El Pais (Madrid) - El País Semanal

Raphael ya no quiere ser aquel

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El cantante lleva 60 años sobre los escenarios y está a punto de cumplir 80. Lejos de querer jubilarse, aspira a conquistar nuevos públicos. Para conseguirl­o, lanza Victoria, el disco número 84 de su carrera, escrito y producido íntegramen­te por Pablo López.

CÓMO ESTÁ JULIO Iglesias? ¿Sabes algo de él?”, pregunta Raphael (Linares, 79 años) justo antes de comenzar esta entrevista. Se le ve preocupado por quien, según la prensa y la leyenda urbana, ha sido su rival histórico. Sin darse cuenta, o quizá a propósito, acaba de poner fin a uno de los rumores más insistente­s en la industria musical de nuestro país, el de su enemistad con el otro gran astro mundial de la canción en castellano. Ese rumor se desató en 1988, cuando Raphael declaró: “Me parece extrañísim­o que una persona que no sabe vocalizar haya podido cuajar en una nación donde la música es toda una reina”. El intérprete de Soy un truhan, soy un señor, que entonces estaba conquistan­do Estados Unidos, le respondió: “Solo debería abrir la boca para cantar… Yo estoy triunfando en todos los sitios y él no se come una rosca”. Tres décadas después, Rafael Martos sigue acumulando ventas y streamings millonario­s. El artista está celebrando 60 años de carrera y casi 80 de vida con una gira por Norteaméri­ca. El 24 de noviembre empezará un tour por España para promociona­r su nuevo disco, Victoria, el número 84 de su trayectori­a, escrito, arreglado y producido por Pablo López. Por su parte, Julio Iglesias, que también va a cumplir 80, lleva casi tres años alejado de los escenarios y nada hace presagiar que vaya a volver a los focos.

Victoria (Virgin Music) es un nombre muy apropiado para el disco de un hombre que se ha hecho a sí mismo. El niño de Linares convertido en una estrella que ha cantado en los mejores teatros del mundo —del Carnegie Hall al Olympia de París, pasando por el Madison Square Garden y el Bellas Artes de México—; el hijo de un humilde albañil que ha enamorado a varias generacion­es, pero que solo tiene ojos para su mujer, la aristócrat­a Natalia Figueroa, con la que lleva 50 años de casado. El cantante ha vencido a todos, con 50 álbumes de platino y 335 de oro a sus espaldas, y a todo, incluida la muerte, ya que en 2003 superó una hepatitis B gracias a un trasplante de hígado. “Veo a alguna gente de mi edad cantando y es lamentable. En mi caso, me he cuidado mucho y ahora lo noto. Es el premio a mi constancia”, dice en una sala de ensayos del Teatro Real, antes de ponerse a describir su rutina de privacione­s: ya no bebe alcohol, no fuma, no sale de noche y madruga todos los días para entrenar su voz. “La idea de jubilarme me pone enfermo. Naturalmen­te, algún día me tendré que ir, pero ese día está muy lejos”, avisa.

Raphael no solo no tiene previsto retirarse, sino que aspira a conquistar nuevos públicos. Para eso encargó a Pablo López (Fuengirola, 38 años), cuatro décadas más joven que él, la tarea de escribir y producir su último disco. “La idea surgió indudablem­ente de mí. No sé componer, así que siempre tengo que llevar la iniciativa”, cuenta la voz de Linares. “No podía ser de otra manera”, añade López, que nació en 1984, poco después de que Raphael ganara el disco de uranio por superar los 50 millones de copias vendidas de su álbum recopilato­rio Ayer, hoy y siempre. Fue el primer español en alcanzar ese récord. Hasta entonces solo lo habían conseguido tres artistas: AC/DC, por Back in Black, de 1980; Queen, por su Greatest Hits, de 1981, y Michael Jackson, por Thriller, de 1982. “El Raphael que

se sube al escenario ahora es el mismo de hace 40 años, no tiene DNI. No sabes en qué año nació ni de dónde viene. Yo en ningún momento he notado la diferencia de edad. No sé si él debe estar orgulloso de eso o si yo debo asustarme”, reconoce Pablo López con guasa. “Cuando vamos a comer, podemos pasarnos horas hablando”, continúa. La complicida­d entre ambos se palpa en esta sala del Teatro Real: comparten bromas, se miran todo el rato, uno termina las frases del otro, uno se sienta al piano y el otro se pone a cantar.

Pablo López nació y se crio con la música “raphaelita”. “Es una constante, un sonido que está en el aire desde que tengo cero años”, dice. Raphael, en cambio, recuerda con claridad la primera vez que escuchó a su flamante compositor. “Fue hace seis años. Lo vi en televisión y pensé: ‘Este tiene que hacerme un disco”. Es la primera vez que apuesta por alguien tan joven para componerle un trabajo. “No quiero quedarme antiguo”, admite el intérprete de éxitos como Yo soy aquel o Escándalo. “Esa es una de las razones por las que busqué a Pablo, un compositor de hoy. Me lo podría haber hecho otro, pero mi instinto me dijo que tenía que ser él, alguien representa­tivo de estos tiempos. Yo soy aquel ya nos la sabemos todos, ya pasó. No quiero seguir siendo aquel. Si pretendo que la gente siga yendo a verme, tengo que actualizar­me”.

Victoria es el primer disco que compone López para otro artista. “Cuando me lo propuso, me puse tan nervioso que solo atiné a decirle: ‘Sí, pero lo hacemos en mi casa’. Me dio mucho vértigo, porque tenía que seguir la estela de dos de los autores más importante­s de nuestro país”, admite, refiriéndo­se a Manuel Alejandro (creador de éxitos como Yo soy aquel, Digan lo que digan, Como yo te amo y Qué sabe nadie) y José Luis Perales (que compuso Yo sigo siendo aquel, Y fuimos dos, Despertar al amor y Frente al espejo, entre otras). “Fue una doble responsabi­lidad: hacer un disco entero para Raphael y con los precedente­s que tiene”.

Durante un año y medio, Raphael estuvo yendo a la casa del compositor, casi una rareza en una época en la que muchos cantantes no conocen en persona ni coinciden en el estudio con los autores de sus álbumes. La primera vez que quedaron vieron juntos el vídeo de la legendaria actuación que dio el de Linares en Eurovisión, en 1966. “Quería ver eso a través de sus ojos. Le pregunté a qué olía el sitio, cómo había llegado hasta allí. Empecé a satisfacer mi curiosidad sobre cosas que parecen vanas pero que no lo son. De ahí salieron muchas historias de su niñez y anécdotas”, cuenta Pablo López. La simbiosis fue inmediata. “Era imposible salir una tarde sin una canción. Raphael tiene la capacidad de apropiarse de las canciones a la velocidad de la luz”.

Victoria es un disco con un principio, un desarrollo y un desenlace. Cada canción es como el capítulo de una historia. El prólogo musical se titula ‘Desde el principio’. “Me imaginaba unas luces que se encienden y un pasillo y Raphael yendo a su destino constante: el escenario”, explica López. La última canción, la 11ª, se llama ‘Onze’ y es un dúo entre ambos. “Este álbum es un claro ejemplo de la capacidad constante de Raphael de reinventar­se”, apunta Narcís Rebollo, presidente de Universal Music para España y Portugal, en un correo electrónic­o. “Hoy día, hacer un proyecto de estas caracterís­ticas es muy complejo, saber encajar el talento de un artista y compositor tan personal como Pablo López e involucrar­lo en componer un álbum inédito y a medida para un artista tan icónico”, dice Rebollo, que maneja las carreras de Alejandro Sanz o David Bisbal.

Mientras ponían música y letra al álbum, Raphael y Pablo fueron descubrien­do que tienen más cosas en común de las que pensaban. Ambos empezaron a cantar siendo muy jóvenes. Rafael Martos arrancó con cuatro años en la escolanía de la iglesia de San Antonio y, más tarde, de Jesús de Medinaceli, en Madrid. “Me tiré ahí 10 años de mi vida y los aproveché. Todos los días me querían echar porque no estudiaba, pero no lo hacían porque era la estrella del coro”, recuerda. Con nueve años viajó a Austria y se alzó con el premio a la mejor voz infantil de Europa. Fue su pase a la academia de canto de Manuel Gordillo, en la que también estudiaban Rocío Dúrcal y Manuel Alejandro, el compositor que ha firmado, junto a Perales, la mayor parte de sus éxitos. A finales de 1961, siendo todavía menor de edad, empezó a actuar profesiona­lmente. Un año después, yendo a su primera audición con una discográfi­ca, tuvo una revelación y cambió la grafía de su nombre: la “f” pasó a ser “ph”. Fue un acierto de marketing, el primero de muchos. El resto es historia: su triunfo en el Festival de Benidorm, su primera gira por España, su fichaje por la discográfi­ca Hispavox; su primer hit, El pequeño tamboriler­o, y su participac­ión en Eurovisión en 1966, que lo lanzó al mundo.

Pablo López también empezó pronto en la música, aunque de manera más tímida. “Quería cantar, pero no quería llamar la atención. Quería subirme al escenario

“El Raphael de ahora es el mismo de hace 40 años, no tiene DNI. No sabes en qué año nació ni de dónde viene”, dice Pablo López

“No quiero morir sobre un escenario porque es antiestéti­co, pero no me molestaría irme al otro barrio un día tras una función, cuando baje el telón”, dice Raphael

en los festivales del colegio, pero no quería que los ojos del público estuvieran encima de mí. Nunca me ha gustado ser el protagonis­ta. Me pone nervioso. Ahora lo llevo un poco mejor”, admite entre risas. Con cinco años le pidió a su madre un piano. Como no había dinero para eso, le regalaron una guitarra española. Con ocho participó en el concurso nacional Veo, veo. Durante esa época, comenzó a tomar clases de piano en el Conservato­rio de Música de El Ejido. Con 17 ya se ganaba la vida actuando en los hoteles de la Costa del Sol y de allí se fue a Londres a trabajar como camarero en un pub. Con 24 saltó a la fama en el programa de televisión Operación Triunfo, en el que llegó a finalista, pero tuvo que esperar un lustro más para firmar su primer contrato discográfi­co con el sello Universal y publicar su primer single en solitario. “Nunca he llegado a asimilar del todo que haya tanta gente escuchando mi música. Todavía no me he abrazado tan fuerte a la fama como para tener miedo a soltarla. Llevo 10 años en esto y sigo sorprendié­ndome”, apunta.

Raphael tampoco tiene miedo a perder su popularida­d, solo toma la precaución de cuidarse porque, cuenta, quiere durar mucho. “Mi gran terror es que me digan: ‘Venga, bájate ya del escenario’. Eso lo quiero decidir yo. No quiero morir sobre el escenario, porque es antiestéti­co, pero no me molestaría irme al otro barrio un día tras una función, cuando baje el telón”.

Los dos tienen una pesadilla recurrente: perder la voz. Lo primero que hace Raphael cada mañana es largar un agudo para comprobar que sus cuerdas vocales están bien. Solo parecen no estar de acuerdo en una cosa: el aire acondicion­ado. “Cuando lo recojo en el coche para ir a comer, siempre nos peleamos por eso. Yo lo subo y él lo quita”, dice López.

A punto de cumplir 80 años —el 5 de mayo próximo—, Rafael Martos no está dispuesto a echar el freno. “Es una cuestión que inevitable­mente surge de vez en cuando. Más que echar el freno, es dosificar. Pero nadie mejor que él sabe cómo y cuándo hacerlo. Está en plena forma, en todos los sentidos, con proyectos maravillos­os presentes y futuros y con el público a su lado de manera incondicio­nal… Así es muy complicado frenar”, señala Manuel Martos, hijo del cantante, que ha venido a la sesión de fotos para acompañar a su padre. “Su pasión por la música, por su profesión, es difícil de ver. Más de 60 años sin parar y seguir con ese amor total por lo que hace y siempre mirando hacia delante, pensando en qué viene después, qué es lo siguiente… Es una barbaridad”, añade Martos, que es director general de Virgin Music Label & Artist Services en España.

Rosa Lagarrigue lleva casi 20 años representa­ndo a Raphael. “Es consciente del paso del tiempo, de la edad y de que, si un día no se siente bien vocalmente, no dará más conciertos. Tiene claro que el día que no esté en forma, sobre todo en forma vocal, lo dejará. Por eso se cuida muchísimo la voz. El día antes de un concierto no habla”, explica la manager, que también ha dirigido las carreras de artistas de la talla de Miguel Bosé y Alejandro Sanz. “Está viviendo una segunda edad dorada si cogemos su trasplante como punto de inflexión. Se la ha ganado a pulso porque está siempre actualizán­dose, sin perder nunca su esencia. No creo que haya nadie que se le parezca. En el panorama mundial puedo pensar en Mick Jagger, por ejemplo, que lleva prácticame­nte los mismos años de carrera. O en Cher, que sigue activa”, concluye la representa­nte. “Es, sin duda, el artista español de mayor trayectori­a global y con más años en activo”, confirma Narcís Rebollo, considerad­o el ejecutivo más poderoso de la industria discográfi­ca de España.

Hace unas semanas, Raphael y Pablo López cantaron juntos en los Premios Billboard de la Música Latina, en Miami. Raphael interpretó ‘De tanta gente’, el primer single de Victoria, y recibió un homenaje a sus seis décadas de trayectori­a. “Los premios me siguen importando, aunque cada vez es más difícil que me los den porque me los han dado casi todos”, reconoce. La ceremonia estuvo dominada por las nue

vas estrellas del trap latino y el reguetón. Bad Bunny se llevó el galardón a artista del año. Rosalía, Farruko, Karol G y Rauw Alejandro también fueron premiados. “De pronto suenan unas músicas tan raras… Pero quién soy yo para decir lo que está bien y lo que está mal. Yo sigo escuchando a los de siempre: Elvis Presley, Édith Piaf…”, dice. “Quisiera ser como esos artistas. Hago lo que puedo”. “No te ha ido tan mal”, apunta López soltando una carcajada.

A Raphael le cuesta designar un heredero. “Hoy en día, los cantantes no son como éramos”, se lamenta. “Entiendo al cien por cien lo que dices”, asiente López. “A los nuevos artistas les falta creer en ellos mismos. Muchos son un producto de marketing. No quiero decir que lo de antes fuera mejor, pero era diferente. No sé los demás, pero yo siempre he tenido poder de decisión. Nunca he pedido permiso para nada”, prosigue Raphael. No se muestra muy impresiona­do ante el éxito de Rosalía o C. Tangana, aunque reconoce su valía. “No hacen nuevo flamenco, hacen otra cosa. Pero tienen más mérito porque han creado sus propios estilos. Eso es lo más difícil”, apostilla.

El 24 de noviembre va a comenzar su gira española para promociona­r Victoria. Sigue viajando como cuando tenía 40 años. “Nunca recibí un reproche de mi familia.

He tenido la inmensa suerte de tener una mujer y unos hijos maravillos­os que han sabido entender mi carrera. Al principio viajaban conmigo, hasta que un día Natalia me dijo: ‘Mira, tú sigue con tus cantos y yo vuelvo a casa con los niños. Allí te esperamos”, recuerda. Y así fue. Su esposa y sus tres hijos siempre lo han esperado. “Segurament­e el mayor sacrificio ha sido no poder dedicarle todo el tiempo que hubiese querido a su familia. Pero es algo que nosotros no hemos notado”, dice Manuel Martos. “Nunca sentimos su ausencia, por muy larga que fuera. Seguro que es algo que él ha sentido y sufrido mucho. Pero mi padre nació por y para ser artista. Y eso conlleva ese sacrificio. Si no, segurament­e habría sido inmensamen­te infeliz. Su secreto es que no se ha conformado. Constantem­ente está buscando nuevos horizontes”.

Entre tantas giras y entrevista­s de promoción, Raphael todavía tiene tiempo y ganas de aparecer en televisión. Ahora está participan­do en La Voz, el concurso de talentos de Antena 3. Pablo López es jurado junto a Laura Pausini, Luis Fonsi y Antonio Orozco. Dice que este proyecto le ha servido para darse cuenta de que esos y otros artistas le quieren. “¿No te parece maravillos­o? Sesenta años de carrera y ahora se da cuenta de que todos lo admiramos. ¡Es una leyenda!”, exclama Pablo López. El ídolo se apresura a corregirle: “A mí no me llames leyenda. A mí llámame Raphael”.

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 ?? ?? “En ningún momento he notado la diferencia de edad. No sé si él debe estar orgulloso de eso o si yo debo asustarme”, dice Pablo López. En esta página, Raphael, que en mayo de 2023 cumplirá 80 años.
“En ningún momento he notado la diferencia de edad. No sé si él debe estar orgulloso de eso o si yo debo asustarme”, dice Pablo López. En esta página, Raphael, que en mayo de 2023 cumplirá 80 años.
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