FENÓMENO
Mindfulness, ¿terapia o negocio?
A finales de los años setenta, Jon Kabat-Zinn fundó la Clínica de Reducción del Estrés, en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts en base a las técnicas del mindfulness. Por aquel entonces no podía imaginar que cuatro décadas después, el término se imprimiría en envases cosméticos o que tomaría apellidos como eating, home o beauty. En la actualidad, el 25% de las grandes empresas de Estados Unidos – con Wall Street a la cabeza- ya han puesto en marcha iniciativas centradas en esta disciplina para aplacar la ansiedad de sus empleados. Asimismo, también empieza a formar parte del sistema escolar.
El problema es que, de tanto usarlo, se está produciendo una cierta banalización del concepto; en la actualidad, se ha convertido en un reclamo del marketing y los puristas denuncian que esto lo desvirtualiza. «Es lo mismo que ocurrió con las palabras zen o coach; si hay una oportunidad de negocio, la sociedad siempre la explota al máximo», apunta Cuca Azinovic, profesora certificada por la Universidad de California y experta en Mindfulness en Contextos de Salud por la Universidad Complutense de Madrid.
Basado en la meditación Vipassana, una antigua técnica de la India que ya tiene 2.500 años de recorrido, y en el budismo, «supone meditar, pero va mucho más allá. Mantiene la atención en el presente, con conciencia plena de lo que le está sucediendo a uno mismo en cada momento, tanto a nivel interno como externo», explica Marisol Kassem, responsable del área de psicología del centro Healthing. Pero su verdadero éxito radica principalmente en que se llegan a producir modificaciones de tipo biológico y en que provoca cambios en las estructuras cerebrales relacionadas con la conducta. «A nivel molecular, produce un aumento de los niveles de dopamina y melatonina, modula la actividad de la serotonina y disminuye los niveles de cortisol y norepinefrina», enumera. Esto se traduce en una mayor sensación de bienestar, disminución del nerviosismo y una estabilización del ritmo circadiano. «Además, mejora la memoria y la concentración, y fortalece el sistema inmunológico», puntualiza.
Es cierto que, como vocablo recién incorporado, su interpretación se presta a menudo a confusión, pero «no se trata solo de poner la cabeza en blanco. Consiste en perseguir una calma muy práctica que convierte nuestra mente en una diana precisa de pensamientos intencionados, positivos, motivadores y, ante todo, útiles», matiza la socióloga Alicia Aradilla, experta en consultoría y neurolingüística. Y alcanzar este estado mental no puede hacerse de la noche a la mañana ni de forma milagrosa. Hay que tener en cuenta que para conseguir un minuto de atención total se necesitan muchos años de práctica.
No existen duración ni posturas «oficiales». Las sesiones dirigidas trabajan básicamente la respiración consciente o la visualización de objetos cercanos. Sin embargo, no es una práctica exenta de riesgos. Un estudio de la Universidad de Valencia, constató que el 25% de las personas que meditan –sobre todo por libre– pueden sufrir algún efecto no deseado entre los que se cuentan síntomas de ansiedad o desrealización (percepción alterada de la realidad). Azinovic lo corrobora: «Con las ocho semanas de curso con las que se están dando titulaciones no es suficiente para garantizar la seguridad. Esto es tanto responsabilidad del que imparte como del paciente que no se documenta sobre su instructor. La tendencia a coger la oferta más rápida y barata sin chequear credenciales es, por desgracia, una lacra en nuestro país».
En los últimos dos años es cuando se ha producido la gran explosión y el mindfulness se ha vinculado a casi todo. Decoración, masajes, fitness, yoga, nutrición, moda y hasta a ofertas hoteleras. Según la consultora IBISWorld, solo en Estados Unidos, en el año 2017, el negocio generó 1.190 millones de dólares. Y aquí no se incluyen únicamente los másteres de hasta 12.000 dólares que se ofrecen, sino todos los business satélite. Pilar Conde, directora técnica de las clínicas de psicología y psiquiatría Origen, añade: «El objetivo de estar presente en el aquí y el ahora puede trasladarse a multitud de esferas de la vida aunque no se trate de la práctica del mindfulness tal como se concibe a nivel terapéutico». De ahí su expansión.
Por tanto, ¿tiene entonces sentido su asociación al mundo de la belleza? «Desde el momento en que aumenta la autoestima, ayuda a dormir bien y mejora la alimentación puede afirmarse que sí», cuenta Kassem.
¿Cosmética-terapia?
En la actualidad son muchas firmas de belleza las que pretenden unirse a esta corriente. Pero no basta con pasar el corte vegano y contener esencias que inviten a la relajación. Como explica Jennifer Douville, directora de formación de Rituals Cosmetics, «para trasladar ese concepto a los cosméticos se necesitan fórmulas de sensorialidad exquisita». Es más que una cuestión de textura y olor. Influye la estética del producto, el tacto del envase, su color… ¿Recetas cosméticas puramente mindful? «Los aromas deben proceder de notas naturales, ya que nuestros neurotransmisores los procesan de manera distinta. Aunque se trata siempre de percepciones subjetivas, el loto blanco y la semilla de Yi Yi Ren tienen unas cualidades objetivas».
Para Lotte Tisenkopfa-Iltnere, fundadora de la firma letona Mádara, «se trata de practicar la belleza consciente y, por tanto, un producto basado en esta tendencia debería aplicar los conocimientos de la neurociencia a la salud y el bienestar de la piel». En cuanto a ingredientes top, la cosmetóloga añade el tomillo, «ya que aumenta los niveles de dopamina y serotonina».
Existen rutinas beauty cotidianas que pueden convertirse también en auténticos momentos mindful. Como señala la esteticista Carmen Navarro, «los minutos que empleamos en desmaquillarnos son perfectos. Recomiendo inspirar hondamente y cerrar los ojos aplicando la leche limpiadora con movimientos de rotación y notando las manos sobre cada una de las zonas del rostro. El resultado es mucho más profundo».
Los centros de estética no iban a ser menos y ya se están apuntando a esta práctica. «Cuando nos tocan con mimo se estimula la liberación de los neuroquímicos felices (oxitocina, serotonina y dopamina)», señala Patricia Fisas, consejera y directora de desarrollo de producto e innovación de Natura Bissé. La firma ha diseñado un protocolo llamado The Mindful Touch, que asocia técnicas del mindfulness, realidad virtual a través de unas gafas tecno y productos faciales para realizar una cura holística de 360 grados. Puede disfrutarse a partir de 120 euros en Backstage BCN en Barcelona y Valencia (backstagebcn. com), en Marta García Esteticistas en Oviedo (martagarcia.net), en Estética Lostao en Zaragoza (esteticalostao.com) y en The Madroom en Madrid (themadroom.com). Pero no todas las voces se manifiestan a favor. Por ejemplo, el doctor Jorge Soto, dermatólogo de la Policlínica Gipuzkoa, señala que «no hay evidencia científica de que practicando estas técnicas de mindfulness mejore directamente el aspecto de la piel. Meditar es establecer prioridades mentales y encontrarse con uno mismo. Si se añade el factor ‘tener mejor aspecto’ se frivoliza automáticamente. Se centra entonces en otro objetivo y pasa a ser una técnica más de marketing».
Bocados de realidad
Los restaurantes no ofrecen (aún) una carta mindful junto a la «sin gluten» o al «menú vegano». Todo llegará. De momento, el Mindful Eating se centra en enseñar a comer para reducir la ansiedad y evitar la impulsividad hacia los alimentos. Según el último informe del INE, casi un 53% de la población de más de 18 años se encuentra por encima de su peso recomendado. Recurrir a la comida como remedio para todo ya se hace de forma habitual. Es por ello que los Programas de Alimentación Consciente, basados en el trabajo de más de 20 años de Jan Chozen Bays y Char Wilkins, se estén abriendo hueco en las consultas de nutrición. Este hábito diferencia entre el hambre física y la emocional. La primera responde a las necesidades fisiológicas, al «comer para vivir», y la segunda, al «vivir para comer», donde los sentimientos manejan el consumo. Restablecer una relación positiva con la alimentación es la clave de esta filosofía.
La pregunta del millón es si su práctica continuada adelgaza o no. Según la nutricionista Itziar Digón, la respuesta es afirmativa. «Nos enseña a comer estando presentes con sensaciones de hambre y saciedad y permite escuchar las necesidades del cuerpo». Se trata de ingerir para nutrirnos, utilizando la comida como si fuera gasolina. Se termina por tomar alimentos más ligeros y naturales, que instintivamente son los que nos pide el organismo si le prestamos atención. Como consecuencia: «Una pérdida de peso real», resume la dietista.
Entrenar la mente
El mundo del fitness tampoco se queda atrás. Como señala Marisol Kassem, «el mindfulness mejora el rendimiento deportivo, a través no solo del incremento de la capacidad de autopercepción y la conciencia corporal, sino también de la disminución del riesgo de lesiones asociadas a la falta de atención o a la incapacidad para percibir las señales de cansancio. No existen clases programadas como tales. Se trata de llevar esta práctica a cada rutina». Así lo explica Fer González, subdirectora de Arsenal Femenino Madrid: «Aumenta la concentración y se regulan las emociones. En consecuencia mejora el rendimiento de cualquier disciplina. Es totalmente recomendable»