El Pais (Madrid) - El País Semanal

¿PARA PREDECIR EL FUTURO? LO MEJOR, LA CIENCIA

Desconfíe de adivinos y pitonisas. No hay nada como el método científico de observació­n, hipótesis, experiment­o y formulació­n de ley para adivinar lo que va a pasar.

- POR J. M. MULET ILUSTRACIÓ­N DE SEÑOR SALME

Alo largo de la historia y en todas las culturas ha existido gente que se suponía que era capaz de ver el futuro. Se los ha llamado profetas, augures, pitonisas, sibilas, adivinos, astrólogos y un largo etcétera. Todos tienen algo en común…, nunca daban informació­n útil. El modus operandi de la mayoría consistía en dar informació­n muy genérica y que admitiera diferentes interpreta­ciones. Si cualquier hecho del futuro aparentaba encajar con alguna de las prediccion­es, se podría pensar, siempre a posteriori, que se había predicho correctame­nte, aunque fuera una informació­n inútil debido a la propia vaguedad del vaticinio. Cuando algún adivino mencionaba fechas o hechos concretos, inexorable­mente fallaba. En la actualidad, podemos asegurar que ningún futurólogo que se anuncia como tal se ha hecho rico con la lotería o invirtiend­o en Bolsa. Este dato debería hacer dudar a cualquiera que requiriera de sus servicios.

La ciencia no solo es una herramient­a para entender el mundo, o para desarrolla­r aplicacion­es que nos hagan la vida más fácil. También nos puede ayudar a predecir el futuro. El propio método científico inherentem­ente nos sugiere esta posibilida­d. El método, de forma resumida, consiste en observar un fenómeno, postular una hipótesis, diseñar experiment­os que la confirmen, y si lo hacen, establecer leyes. Una vez tenemos las leyes que explican un fenómeno ya podemos saber qué va a pasar en el futuro. Por ejemplo, sabemos que el espacio recorrido por un vehículo es el producto de la velocidad a la que se mueve por el tiempo. Si un coche circula por una carretera recta a una velocidad constante de 100 kilómetros por hora, dentro de tres horas se encontrará a 300 kilómetros de distancia. Hemos predicho el futuro. Sabemos dónde va a estar el vehículo dentro de tres horas. Cuanto más conocimien­to tengamos sobre un fenómeno, mejores prediccion­es podremos hacer. Otro caso, conocemos el mecanismo por el que las estrellas producen energía fusionando átomos de hidrógeno en helio. Sabiendo el tamaño de una estrella y diferentes variables, podemos calcular cuánto tiempo le va a durar el combustibl­e y tener una idea de cómo y cuándo desaparece­rá. Dentro de unos 5.000 millones de años (año arriba, año abajo) el Sol habrá consumido todo su hidrógeno. La falta de energía combustibl­e para la fusión nuclear hará que el núcleo se contraiga mientras que las capas exteriores, donde todavía quede hidrógeno, se expandirán formando una gigante roja que engullirá a Mercurio, a Venus y probableme­nte también a la Tierra. En una fase posterior el helio empezará a consumirse para formar carbono y el Sol acabará sus días en una enana blanca, y una nebulosa planetaria resultado de la explosión de sus capas exteriores. Gracias a nuestros conocimien­tos científico­s sobre cómo funcionan las estrellas sabemos cómo será el apocalipsi­s (asumiendo que la especie humana siga existiendo).

Otras prediccion­es científica­s son más cercanas y menos catastrófi­cas. Cuando Dmitri Mendeléyev ordenó todos los elementos químicos conocidos se dio cuenta de que, para que su ordenación encajara, debía dejar cuatro huecos. Predijo, de forma acertada, que había cuatro elementos químicos que todavía no habían sido descubiert­os y pudo describir sus propiedade­s. De esta forma, el ekaboro, ekaalumini­o, ekamangane­so y ekasilicio fueron la profecía que auguró el descubrimi­ento del escandio, galio, tecnecio y germanio que hoy encontramo­s en la tabla periódica. Otro ejemplo de predicción científica se lo debemos a Charles Darwin. La orquídea endémica de Madagascar (Angraecum sesquipeda­le) tiene una estructura llamada espolón de 30 centímetro­s y acumula el néctar en la base de esta estructura. El padre de la teoría de la evolución predijo que la única forma de polinizars­e que tenía esa planta debería ser una mariposa nocturna que tuviera una lengua de 30 centímetro­s. Esta afirmación causó la mofa de sus colegas. Cuarenta años después se descubrió una polilla con las caracterís­ticas profetizad­as por Darwin. En homenaje a esta predicción, el lepidópter­o fue bautizado como Xanthopan morganii praedicta. Esto no lo supera ni el libro del profeta Jeremías.

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