El Pais (Madrid) - El País Semanal

EL FÚTBOL FEMENINO YA NO PIDE PERMISO

Después de batir récords de asistencia a los estadios y con un Mundial en marcha, por fin ha llegado la explosión de un deporte cuyas estrellas actuales abren el camino a generacion­es futuras.

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Cuando Mariona Caldentey (Felanitx, Mallorca, 1996) comenzó a jugar al fútbol, a los 14 años, tenía que tener mucho cuidado con la dirección a la que dirigía sus remates. “Si se nos colaban los balones en algún sitio nos podíamos quedar sin ellos”, recuerda la ahora delantera del FC Barcelona. “Mi primer equipo bastante tenía con sobrevivir. Nos levantábam­os a las cinco de la madrugada cuando tocaba viajar a la Península, íbamos y veníamos en el mismo día para no tener gastos de hotel, entrenábam­os por la tarde…”, enumera.

Comparar sus inicios con su situación actual, en la que ha jugado una final de la Champions League con su equipo y está participan­do con la selección en el Mundial de Francia que acaba de comenzar, es repasar el despegue definitivo del fútbol femenino en España. Un camino repleto de obstáculos que en los últimos tiempos ha comenzado a dar frutos. Porque 2019 ha marcado un antes y un después en este deporte. Pero ellas no están dispuestas a darse por satisfecha­s.

Su compañera de equipo Leila Ouahabi (Mataró, 1993) representa también esta nueva realidad del fútbol femenino, la que ha pasado recienteme­nte de la precarieda­d a la profesiona­lización. “Yo estuve en la cantera del Barça hace años, cuando se entrenaba a las ocho de la tarde, acababas a las once y llegabas a casa a las doce de la noche”, rememora. “Ahora ves cómo ha evoluciona­do todo”.

Ambas posan para la sesión de fotos con naturalida­d y un punto desafiante, consciente­s de que han derribado muchas barreras. “Se nota que ahora hay más gente que sabe quiénes somos”, explica. “Ahora a veces te paran por la calle y te dicen ‘eh, eres Leila’. Esto antes no pasaba”.

Para Silvia Meseguer (Alcañiz, 1989) el camino hasta llegar a este punto ha sido, si cabe, un poco más complicado. “Yo he pasado de jugar en campos de tierra a hacerlo este año en el Wanda con 60.000 personas”, comenta sobre el partido que enfrentó a su club, el Atlético de Madrid, con el FC Barcelona el pasado mes de marzo y que ha marcado la mayor asistencia a un partido femenino hasta la fecha.

Pero la dificultad añadida le llegó al intentar compatibil­izar sus estudios de Medicina con la práctica del fútbol. “Cuando tenía que explicar que iba a faltar porque me iba con la selección o a jugar con mi equipo, mis

“Mi primer equipo bastante tenía con sobrevivir. Nos levantábam­os a las cinco de la madrugada para viajar” Mariona Caldentey

“Se nota que hay más gente que sabe quiénes somos. Ahora ves cómo ha evoluciona­do todo” Leila Ouahabi

profesores no entendían que fuese profesiona­l del fútbol. En realidad no lo era, no podía vivir en exclusiva de ello”, recuerda.

Ese conflicto la llevó a tomar la dolorosa decisión de apartarse de la selección, a la que regresó el pasado mes de octubre tras finalizar las prácticas de Medicina. “Ojalá que mi situación sirva para que otras jugadoras no tengan que elegir entre fútbol y una carrera”, concluye.

“Nosotras empezamos en el fútbol sabiendo que era un hobby, que teníamos que trabajar en otra cosa. Hemos tenido la suerte de que todo ha avanzado más rápido y hoy en día podemos vivir del fútbol. Somos afortunada­s”, explica Lola Gallardo. La portera del Atlético de Madrid es, pese a su juventud, una fija en la selección, mientras que en su club acaba de cerrar un año histórico, con su tercer título de Liga consecutiv­o. Ahora el objetivo es común con sus compañeras del Barça Leila y Mariona: la Copa Mundial Femenina de la FIFA que tiene lugar en Francia entre junio y julio. “Esperamos disfrutarl­o y poder hacer algo grande”, dice Lola con ilusión.

El desafío del Mundial es, para ellas, doble. Primero por lograr un buen resultado ante seleccione­s que llevan años de adelanto en la profesiona­lización de su deporte, y segundo porque saben que cada vez hay más ojos que las miran.

Su papel como ejemplos, como precursora­s para las futuras generacion­es de jugadoras de fútbol, está muy presente en su esfuerzo diario. “Es muy importante tener a alguien en el que fijarte, te hace pensar que lo puedes conseguir”, explica Silvia. “Cuando yo era pequeña, no tenía ni idea de que había equipos de fútbol

“Nosotras empezamos sabiendo que el fútbol era un hobby. Hemos tenido la suerte de que todo ha avanzado” Lola Gallardo

femenino que competían en el ámbito internacio­nal, o que había Ligas profesiona­les. Mis referentes eran todos del mundo masculino”.

A Mariona le sucedía exactament­e lo mismo. “Cuando empecé a jugar al fútbol, no conocía a ninguna jugadora”, cuenta. “Que las niñas puedan vernos y seguirnos eso hace que te ilusiones más. Somos unas privilegia­das, pero también nos lo tomamos con la responsabi­lidad de hacer las cosas bien para que siga creciendo”.

Eso y seguir realizando conquistas, dentro y fuera del campo. “Es imposible que nos equiparemo­s con los chicos, ellos nos llevan muchos años de ventaja y generan muchísimo más que nosotras”, apunta Lola. “No pedimos tener esos sueldos desorbitad­os, pero sí que se nos valore por nuestro trabajo y nuestro esfuerzo, que es igual o incluso mayor que el de ellos. Poco a poco lo estamos consiguien­do, aunque queda mucho camino por recorrer”. El próximo reto comienza ya con el Mundial, pero no será el último al que se enfrenten, ni el último en superar.

“Cuando explicaba que iba a faltar a clase, mis profesores no entendían que fuese profesiona­l del fútbol” Silvia Meseguer

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 ??  ?? Leila Ouahabi y Mariona Caldentey posan de manera desafiante ante sus nuevos retos, tanto en el FC Barcelona como en la selección española.
Leila Ouahabi y Mariona Caldentey posan de manera desafiante ante sus nuevos retos, tanto en el FC Barcelona como en la selección española.
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Lola Gallardo posa en la página anterior con la concentrac­ión de la portera. A la derecha, su compañera Silvia Meseguer lo hace con la misma seguridad con la que se desenvuelv­e en el centro del campo.

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