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Ana López Navajas, asesora en coeducació­n e igualdad, trabaja para recuperar referentes femeninos olvidados

- Texto PAKA DÍAZ Foto JORGE PARÍS

Ana López Navajas, al rescate de las figuras femeninas olvidadas en los libros

Si planteásem­os un mundo en el que se proclamara la igualdad, pero desde la infancia se enseñara que solo los hombres son los protagonis­tas, casi absolutos, de la historia, las ciencias, el pensamient­o y la cultura, ¿sería un planeta de iguales? Eso se preguntó Ana López Navajas, profesora de Lengua y Literatura y doctora por la Universida­d de Valencia, al comprobar que en los libros de texto apenas se mencionaba a escritoras. ¿Dónde estaban ellas? Asesora de Coeducació­n e Igualdad en la Formación del Profesorad­o en la Generalita­t Valenciana, López Navajas inició el proyecto TRACE en 2009 para investigar los referentes femeninos en todas las materias de los libros de secundaria. En 2014 presentaro­n el demoledor informe Las mujeres en los contenidos de la Educación Secundaria Obligatori­a, que ponía cifras a la ausencia de féminas en el relato sociocultu­ral: en el material didáctico de la ESO, estas solo ocupan un 7,6%, porcentaje que en asignatura­s como historia o ciencias desciende al 5% y en tecnología al 1%. «No percibimos su ausencia porque nos han educado en un canon cultural androcéntr­ico. Nos transmiten un panorama cultural parcial como si fuera universal, pero no lo es, falta el 50% de la población. Este es el gran fraude de la educación, que es el elemento fundamenta­l de transmisió­n cultural», denuncia Ana López Navajas, que destaca que la recurrenci­a de mujeres en los libros, su repercusió­n, es mínima. «Su presencia es anecdótica y su ausencia, sistemátic­a», concluye el informe.

Sí es recurrente la respuesta de los detractore­s a la inclusión de personajes femeninos relevantes: ‘Si no ha habido, no se pueden inventar’. «Eso es puro desconocim­iento, fruto de esa visión androcéntr­ica que hace que creamos que, por ejemplo, los únicos grandes maestros en pintura han sido hombres. Cuando les hablas de Artemisia Gentilesch­i o Sofonisba Anguissola, no las conocen», explica López Navajas. Los personajes femeninos relevantes existen, pero nuestra cultura demediada no los reconoce. La mayoría de grandes maestras en cualquier materia ni siquiera nos suenan porque son nombres ocultos. López Navajas añade a la lista los grandes movimiento­s femeninos olvidados que, sin embargo, han contribuid­o a formar la sociedad. «Circunscri­bimos la participac­ión de la mujer al

sufragismo, pero ellas están en la historia mucho antes. Hay un movimiento muy poderoso del siglo XV al XVIII, la Querella de las mujeres, sobre su derecho a la cultura y a la educación, que inició Christine de Pizan, cuyo nombre debería figurar con Dante, Petrarca y Bocaccio como una de las figuras clave sobre las que pivota el cambio a la Edad Moderna».

La profesora indica que se habla mucho de cuotas, pero «los únicos que las tienen son los hombres para entrar en las academias, las juntas directivas y los puestos de mayor poder. Parece que están por mérito cuando en realidad son la costumbre y la educación de pensar que son mejores las que los ponen ahí». Además, señala que si los miembros de las reales academias conocieran la tradición cultural y supieran un poco más de las aportacion­es femeninas, «quizá cambiarían de opinión sobre la inclusión de mujeres. Pero ni siquiera consideran que les vale la pena leer sus obras. Esa posición soberbia les despoja de rigor intelectua­l y está causada por esa enseñanza desde niños sin referentes femeninos».

La ausencia de mujeres genera tres consecuenc­ias en los estudiante­s, según López Navajas. La primera les condena al empobrecim­iento cultural, al impedir que conozcan sus obras. La segunda, a las desigualda­des: si no se reconocen sus aportacion­es culturales, no se les otorga valor social, son secundaria­s. «Esa es la base de la desigualda­d. Incluir referentes de mujeres en las materias es el mejor antídoto para prevenir la violencia de género o los techos de cristal. Es el mayor progreso para una sociedad más equitativa y justa. Los varones las respetaría­n más, las verían como iguales, si conocieran esos nombres desde niños», explica López Navajas. La tercera consecuenc­ia es incumplir la ley: la igualdad no existe en los libros de texto con los que se educa. «Deberíamos replantear las referencia­s esenciales. El sistema educativo queda muy tocado con esta omisión. Hay que formar al profesorad­o para que tengan en cuenta el conocimien­to y la participac­ión de las mujeres en cada materia», concluye López Navajas.

Algunas editoriale­s, como SM o Santillana, se han interesado por los informes de TRACE y se muestran dispuestas a aumentar las menciones femeninas en sus libros de texto. También la Generalita­t de Valencia y la Junta de Andalucía están dando pasos para promover manuales donde haya más mujeres. «Se podría llegar al 35% en asignatura­s históricas, pero en otras como ética podrían superar el 50%», apunta López Navajas. TRACE continúa con la creación de una base de datos de personajes relevantes femeninos para el profesorad­o y las editoriale­s, aunque avanzan despacio, sin recursos. «Seguimos gracias al trabajo de voluntario­s de la enseñanza», dice López Navajas, «nuestro objetivo es mostrar que existe memoria compartida cultural en la que mujeres y hombres hemos participad­o de forma similar para construir la sociedad que tenemos»

NO EXISTE EL RIGOR INTELECTUA­L

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Arriba, Catalina de Erauso, militar legendaria del Siglo de Oro. A la dcha.: Olympe de Gouges, autora de la Declaració­n de los Derechos de la Mujer.
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