El Pais (Madrid) - El País Semanal
POTENCIAR EL TALENTO
GIRA Jóvenes prepara para el futuro laboral a chicos y chicas de entre 16 y 22 años.
El futuro es algo que nos preocupa a todos, pero en especial si pensamos en los más jóvenes. Según datos de Eurostat, en España existe un 20% de abandono escolar prematuro, así como un elevado índice de desempleo juvenil. Ofrecer oportunidades a aquellos que más las necesitan es una prioridad social en la que Coca-Cola se ha propuesto participar. GIRA Jóvenes es el programa que Coca-Cola puso en marcha en 2012 con el fin de acercar el mundo laboral a aquellos jóvenes con menos oportunidades, una experiencia transformadora que les abre las puertas a un futuro mejor.
El programa está destinado a jóvenes de 16 a 22 años y busca potenciar el talento natural de todos ellos. En el Taller Conoce, los jóvenes reciben formación socioeducativa y de autoconocimiento, tales como orientación laboral, creación del currículo o preparación de entrevistas. El Campus Conócete les permite durante cuatro días recibir formación por parte de coaches profesionales, de manera que puedan entrenar competencias clave. Por último, varios de los jóvenes participan en actividades profesionales reales y remuneradas, en ámbitos como la cultura, el deporte o la música. Desde 2012 hasta 2018, en GIRA Jóvenes han participado 4.246 personas y ha cambiado las expectativas de futuro de muchas de ellas.
Tiene 22 años, escucha reguetón, se inspira en la vida de Muhammad Ali y cada tarde se juega la vida delante de bestias de 600 kilos que en todo momento podrían partirle en dos. Siendo niño, no hace tanto, el peruano Andrés Roca Rey soñaba con ser figura del toreo. Hoy es el número uno y la gran esperanza de los aficionados a la hora de salvar un arte en declive.
EL MUNDO de los toros vive un rejuvenecimiento inesperado, un fervor desconocido como en los buenos viejos tiempos gracias a una nueva figura, Andrés Roca Rey, cuando quizá llegaba a temer que no iba a ver otra. Otra estrella del toreo que renovara en el aficionado el entusiasmo generado por los últimos grandes —en especial José Tomás— , en un entorno adverso y de franco declive de la fiesta. Pero Roca Rey la ha levantado. Es una revolución que vuelve a llenar plazas y la fórmula del éxito es una mezcla insólita de lo antiguo —en su estilo y su carisma— con lo distinto y lo nuevo, porque es un torero peruano con logotipo propio y 106.000 seguidores en Instagram. También aguanta con profesionalidad y sin rechistar tres horas de sesión de fotos cambiándose de ropa, y tiene un concepto y una conciencia de la imagen que resultan inéditos en el ambiente taurino. Dicho de otra forma: no parece un torero. Se lo toma como un actor o un futbolista famoso. Aunque lo cierto es que en América le esperan multitudes en el aeropuerto como a las estrellas del deporte. En Perú le reciben el presidente del Gobierno y el Consejo de Ministros con una cena de honor. Recorre las calles en un autobús descapotable. Roca Rey es un joven de 22 años que escucha reguetón, se inspira en la biografía de Muhammad Ali
para no rendirse nunca y, el día que salió por la puerta grande de Las Ventas, en abril de 2015, hizo la señal de los cuernos con la mano como en un concierto de rock. Ese gesto, que emulan algunos de sus admiradores, tiene una historia. Con 16 años compartía piso en Sevilla con su hermano y un amigo. Eran tres novilleros que empezaban y vieron una película británica, RocknRolla, de Guy Ritchie. Les gustó una de las frases. La idea del éxito del protagonista no era tener dinero, fama, esto y lo otro: quería el pack completo. “La película no tiene nada que ver con los toros. Pero era esa idea de quererlo todo, y conseguirlo todo. Justo antes habíamos hablado de nuestro sueño de abrir la puerta grande de Madrid, que era todo para nosotros, e hicimos un pacto: el que primero saliera tenía que hacer el gesto”. El primero fue él. Pero no solo es el primero de aquellos tres amigos. Ya es el número uno. En la última temporada que acaba de terminar ha toreado 55 tardes y ha cortado 88 orejas en España. Roca Rey quería ser lo que es, el número uno, desde pequeño. Lo sorprendente no es tanto que lo haya conseguido, sino lo claro que lo tuvo. Eso explica en gran parte por qué lo consiguió. En su trayectoria hay una lucidez anómala, temprana, para querer ser matador, junto a una especie de inocencia infantil que, asombrosamente, aún no se ha extinguido. “Cuando me preguntaban qué quería ser de grande, era lo que yo quería ser, torero. Pero a esa edad no veías la seriedad, ni el peligro, ni el esfuerzo…”. ¿Y qué es lo que veías? “A mí lo que me gustaba del toreo era la entrega, los toreros llegaban muy bien vestidos, peinados, y después de la corrida salían manchadísimos, sucios. A mí eso me encantaba”. El pequeño Roca Rey, con cinco y seis años, jugaba a los toros en su casa con un ritual: se peinaba, se acicalaba, inundaba el jardín de agua hasta que lo llenaba de barro, y se lanzaba a torear de mentira hasta lograr salir sucio y con el pelo alborotado. Entre la disposición inicial y el resultado final se encierra su idea del toreo. “Ahí veías la elegancia y la entrega”, recuerda de aquellos toreros que de niño veía salir embarrados de la plaza. La primera vez que toreó fue con siete años: su regalo de cumpleaños. No fue precisamente una sorpresa. Su familia ha estado siempre vinculada a los toros, con ganaderos y empresarios, su hermano también es