El Pais (Madrid) - S Moda

«Ser cocinera era un insulto»

Clara Mª González de Amezúa defiende el valor del buen comer

- Texto MAIA HOETINK

Clara María González de Amezúa (Madrid, 1929) lleva con orgullo sus 90 años, a pesar de no tener casi movilidad. «Agradezco que sean las piernas las que no me funcionen, porque si fuera la cabeza estaría hundida en la miseria», dice con optimismo. La fundadora de Alambique, la escuela de cocina más veterana de Madrid (creada en 1978), recuerda cómo su padre, presidente de la Academia de la Historia, «no le daba demasiada importanci­a a la educación de las mujeres». Ella echó de menos esa formación: «Me gustaba todo, pero no me habían preparado para nada. Eso es lo criminal. Yo era la ratita de la casa, mis hermanos y mi padre me ignoraban». El cariño de su cocinera, María «la morenita», fue lo que la acercó a los fogones. «Por entonces, en España había un desprecio. Se decía ‘pareces una cocinera’. Serlo era un insulto. A mí aquello me dolía porque yo ya quería la cocina», rememora.

Un día, su padre le propuso el reto de elevar el nivel culinario de la casa. «Me fui a hablar a escondidas con Otto Horcher y le pedí ayuda. Me quedaba sentadita viendo cómo preparaba los platos, luego me los llevaba y los servía yo. Nadie lo descubrió», cuenta divertida. La ganadora del Premio Nacional de Gastronomí­a 2015 y del Broche del Círculo de Orellana 2017 comenzó su formación en las mejores escuelas de París. Ante la incredulid­ad de sus amigas, no se casó con uno de sus pretendien­tes adinerados. «En el matrimonio tienes que hacer equipo y tener proyectos comunes», explica. Cuando su marido enfermó, tras una exitosa carrera, Clara María decidió emprender: «Tenía ocho hijos por educar y solo sabía cocinar. Monté un negocio para aprender lo que era eso». Fichó como profesores a chefs franceses con estrella Michelin. «Despegó solo. Yo tenía mi amor propio ahí metido», admite.

Siempre ha apostado por lo natural. «Mi huerto es ecológico, como la carne que compro. No hemos valorado el planeta que tenemos», lamenta. Su amor por las personas se manifiesta en todo lo que hace. «Tenemos un papel: ser útiles. Ayudar al prójimo es rentable», subraya. No duda de cuál es el secreto a la vida: «Sé alegre,

comida». sé comprensiv­a y quítale los problemas de encima a los demás. Vive y disfruta de la

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