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CUIDAR EL ARTE

Asistimos a la última inauguraci­ón de Collezione Maramotti, una de las joyas del arte contemporá­neo

- Texto MAITE SEBASTIÀ Fotos ANTÁRTICA

Aunos 50 kilómetros hacia el noroeste de Bolonia está Reggio Emilia, pintoresca localidad donde se ubica una de las joyas del arte contemporá­neo mejor guardadas del valle del Po. Ubicada en los cuarteles originales de Max Mara –la firma de prêt-àporter italiana que fundara el empresario Achille Maramotti en 1951–, la Collezione Maramotti es, sin duda, una de las compilacio­nes más importante­s de arte contemporá­neo de Italia. Un imponente edificio de hormigón, vidrio y acero –proyectado originalme­nte por los arquitecto­s italianos Pastorini y Salvarani en 1957– alberga originales de artistas como Basquiat, Schnabel o Lucio Fontana, así hasta más de 1.000 obras de las que solo se exponen 200.

Este invierno, la sede de la colección se ha convertido en un centro de peregrinac­ión de la flor y nata del mundo del

arte. La inauguraci­ón de la exposición Fields, de la británica Phoebe Unwin (Cambridge, 1979), ha convocado a galeristas, comisarios, coleccioni­stas y periodista­s de todo el mundo, que le rendirán honores en la sede hasta marzo de 2019.

«Quería explorar un abanico amplio de colores, de horizontes, de espacios abstractos que van conformand­o un paisaje», cuenta la artista residente en Londres. Y ella lo mezcla con maestría, sobre 10 lienzos de pintura al óleo en los que conviven los colores sin estridenci­as ni pretension­es. «Me encanta la figuración abstracta. Prefiero aquello que juega con las sensacione­s». Uno de los aspectos que caracteriz­a la obra de Unwin es que no parte de fotografía­s ni de la observació­n directa; en su lugar, recrea su propio imaginario basado en su memoria o en su imaginació­n. Es una forma de trascender a aquello que percibe la vista, para adentrarse en la dimensión de lo emocional. Algo así como un ‘¿cómo te sienta esta imagen?’ Un viaje entre lo real y lo recordado o lo reimaginad­o que parte de un espacio abstracto para acercarse a la figuración.

El crítico John Berger señalaba que «solo vemos aquello que miramos. Y mirar es un acto de elección (…) siempre miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos». Como ese instante de reconocimi­ento que se produce cuando observamos a alguien antes de intercambi­ar una palabra. Ese momento justo. De ahí que el punto de partida de la exposición sea el cuadro que recibe el nombre de Approach (aproximaci­ón, en inglés): «Lo pinté hace justo un año y es la pieza que se quedará en la colección permanente de la familia Maramotti. El cuadro habla de ese momento, el del reconocimi­ento que infecta y afecta al entorno», relata Unwin.

Pero no es la primera obra de la artista británica que la Collezione Maramotti alberga en su colección. En 2015, Unwin quedó finalista en la sexta edición de Max Mara Art Prize –una iniciativa que reconoce la labor de mujeres artistas, organizada en colaboraci­ón con la galería Whitechape­l de Londres– y eso le valió una primera incursión en la colección familiar.

A la pregunta sobre si el hecho de ser mujer le ha perjudicad­o en su carrera artística, Unwin insiste:

«Honestamen­te no, estoy muy centrada en mi trabajo y pienso en mi posición como pintora. Es maravillos­o tener institucio­nes que apoyen a las mujeres artistas, y es un proceso que se está revaloriza­ndo. Pero mi deber es el color y la pintura. Aunque reconozco que no se me da muy bien hablar de dinero con mi trabajo», añade con una comedida sonrisa.

Pero si hay algo con lo que la artista se muestra más crítica es con el Brexit. «Es algo terrible. Tengo muchos amigos de fuera y mi pareja es un arquitecto alemán. Me resulta difícil imaginarme una ciudad sin esta riqueza. Incluso si repasas los premios Turner del arte (que otorga Tate Gallery anualmente), prácticame­nte todos son artistas que vienen de fuera. Formar parte de Europa fue positivo», sentencia Unwin.

Desde los años sesenta, Achille Maramotti, aquel empresario audaz que fumaba puros enfundado en una sastrería impecable, demostró también su interés y criterio por el arte. Comenzó colecciona­ndo arte povera italiano, y siguió comprando obras de artistas contemporá­neos hasta crear una colección permanente abrumadora que ocupa dos de los tres pisos del edificio. Por sus paredes cuelgan el arte povera de Alberto

Burri o Jannis Kounellis, el expresioni­smo de Francis Bacon, la transvangu­ardia de Francesco Clemente, el neoimpresi­onismo de Anselm Kiefer y otros grandes como Fontana o Castellani. La colección no se priva ni de JeanMichel Basquiat y los Plate Paintings de Julian Schnabel aparecen a pares.

Y por si fuera poco, la colección pone la guinda en un gran tesoro. Atelier dell’Errore (el atelier del error) es un laboratori­o visual con sede en el mismo edificio, integrado por niños y jóvenes de la Unidad de Neuropsiqu­iatría Infantil del hospital de Reggio Emilia. En este taller es donde se rescata la facultad poética de los niños con cuadros psiquiátri­cos a través de un método de trabajo creativo. Este invierno exponen Humans as food, 40 obras realizadas por los jóvenes artistas, en las que se representa­n criaturas animales fantástica­s que se alimentan

. de humanos. El ser dominante acaba devorado como un objeto de consumo. No tiene desperdici­o

 ??  ?? Arriba, la pintura al óleo de la británica Phoebe Unwin explora las sensacione­s del color. A la derecha, la instalació­n La fruta siamo noi (1988), del artista milanés Mario Merz, que forma parte de la exhibición permanente de la Collezione Maramotti. Los ganadores del premio Max Mara Art Prize exponen allí.
Arriba, la pintura al óleo de la británica Phoebe Unwin explora las sensacione­s del color. A la derecha, la instalació­n La fruta siamo noi (1988), del artista milanés Mario Merz, que forma parte de la exhibición permanente de la Collezione Maramotti. Los ganadores del premio Max Mara Art Prize exponen allí.
 ??  ?? En 2003, las oficinas de Max Mara se reubicaron a las afueras de Reggio Emilia y el edificio original, proyectado en 1957 por los arquitecto­s Pastorini y Salvarani, alberga desde entonces la colección contemporá­nea adquirida por su fundador, Achille Maramotti. La reconversi­ón del edificio original en un espacio expositivo corrió a cargo del arquitecto inglés Andrew Hapgood. Abajo, la artista Phoebe Unwin en la sala de su exposición Fields.
En 2003, las oficinas de Max Mara se reubicaron a las afueras de Reggio Emilia y el edificio original, proyectado en 1957 por los arquitecto­s Pastorini y Salvarani, alberga desde entonces la colección contemporá­nea adquirida por su fundador, Achille Maramotti. La reconversi­ón del edificio original en un espacio expositivo corrió a cargo del arquitecto inglés Andrew Hapgood. Abajo, la artista Phoebe Unwin en la sala de su exposición Fields.
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