El Pais (Madrid) - El País Semanal

GASTRONOMÍ­A. EL MAÍZ GIGANTE QUE VIENE DEL VOLCÁN

Jala, uno de los llamados “pueblos mágicos de México”, acoge la Feria de la Mazorca, todo un tributo a un alimento convertido casi en leyenda.

- POR USE LAHOZ

Para saber más sobre la importanci­a de la variedad de maíz de Jala, una buena idea es acercarse a la comunidad vecina de Coapan acompañado­s por Gabriel, quien desde su llegada al hotel Nukari Quinta ha dinamizado la relación entre productore­s locales para potenciar el turismo rural. En El Rincón Campesino esperan para desayunar Nayeli Flores y Magdale Ibarra. Nayeli, ejemplo de mujer empoderada, se decidió a cocinar para turistas animada por las abuelas vecinas hace dos años, después de muchos de cocinar para la comunidad por vocación. La irrupción de mujeres como ella ha modificado la cultura organizado­ra de la región. Es un jardín junto a un campo de milpas gigantes. Probamos el agua de lima y una gordita de requesón. Magdale, del Ayuntamien­to de Jala, es una entusiasta defensora de la cultura popular y de los maíces criollos. Ambas cuentan que el hecho de que las mazorcas de maíz de Jala sean las más grandes del mundo se debe al volcán del Ceboruco, cuyo perfil imponente se contempla al alzar la vista. Entre 1870 y 1875 tuvo lugar la última erupción. Las cenizas de la lava fertilizar­on la tierra de tal modo que dejó un suelo volcánico ideal para el cultivo de esta variedad, icono de Nayarit que no se da en ninguna otra parte.

México es un país con alta dependenci­a del maíz, una herencia exquisita que forma parte de su cultura y es emblema de su identidad. De las 64 razas registrada­s, el de Jala destaca por su tamaño. Ibarra muestra plantas de cinco metros, elotes (el maíz fresco) de 49 centímetro­s y mazorcas de hasta 45. Con las hojas se elabora artesanía y con los granos de maíz, una vez nixtamaliz­ado, se obtienen las tortillas, la base del taco. Junto al guacamole, Flores ofrece tortillas recién torteadas a mano. Aún queman en los dedos. Al olerlas y al probarlas se comprueba el esfuerzo, la riqueza natural y verdadera, el brillo de los oficios ancestrale­s. El sabor del maíz es tan puro que a través de él el comensal se hunde entre las milpas y cree ver escenas de la pintora nayarita Emilia Ortiz, cuadros de campesinos, panaderos y tortillera­s. Y se le vuelve a dar la razón a Octavio Paz cuando dijo: “El invento del maíz por parte de los mexicanos solo es comparable al invento del fuego por parte del hombre”.

Me invitan a subir al Ceboruco y penetro en él para conocer el origen de todo. Aún sale humo de un resquicio de tierra. La gente se fotografía desafiando el exagerado calor que desprende. “Aquí, como cuando Saturno se encontraba en Capricorni­o, la vida descendía hasta el fondo, tan grande era el anhelo que su alma estaba entrelazad­a con la esencia del lugar”, decía Malcolm Lowry del Popocatépe­tl y el cónsul Firmin en Bajo el volcán.

Betty Vázquez, gran chef nayarita, es hoy toda una estrella por su participac­ión en el programa MasterChef. “Somos hijos del maíz, por lo tanto seguirá siendo una parte primordial de la cocina mexicana, cuya gran trilogía es el maíz en el centro, como el espacio especial de un gran dios, y alrededor el frijol, el tomate y el chile”, explica.

Desde la terraza de Nukari Quinta se contempla perfectame­nte el volcán. En YouTube pueden verse las sonrisas de los agricultor­es al presentar sus gigantes mazorcas en las pasadas ediciones de la feria. Se entiende entonces cómo el maíz es la diversidad y es la esencia, es la pertenenci­a, es el reencuentr­o con una emoción primaria. El maíz es el verdadero cronista de la humildad y uno se rinde a él pidiendo una orden de tacos de pulpo y tuétano y un tequila para fijar desde la raíz el instante en la memoria.

Premiados en la pasada edición de la Feria de la Mazorca, en Jala, Nayarit (México).

De las tierras baldías de Wyoming, Montana, Dakota o Wisconsin, en Estados Unidos, surgen fantasmas del pasado que se venden por millones de euros en casas de subasta. Quizá cuando alguien lo tiene todo solo queda regresar a la infancia. En ese baúl secreto que es la memoria, viven los dinosaurio­s. Coleccioni­stas, institucio­nes e incluso actores de Hollywood pagan fortunas por ellos. La brecha se abrió cuando en 1997 la casa de pujas Sotheby’s vendió a Sue, un Tyrannosau­rus rex, por 8,4 millones de dólares (similar cifra en euros actuales). Nueve pujadores compitiero­n y ganó el Museo de Historia Natural Field de Chicago. En 2020, en Christie’s Nueva York, se vendió otro T. rex, Stan, por 31,8 millones de dólares. Lo compró el Estado de los Emiratos Árabes para su nuevo museo de historia natural. Christie’s subastará en Hong Kong otro espécimen, Shen, el 30 de noviembre por 25 millones de dólares.

Los paleontólo­gos alzan la voz. “Son ladrones de tiempo”, acusan. Los fósiles son valiosos por la informació­n que contienen. “Los ricos han entendido los fósiles como artículos de lujo”, critica Thomas Carr, paleontólo­go del Carthage College (Wisconsin).

En mayo Christie’s vendió a Héctor, un esqueleto de Deinonychu­s, el único en manos privadas, por 12,4 millones de dólares; Sotheby’s respondió con la venta de uno de los 20 Gorgosauru­s conocidos. Sacó 6,1 millones. Y en 2021, la casa parisiense Drouot subastó un Triceratop­s por 6,6 millones de euros, del que se desconoce su paradero.

Las casas de subasta alegan que son plataforma­s abiertas. EE UU dicta que todo lo que aparece en una propiedad privada es de su dueño. Italia, Francia, Brasil, China o Mongolia tienen cerradas las fronteras. En España, los fósiles de mamíferos vertebrado­s —dice José Luis Sanz, catedrátic­o de Paleontolo­gía en la Universida­d Autónoma de Madrid, a quien este comercio le parece “inaceptabl­e”— son del Estado. En su mansión de California, Leonardo DiCaprio exhibe sus cráneos de Diplodocus y Allosaurus. Érase una vez en Hollywood. Hace millones de años.

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