«Si quieres algo, lucha por ello»
La galerista Helga de Alvear afirma que el arte no tiene
La mujer que de niña quería ser pianista ha acabado convirtiéndose una de las mayores coleccionistas y mecenas del arte contemporáneo en España. Helga de Alvear (Renania-Palatinado, 1936) nació en una Alemania al borde de una guerra que marcó su infancia. A España llegó en el 57 por amor a las lenguas... y se quedó por amor a un hombre, el arquitecto Jaime de Alvear. Sin embargo, el choque cultural la hundió en una depresión de la que solo el arte la rescató: «Me fui a Juana Mordó. Y allí aprendí a ser galerista. Cuatro años callada y observando».
Afirma no haber perdido su «mentalidad alemana»: «Que la suerte te acompañe depende de ti. Yo empecé a luchar y, como hablo muchos idiomas, estuve con Juana en el comité de Basilea». Allí entró en contacto con el mundo del arte internacional y se familiarizó con personalidades como el galerista y coleccionista Ernst Beyeler, quien se convirtió en su ídolo. «Yo quería lo mismo. Empecé a coleccionar como una loca y a día de hoy tengo casi 3.000 obras», afirma orgullosa. A diferencia de lo que puede parecer más lógico, no compra en función de los nombres: «La obra me tiene que dejar sin aliento. Para la galería tengo que tener buenos artistas, pero cuando lo quiero para mi colección, he de enamorarme. Los enchufes no sirven: o eres bueno o no lo eres». En 1995 abrió las puertas de su galería y bajo su ala ha reunido a artistas contemporáneos tan importantes como Thomas Ruff o Helena Almeida.
En referencia a la desigualdad de género dentro del mundo del arte, ella tiene una visión clara: «Nunca he pensado que el arte sea masculino o femenino». Insiste en que «las mujeres debemos pedir respeto, tenemos que luchar. Si quieres algo, lucha por ello», aconseja.
Al hacer referencia al futuro de su colección de arte, el trabajo de toda una vida, la experta asegura que lo quiere regalar «porque no me lo puedo llevar», dice con humor. En 2006 se inauguró la Fundación Helga de Alvear en Cáceres, con el objetivo de cumplir su deseo de compartir sus obras con la sociedad, un gesto
. que le acercó aún más a Beyeler, el gran mecenas que le sirvió de ejemplo cuando empezó