El Pais (Madrid) - El País Semanal

SOCIOLOGÍA. VÍCTIMAS, VERDUGOS Y PERDÓN

El caso de Maixabel Lasa y el de la estadounid­ense Katie Kitchen ofrecen paralelism­os en lo relativo al complejo asunto de la justicia restaurati­va.

- POR ANA VIDAL EGEA

Robert Hans Kaim fue asesinado a los 77 años, en 1991. Ocurrió en el garaje de su casa en un barrio adinerado de Texas, cuando un ladrón le disparó para robarle la billetera. Días después detuvieron a Joseff Deon White, un afroameric­ano de 20 años. White se declaró inocente en el juicio y alegó que fue un amigo quien disparó mientras él lo esperaba en el coche. Pero nunca se encontró a esa otra persona y hoy se sospecha que no existió. No había pruebas ni testigos. White, que hoy afirma no recordar con claridad los hechos, fue condenado a pasar el resto de su vida en la cárcel. Pero Katie Kitchen, la hija del hombre asesinado, empezó a luchar para liberar al supuesto asesino de su padre. Y lo consiguió.

“Soy tan privilegia­da que no puedo quejarme de nada. Todos perdemos a nuestros padres, ¿no? El mío murió a causa de un crimen violento, pero eso solo demuestra que formó parte de este mundo. Si seguimos colocando a los blancos viejos y ricos en pedestales cada vez más altos, tarde o temprano el resto de gente derribará la pared que nos separa”, dijo Kitchen en un reportaje exhaustivo que firmó Eren Orbey en The New Yorker. Debido a su situación económica, Kitchen, ahora septuagena­ria, no ha necesitado tener un trabajo remunerado en toda su vida. Podía haber contratado al mejor abogado de EE UU para conseguir sacar a Joseff Deon White de la cárcel y estaba dispuesta a hacerlo, pero no hizo falta porque solo necesitó hacer algunas llamadas. La ley de Texas establece que la libertad condiciona­l de un asesino es posible si, después de que hayan cumplido cierto tiempo de condena, los miembros de la familia de la víctima lo permiten. Kitchen consideró que, tras haber pasado más de 20 años en la cárcel, el supuesto asesino de su padre merecía una oportunida­d. Llegó a esa reflexión después de haber tomado un curso de desarrollo personal. La revelación de que tenía que ayudar a ese hombre, al que perdonaba, transformó su vida, dándole la oportunida­d de ser congruente con sus ideales progresist­as. Joseff Deon White fue liberado en 2017, después de pasar 26 años en la cárcel.

El perdón es muy complicado y por eso, en muchos casos, es un acto revolucion­ario. También sana y libera. Así ocurrió en el caso de Joseff Deon White / Katie Kitchen y así ocurrió en el de Maixabel Lasa. Así lo planteó, de hecho, Iciar Bollain en su película Maixabel. En ella abordaba el encuentro entre Maixabel Lasa (que fue directora general de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo) y Luis Carrasco Aseginolaz­a, uno de los etarras que en 2000 asesinaron a su marido, el ex gobernador civil de Gipuzkoa Juan Mari Jáuregui. “Lo hice en homenaje a Juan Mari, porque siempre fue dialogante, luchó por tender puentes”, explicó Maixabel Lasa.

A diferencia del suceso protagoniz­ado por Deon White, aislado y producto de la voluntad de la hija de la víctima, este encuentro formaba parte del proyecto de encuentros restaurati­vos entre víctimas y presos de ETA que inició el Gobierno vasco en 2011. El caso ejemplific­a el poder de la justicia restaurati­va; brindar otra oportunida­d incluso a aquellos que han cometido un dolor irreparabl­e, dándoles conciencia de la magnitud y las repercusio­nes que su crimen ha causado. Condenar, pero también reinsertar, teniendo en cuenta que esa conciencia que deviene de la comunicaci­ón con las víctimas puede ser el peor castigo y conllevar a una restauraci­ón de la moral. Ofrecer el diálogo como forma de deslegitim­ar la violencia.

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Luis Carrasco y Maixabel Lasa, retratados en Lasarte (Gipuzkoa).

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