Soraya Yasmin Zilati
habituales en mi familia que no fui consciente de ellos hasta que alguien de un casting de publicidad al que fui cuando estudiaba teatro me llamó para decirme que le había gustado al director, pero qué pensaba hacer con mis ‘verrugas», recuerda. Aquella noche la pasó llorando. «Al día siguiente me levanté y pensé ‘que te jodan, compañero, yo sigo con mi vida’. Desde entonces jamás nadie me ha hecho un comentario sobre mis lunares. Tampoco lo permitiría. Yo he decidido ser actriz, pongo mi cuerpo al servicio del personaje, no soy modelo ni he pretendido ajustarme a un canon», afirma. «Las maquilladoras me dicen: ‘¿Miryam, potenciamos lunares?’. Yo contesto: ‘Al natural’. Y la respuesta que tengo de la gente en la calle siempre es bonita», apunta. Considera que «tanta homogeneización de la belleza nos ha conducido al aburrimiento. Tantas personas copiaron el estereotipo que nos ha saturado». Gallego, que dejó de tener representante porque prefiere negociar ella y saber qué opinan los productores, es una rara avis. Una mujer de frente que mira siempre a los ojos: «Soy muy punk, un bicho raro, pero soy yo misma, de verdad, siempre». que hoy los defectos puntúan doble: «Por eso hay que enseñarlos. Si tienes unas piernas raquíticas, minifalda. Orejas de soplillo, te rapas. En plan I don’t need your approval (‘No necesito tu aprobación’)». Muy al tanto de las tendencias, considera que «la belleza está mutando, lo cool es lo raro y cuanto más weird [extraño], mejor». Pero advierte del peligro: «Es un arma de doble filo porque puedes caer en usar a las personas y convertirlas en desechos. Te uso y te tiro». Cree que la apertura del canon de belleza es culpa de Internet: «Nos hemos saturado de ver miles de imágenes muy deprisa». Él, que ha trabajado haciendo castings para productoras como Universal Studios, reconoce que al mirar los catálogos «todo el mundo parece igual». Y señala: «Hay que tener cuidado porque cuando se puso de moda que las modelos tuvieran los dientes separados, había quien se lo hacía aposta. Existe como una voluntad de parecernos todos. Si vas por Serrano, todas las pijas son iguales. Mechas, pelo liso, nariz operada, flacas… Parecen caballos, aburren… Hay que entender que lo bonito es ser diferente, único. Si no, al final somos todos clones».
Modelo, actriz y realizadora de la serie de Instagram Sor y Mor con su «alma gemela», Alex de la Croix, se considera una «habitante del planeta Tierra multidisciplinar». Recién llegada a Madrid con 17 años trabajaba de dependienta cuando la pararon por la calle para hacerle fotos. «Después Sybilla me contactó a través de Instagram, me dijo que me daría la formación que me faltaba y lo hizo», explica. Ya ha colaborado con Palomo Spain, Vivienne Westwood o Burberry, cuyo director creativo, Riccardo Tisci, la define como su musa: «A lo mejor les atrae que no tengo condicionamientos en mi cabeza sobre qué está bien o mal, qué es bonito o no. No creo en los juicios de valor. Siempre hago lo que me da la gana sin hacer daño al de al lado». Conoce la importancia de la diferencia. «Me definiría como un poco alienígena. Supongo que lo que más destaca en mí son los ojos bereberes heredados de mi madre, que se vino a España porque en Marruecos se sentía diferente», cuenta. Con 13 o 14 años, alta y muy delgada, ella también se veía distinta al resto. «Para desviar la atención me ponía muchos piercings», explica, «pero el secreto es aprender a mirarte en el espejo con una mirada apreciativa en vez de buscar los defectos, así emanas amor propio y eres capaz de transmitirlo a los demás. Nos han enseñado que mirarnos en el espejo es de vanidosos, cuando en realidad no es así, es bueno hasta para la salud».
"NUNCA PENSÉ EN CAMBIARME NADA"
GABINO DIEGO