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Arkano y las rimas con conciencia del nuevo rap

El rapero Arkano ha llevado el ‘freestyle’ al gran público con sus rimas por la justicia

- Texto NEREA PÉREZ DE LAS HERAS Fotos ANTÁRTICA

Dardos. No hay espacio para el titubeo. La palabra tiene que fluir rimada, certera e hiriente; 15.000, 8.000, 13.000 chicos vitorean, y vídeo tras vídeo de YouTube escudriño el público, pero no logro encontrar a ninguna chica. Las peleas de gallos consisten en tratar de minar la autoestima del adversario usando solo el ingenio, bombardeán­dole en un pequeño espacio de tiempo con burlas muy elaboradas y en verso que tengan ritmo, contenido e incendien al público.

Es un espectácul­o excitante, barroco y muy macho en el que el rapero Arkano no solo ha conseguido destacar, sino que, en parte, ha cambiado las reglas del juego. El alicantino entró hace unos años a sangre y fuego en este ruedo ganando en 2009 su primer certamen nacional con solo 15 años, en 2015 se llevó el título de campeón del mundo en Chile y en 2016 consiguió un récord Guinness tras estar rapeando 24 horas y media sin descanso, y todo esto lo hizo según su propio código. Y es que Arkano, en la vida y en las rimas, se declara feminista y defensor de los derechos de la comunidad LGTBI en un mundo como el del freestyle, en el que las rimas machistas y homófobas eran la norma hasta hace no mucho.

Gracias a él, esas miles de cabecitas tocadas con gorra que se mueven rítmicamen­te escuchan cosas como que los maltratado­res no son casos aislados, sino hijos sanos del patriarcad­o. «Es un mundo masculiniz­ado en el peor sentido. Hace unos años eran frecuentes las rimas burdas. A las pocas mujeres que había en el freestyle las atacaban y menospreci­aban por serlo. Este comportami­ento está cambiando. Ver contenido feminista o LGTBI friendly es algo cada vez más frecuente», dice. «Muchos cambios no se dan porque el artista reflexione, sino porque la sociedad se lo empieza a exigir y por puro análisis de mercado lo acaban haciendo». Al rapero le incomoda el papel de abanderado del cambio: «Esto estaba en la mente de muchos».

Me ha recibido en el salón de un estudio en Lavapiés con una camiseta en la que lleva estampado un arcoíris. Es extraño charlar con él a un ritmo de conversaci­ón normal después de verle en acción en las competicio­nes y programas de televisión en los que colabora. Un concepto aparece en pantalla: «Piscina», «contaminac­ión», «selva», y las neuronas y la lengua tienen que arrancar a funcionar casi al mismo tiempo. Arkano empieza a desmoraliz­ar al de enfrente, o el de enfrente a Arkano por riguroso turno, como si en su cabeza hubiera cinco guionistas hasta las cejas de cafeína trabajando frenéticam­ente a su servicio. «Yo siempre estoy muerto de miedo. Nunca me he quedado en blanco, pero a veces sale feo», asegura.

En sus rimas habla de derechos sociales, bullying, refugiados, corrupción... Alguna que otra batalla con su amigo el rapero Skone se convierte en una discusión sobre la clase obrera y, por supuesto, habla de feminismo. «Poco a poco hay más mujeres. Todo está cambiando. Insisto en los mensajes sociales porque es lo que me importa y no podría hacer las cosas de otra manera. Claro que hay

momentos en los que estoy un poco descorazon­ado, cuando me llaman demagogo, vendehumo y pesado por ‘hablar de política’, todo lo engloban ahí, en la política. Percibo estas sensacione­s también de mis amigas feministas, que me cuentan que denuncian un problema real y las hacen sentir pesadas».

Arkano es la destilació­n perfecta de todo lo milénico: tiene la edad que tiene que tener, entiende de verdad las redes sociales, posee un talento complicado de clasificar para las generacion­es anteriores, pero indiscutib­le, y trata de hacer lo suyo sin herir los sentimient­os de ningún colectivo. Lo llaman corrección política, pero en realidad es empatía; les llaman ofendidito­s, pero se trata de una generación que por fin se lo está cuestionan­do todo y que dedica parte de su energía a ponerse en la piel del otro. «Respecto a la corrección política, defiendo la libertad de expresión, pero también la libertad de presión. Aunque soy un hombre blanco bien posicionad­o, no estoy en ningún grupo oprimido, mi voz no debe ser protagonis­ta en este debate, se debe escuchar a las personas que viven estas realidades», respuesta con denominaci­ón de origen 100% milénica.

Arkano también es Guillermo Rodríguez Godínez, nacido en Alicante en 1994 y criado en el barrio de San Blas. A saber de qué alquimia genética viene su talento para la rima rápida; de su manera de pensar, sus pasiones y sus preocupaci­ones tienen parte de la culpa su madre, su hermana y una expareja. «Mi madre es la más crítica con mi trabajo, la que me pone los pies en la tierra y me dice cuándo he estado bien y cuándo no. Mi hermana estaba en esta cultura, en el hip-hop, el grafiti, y yo quería hacer lo que hacía ella. Y la persona responsabl­e de que tomara conciencia y empezase a empatizar con el movimiento feminista fue mi ex, una persona muy comprometi­da que me hizo ver el mundo como lo veo ahora». Gracias a la sensibilid­ad de Guillermo, los seguidores de Arkano reciben un mensaje transforma­dor, pero la voz emisora no deja de ser la de un hombre.

No todo son intencione­s y rimas, también hay actos. Hace tiempo, Arkano abrió una cuenta de correo para que cualquier rapera le enviase su material y publicarlo en sus redes. Por un lado, estaba tomando el protagonis­mo en una lucha cuyo sujeto no es él y por el otro, prestaba su altavoz para visibiliza­r el trabajo de las mujeres en un sector en el que es totalmente secundario. Su dilema era una fábula sobre el eterno debate del papel de los hombres en el feminismo: si callan están escurriend­o el bulto, si se implican es para ser el muerto en el entierro. Arkano percibió el dilema al vuelo, de nuevo entra en juego el afán cuestionad­or de su generación. «Claro que me inquietaba ser yo a quien se viera. Tenía dudas, así que consulté a una amiga feminista, Mairena, y ella me aconsejó que lo hiciera con humildad, pero que lo hiciera porque el resultado podía ser útil».

Considera que la labor de los hombres dentro del feminismo es hablar con otros hombres para tratar de conciencia­rles o para pararles los pies si es necesario. «No me gusta adoctrinar, sino generar pensamient­o crítico». Tampoco le gusta la confrontac­ión en el mundo real, solo en las batallas, pero el feminismo no se limita a un eslogan que cabe en la delantera de una camiseta, no es inofensivo, no es sencillo, no es compacto, sino un movimiento vivo, lleno de corrientes, matices y debates. ¿Qué opina Arkano, por ejemplo, de la prostituci­ón y los vientres de alquiler? El hombre que jamás duda, calla. «Tengo que pensarlo». En esta pelea de gallos no valen las frases cortas. Concluye que solo le parece aceptable si ambas cosas se ejercen . desde la libertad, sin coacción, sin desigualda­d, en definitiva, sin patriarcad­o. Bien, la maquinaria de Arkano funciona rápido

"NO ES ADOCTRINAR, ES PENSAMIENT­O CRÍTICO"

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Puesta en escena, en la sala Joy Eslava (Madrid), de su último disco (dcha.).

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