El Pais (Madrid) - El País Semanal
Nacho Dean, aventura total
El caminante que nadó el mundo Este aventurero malagueño ha unido cinco continentes a nado tras dar la vuelta al mundo a pie. Inició su aventura hace un año y un día, el 8 de junio, Día Mundial de los Océanos. Quiere enviar un mensaje de conservación de
LA VIDA es un recorrido jalonado por decisiones difíciles. ¿Medusa irukandji, cocodrilo o tiburón? Nacho Dean, aventurero malagueño de 38 años, tuvo que elegir entre estos tres peligros a la hora de afrontar la travesía a nado entre Skow Mabo, Indonesia, y Wutung, Papúa Nueva Guinea. Eligió tiburón.
Noviembre de 2018. Tocaba cruzar de Asia a Oceanía. Era la cuarta etapa de una nueva aventura: unir a nado cinco continentes. Hacía apenas dos años y medio que había completado su gran odisea, una vuelta al mundo a pie en la que recorrió 33.000 kilómetros y recorrió 31 países arrastrando un carrito de bebé con 35 kilos de equipaje.
El dilema era complejo. La picadura de la medusa irukandji es muy venenosa. Cuenta Dean que es casi tan grave como la de una cobra: si nadaba muy cerca de la desembocadura del río Muara Tami, ese era el peligro. Si elegía hacerlo cerca de los mangla
res, habría cocodrilos, reptiles que en esa zona están adaptados al agua salada. Bracear mar adentro suponía poder encontrar tiburones. Escogió la tercera opción en la que fue la etapa más difícil, una travesía de más de 20 kilómetros en aguas a una temperatura de 30 grados. “La sensación era de bochorno”, cuenta, concluida la expedición, “me sentía flojo en el agua, nadar costaba un triunfo”.
La vuelta al mundo a pie fueron tres largos años, de marzo de 2013 a marzo de 2016. Sin seguro médico, sin patrocinadores, sin compañía, arrancando con 3.000 euros de sus ahorros en los bolsillos. Esta vez ha realizado las travesías a lo largo de 10 meses, contando con el apoyo de dos patrocinadores (Kayak y El Ganso) y con un presupuesto de 100.000 euros, destinados en parte a la grabación de un documental. Siempre estuvo acompañado por, al menos, un camarógrafo. Eso lo cambia todo.
La aventura arrancó hace ahora un año y un día, el 8 junio de 2018, Día Mundial de los Océanos, cuando bajó a Isla de las Palomas, Tarifa, Cádiz, para abordar su primera etapa, entre Europa y África, rumbo a Punta Cires, Marruecos. Su objetivo, desde el principio: mandar un mensaje de conservación de los océanos.
Programó el cruce de Europa a Asia para el 1 de julio y cruzó los siete kilómetros que hay entre la isla griega de Meis y la localidad turca de Kas en dos horas, nadando en aguas cristalinas en las que se podían ver tortugas. Menos agradable fue el tramo del estrecho de Bering, para unir Asia y América, que abordó en septiembre: tres grados de temperatura que atravesaban el neopreno. En noviembre hizo el cruce de Papúa. Y ya el pasado mes de marzo, completó el de Asia a África nadando desde Egipto a Jordania por el golfo de Áqaba.
Solo hubo un momento en que estuvo a punto de abandonar. Fue en el largo cruce de Indonesia a Papúa Nueva Guinea. Hacía mucho calor. Estaba deshidratado. Una simpática medusa le acababa de picar en la desembocadura del río Muara Tami. Y llevaba cuatro horas nadando y 15 kilómetros en los brazos cuando de pronto se dio cuenta de que no le quedaba un cabo por doblar, sino tres. “Hay momentos en estos retos en que tu convicción se pone a prueba. Por mucho afán de superación que tengas, por mucho que te hayas preparado, de pronto hay una situación en que sientes que has llegado al límite”.
Fue precisamente entonces cuando se produjo el momento mágico e irrepetible del viaje. Guillermo Jiménez, camarógrafo, colega, se quitó los pantalones y la camiseta y se lanzó al agua en calzoncillos para nadar junto a él. Para insuflarle ánimos. No pensó en medusas, ni en tiburones ni en neoprenos.
Cuando Dean vio a su amigo acercarse, casi con lágrimas en los ojos, encontró el reactivo que necesitaba. “Sentí que no estaba solo en mi misión. Me ayudó a sacar fuerzas de donde no las tenía”. Fue el momento crítico, el que permitió que completara su reto: convertirse, según afirma, en la primera persona que recorrió primero el mundo a pie y, luego, unió cinco continentes a nado.