Carme Portaceli
Carme Portaceli usa la palabra como herramienta libertaria
A la dramaturga le precede su fama de llevar siempre el hacha de guerra. En parte, por su afán perfeccionista. «También porque, por ser mujer, uno más uno no siempre suman dos. A veces son uno y medio; incluso solo uno. Toca pelear el doble para que te oigan. Quejarte, ser incómoda, que es algo que no se espera de nosotras. Si no te quejas, no existes». En su vasta carrera, Carme Portaceli ha estrenado más de 60 montajes para el Centro Dramático Nacional, el Teatre Lliure o la Compañía Nacional de Teatro Clásico, entre otros. Con el aplauso de público, crítica y compañeros, como avalan numerosos premios: «Me encanta recibirlos, pero no me obsesionan». Quería dirigir desde niña: «Soñaba con ser directora de cine. Me imaginaba dando órdenes a los actores ante la cámara». Aún así, estudió Historia del Arte, «con tesina y todo». Pero acabó en el Institut del Teatre de Barcelona como profesora de vídeo e interpretación. Y se enamoró de la profesión, en la que ha sido fundadora de la Academia de las Artes Escénicas (AAEE) y la Factoría Escénica Internacional. «Un buen texto es clave, pero al dirigir das una relectura en la que vuelcas lo que eres, tu cultura, tu ideología». En 2016 cogía las riendas del Teatro Español, que estrena nueva temporada, con un reto múltiple: hacerlo llegar a todos, internacionalizarlo y alcanzar la paridad. Y las cifras la avalan: desde su llegada la taquilla registra un 50% más de espectadores. «Intentamos coger el pulso social y las inquietudes del ciudadano del siglo XXI, dar cabida a otros lenguajes y acercarlo al público más joven». Sus convicciones marcan sus proyectos. En octubre se estrena Jane Eyre, escrita por Charlotte Brontë bajo el pseudónimo de Currer Bell. «Siendo mujer, con su nombre real y en pleno siglo XIX, no se lo hubieran publicado». Habla de una joven que se subleva a que la pisoteen por su doble condición de humilde y fémina. «Aún hoy existe discriminación por sexo, tenemos menos oportunidades. Un director joven que comienza en una salita independiente, a poco que destaque, acaba al frente de un proyecto mayor. Si es una directora pasará el tiempo y seguirá en ese mismo teatro. No por falta de talento, sino de oportunidades». Su oficio le ha enseñado a relativizar las derrotas, pero a ser firme en sus principios. Sabe cuidarse: «Por la mañana dejo mi agotada». verdura hervida para la cena. Así me aseguro comer sano aunque llegue a casa