CARTA DE LA DIRECTORA
Talla grande. Me sigue pareciendo poco preciso. ¿Grande respecto a qué? Si fuera en relación a que la mayoría de las mujeres vistiéramos una talla pequeña, quizá tendría sentido; pero no parece esta la norma. Datos actuales no abundan, pero los publicados por el Instituto de Biomecánica de Valencia en 2015, en un estudio antropométrico de la población española, decían que la media femenina entre 35 y 54 años presentaba un sobrepeso leve en su masa corporal del 25,5%, con 64 kilos y midiendo alrededor de 1,60 m. Nadie que se pueda enfundar en una 36, precisamente. Aunque bien mirado, intentar cifrar un parámetro racional entre tallas/peso/medidas de la ropa para mujer que hoy inunda el mercado sería de dementes. Es de los retos más quijotescos que existen en este mundo. Pese a toda la (r)evolución que el sector y la sociedad han vivido en los últimos cuatro, cinco años; necesitamos todavía empujar la diversidad. Sí, las niñas pueden jugar con Barbies con las medidas de la top Ashley Graham, existen monólogos sobre el fenómeno curvy, documentales acerca del body
positive, plataformas, certámenes, agencias de modelos ad hoc, famosísimas abanderadas, iconos, iniciativas gubernamentales e incontables colecciones de marcas con conciencia plus size... Sí, pero... Si yo no les mencionara aquí que nuestra portada de este número, Paloma Elsesser, una de las últimas mujeres en impulsar esta pluralidad, viste una talla 44, es que habríamos normalizado la barrera de las medidas en las revistas de moda. Pero no nos engañemos, no es el caso. Tampoco es algo ajeno al título, fuimos la primera publicación mainstream española en dar en portada a una top curvy como Candice Huffine hace ya seis años, pero no en todos los números incluimos una editorial con ropa para S Moda, cuerpos grandes. En Estados Unidos, la realidad es algo diferente, muy influida, valga la redundancia, por el peso de su población, Christian Siriano o Chromat entre otros nos enseñaron siluetas muy distintas en sus shows de la pasada primavera en Nueva York. Pero en Europa, todavía es una asignatura que suspende estrepitosamente en la alta moda. Si según The Fashion Spot, las pasarelas del pasado mayo fueron las más inclusivas de la historia a nivel de diversidad racial, con un 30,8% de modelos de color; el casting referente a los cuerpos grandes fracasaría con un porcentaje solo del 1,13 por ciento, ¿qué significa esto? Pues que para los diseñadores más importantes de esta parte del planeta estas mujeres generosas siguen sin existir. Si no se enseña en las semanas de la moda, sin looks pensados para esos cuerpos, las colecciones (las muestras) con las que luego trabajamos físicamente los medios en las editoriales de moda son de talla minúscula, imposible de utilizar en ellas, cosa que en parte condiciona nuestro casting. Es un pez que se muerde la cola. Pero la causa en sí, sigue generando fuego. Puede que por dos motivos fundamentales, el que pasa por su inevitable diálogo con la salud, y el que nace per se a causa de su condición femenina, y que desata leones. La expresión de estas mujeres en las redes provoca miles de mensajes positivos de autoafirmación, identificación, reconocimiento, etc.; pero también inflaman un rechazo brutal; se las acusa de promover la obesidad, de ser el espejo mediático de los hábitos menos saludables, de proyectar una imagen nefasta para la sociedad. A menudo los
haters y trolls que las bombardean e insultan con sus comentarios, muchísimo hombre, rezuman puro odio. La mayoría debe de ir por la vida quemando camiones de helado o lineales de Doritos, dada su supuesta pureza vigoréxica. Aunque entre líneas brilla la misoginia. Mordiendo el bocado más débil para intentar desgarrarlo. La última polémica pertenece a Tess Holliday, la modelo con obesidad mórbida que acaba de protagonizar la portada de Cosmopolitan
UK de octubre. «Si yo hubiera visto un cuerpo como el mío en esta revista cuando era una niña, hubiera cambiado mi vida», dice en un post. Las confesiones de Tess, al igual que las de muchas de estas chicas tan lejos de la perfección del canon, hablan de una larguísima batalla por la autoestima, de la exclusión y burla del entorno, de depresión, inestabilidad mental, sufrimiento... Y sí, estoy totalmente de acuerdo en que no se debería hablar de tallas plus sin mencionar el sobrepeso como enfermedad. Que lo es. Y España tiene una de las tasas más altas de obesidad infantil en Europa, según el último informe de la OMS. Pero todos sabemos que no todo el exceso de kilos deriva de una mala alimentación, sino que coexisten condicionantes muy variados, cuerpos radicalmente distintos, causas genéticas e incluso emocionales, enfermedades e incluso medicamentos que también pueden producir o acentuar la tendencia a acumular grasa. Y la misma sociedad, ¿no es culpable con su sobrealimentación? ¿La saturación de azúcar como sinónimo de felicidad? Una respuesta recurrente entre las modelos que son atacadas con esta cuestión es ¿qué sabrá esta gente de mi propia salud? Mostrar un cuerpo grande no debería ofender por encima de todo. ¿O es que quien lo tenga debería esconderse? ¿Negarse? ¿Padecer para siempre un estigma? Hay belleza en infinidad de tipos de mujer, y sobre todo, humanidad. Si tuviera una hija adolescente a la que hubieran llamado gorda y eso influyera negativamente en su propia percepción, estaría orgullosa de mostrarle la portada de este número. Nunca apología, pero sí normalización.