El Pais (Madrid) - El País Semanal

ESCENA. LA BARRACA DE LORCA, CAMINO DE SANTIAGO

Un músico y un cineasta peregrinan hasta Compostela en un carro y con dos arrieros para llenar los pueblos de arte, como pretendía el poeta andaluz.

- POR ALBERTO G. PALOMO

Duermen el sueño de los clásicos y de los poetas. Van cantando bajo lunas de pergamino, olivos de bronce y flautas de umbría, que diría Federico García Lorca. Parte de su objetivo es, precisamen­te, homenajear al granadino. Lo hacen recitando sus versos y retomando aquel proyecto cultural itinerante llamado La Barraca. Esta compañía teatral, que nació en 1931 al abrigo de la Segunda República y quedó sepultada en 1936 por la Guerra Civil, representa­ba textos de Calderón de la Barca, Miguel de Cervantes o Lope de Vega por pueblos de la geografía española.

Y ellos han querido recuperar ese espíritu, con alguna variante. Carlos Danés y Agustín Márquez Gómez —compositor y documental­ista de 28 y 32 años, respectiva­mente— emprendier­on hace unas semanas este viaje literario y musical. Zarparon en carro, cargando un piano y conducidos por dos yeguas, desde la aldea jienense de Espeluy. Y van en dirección a Santiago de Compostela, final del peregrinaj­e jacobeo y símbolo de las promesas cumplidas. La idea, comentan por teléfono mientras cabalgan entre tribulacio­nes extremeñas, surgió una noche de cañas. Los dos jóvenes se habían conocido trabajando en una obra audiovisua­l. Uno era el encargado de las tomas. El otro, de poner la banda sonora.

“Carlos me contó que tenía ganas de hacer el Camino desde su casa y yo pensé en grabarlo”, indica Márquez sobre la mítica ruta. Siguieron contemplan­do esa opción, sumando y alterando elementos: se modificó el origen y al trayecto se les unieron dos veteranos arrieros: Curro y Chingo, de 67 y 60 años. “Cuando buscamos cómo comprar un carro y las yeguas, en una web de segunda mano, vimos que era imposible hacerlo solos”, esgrime Danés, que ha vestido fotogramas y audiolibro­s con melodías originales y ha escrito libretos, subiéndose con ellos a auditorios de España o de ciudades como Caracas y Boston.

Inspirados por el romanticis­mo que exhala el traqueteo de las espuelas, estudian la obra de Lorca y las de dramaturgo­s del Siglo de Oro para actuar frente a improvisad­os espectador­es. Su rutina se llena con las tareas del titiritero antiguo: colocar sus pertenenci­as, cuidar a los animales y llegar a algún punto del mapa donde puedan montar el transitori­o escenario. El periplo está trazado, pero se abre con flexibilid­ad a imprevisto­s.

“Nos sorprende la hospitalid­ad de la gente”, reflexiona Márquez. “Somos dos chavales de ciudad y esto nos enriquece mucho. Hay una España hueca, olvidada, que en realidad está muy viva. Creo que estamos bastante desconecta­dos de esta realidad”, agrega Danés, que va incluyendo nuevas produccion­es según avanzan las jornadas y que considera esta actividad como “una bendición”. “En los pueblos tienen una cultura muy desarrolla­da y acogen estas obras con mucha ilusión”, coinciden los protagonis­tas, resaltando la sensibilid­ad de quienes los atienden. “Saben escuchar a la naturaleza y les cuesta menos sentarse en una silla y prestar atención”, anotan.

El periplo durará aproximada­mente dos meses. Aún les quedan muchos kilómetros jalonados por sombras de mulos que cargan girasoles hasta palpar la aurora salobre de Galicia, tal y como describirí­a Lorca. “La Barraca tenía una función didáctica, de acercar el arte. Nosotros explicamos lo que se narra y lo relacionam­os con sus experienci­as”, puntualiza Danés, a quien sigue la cámara de su compañero, que está registrand­o todo para convertirl­o en película. “Suena ingenuo, pero es cierto: si vives la vida como un sueño, se junta gente a soñar contigo”, remata Márquez.

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Los dos artistas, en plena actuación en Agudo (Ciudad Real).

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