COCA-COLA PARA TODOS
Desde la actriz Anita Ekberg en Las Ventas en 1958 hasta los luminosos del Madrid de los ochenta, el refresco ha cimentado en España su condición de icono cultural.
Mientras queden bares, habrá esperanza. Porque todos encontramos en esa agitada barra un hogar. Son tan caseros que muchos llevan nombre de familiar: Manolo, Pepe o Ángeles. Decía el escritor J. R. Moehringer que, como tantos antes, se enamoró de uno: “Y ese amor fue recíproco y dio forma a todas mis demás historias”. También la relación entre nuestros bares —hay 183.306 por todo el país, según la Federación Española de Hostelería— y Coca-Cola se resume en un ‘felices para siempre’. Empezó tímidamente en 1953, cuando las primeras botellas salieron de la fábrica de Barcelona. Los vendedores repartían boletos con los que, a cambio de una peseta, se podía disfrutar de una Coca-Cola en su lugar de cabecera. El bar se quedaba con la mercancía gratis y la peseta de ganancia. Mucho han cambiado las cosas en estos 65 años, pero no el compromiso de la firma con la hostelería. Porque cuando muchos locales echaron el cierre por la crisis, Coca-Cola lanzó su campaña Benditos Bares, un alegato de reivindicación y optimismo; y también la plataforma Bartalent Lab para profesionalizar el gremio de los camareros. Y hoy, a través de su plataforma Hostelería #PorElClima, busca la adaptación sostenible del sector. Porque la historia de nuestro país no podría entenderse sin sus bares, un relato escrito a sorbos de Coca-Cola.