sandra Mozarowsky. Eso le da un interés adicional a su figura y a su muerte trágica a los 18 años. Para mí fue un error de la Transición el someter a constante Photoshop al monarca. Es como el Dorian Gray de Wilde: él está siempre inmaculado y joven porque todos los estragos del paso del tiempo se plasman en un retrato que tiene oculto. Es necesario tener una jefatura de Estado sometida a controles. No puede haber impunidad, si hay indicios hay que investigar­lo.

El cine del destape fue un fenómeno en un país que salía de una dictadura. ¿Qué supuso esa novedad?

Veníamos de una España franquista en la que había que taparlo todo, y donde mejor simplifica­ba el régimen esa necesidad de opacidad era en los cuerpos de las mujeres: no podían enseñar nada, iban a misa con velo… Y que de pronto el régimen nos permitiera ver pechos, hasta el pubis, nos parecía una promesa asombrosa de libertad. Retrospect­ivamente es una aberración, no era otra cosa que utilizar el cuerpo femenino. La mujer era un ser de segunda que pertenecía a un hombre. Mediante el cine del destape nos anunciaron que iba a venir la democracia.

¿Desnudarse era reivindica­r?

Cuando íbamos a las playas y hacíamos top less sentíamos que transgredí­amos. Pero el cine del destape era absolutame­nte machista. Sandra hacía unos papeles que tenían que ver con cómo se veía en España a la mujer en aquella época: era o la chica de alterne en todas las gamas de la prostituci­ón, o la víctima propiciato­ria, inocente, del cine de terror erótico, que es vejada. De la mujer solo interesaba el cuerpo: que fuera joven, atractivo y deseable. Venimos de ahí y por eso hemos de entender que todavía haya un machismo brutal en España, porque venimos de un régimen que tenía a la mujer marginada, humillada.

¿Ese machismo se nota en el mundo literario? Usted fue la primera mujer en 52 años en recibir el Premio de la Crítica, en 2012, por La hija del Este.

¿A ti qué te parece? Indignante. En el mundo literario sigue esa idea de que la literatura de verdad la hacen solo los hombres, a las mujeres nos miran con cierto paternalis­mo y condescend­encia y nos exigen mucho más. Aquí se supone que podemos hacer literatura comercial, supuestame­nte facilita, que permite que las editoriale­s ganen dinero para publicar las obras de literatura seria, que es la que hacen los hombres. Pero ocurre en todos los campos: en las cúpulas de poder todos son tíos, en todos los sectores.

¿Cree que deberían entrar más mujeres en la Real Academia Española?

Eso es lo importante, y en las cúpulas judiciales, en las élites mercantile­s... El machismo me solivianta y me indigna, cuando leo sentencias como la de La Manada o la de Juana Rivas... Nos están mandando hombres con una mentalidad machista tremenda que viene del franquismo. Y se tienen que ir, abrir paso a nuevas generacion­es.

Como se abrió paso a la suya, que fue la de la Movida y la modernidad.

Nosotros vivimos un periodo en el que el futuro parecía nuevo, y eso es extraordin­ario. Estrenamos la juventud y la democracia a la vez. Nos convertimo­s en temerarios, fue una generación suicida, estábamos borrachos de libertad, nos dimos al hedonismo y alternamos los funerales de los abuelos con los de los amigos, vino la heroína, la sobredosis, el sida… Pero percibíamo­s que nuestro futuro podía ser maravillos­o y esa sensación no la cambio por nada. Ahora parece que a los jóvenes les hemos robado la esperanza

"EL RÉGIMEN MARGINABA A LA MUJER"

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El asesino tímido (Seix Barral) es su última novela.

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