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Lugares donde escapar con tu amor.
Arquitectura ultramoderna o naturaleza salvaje, cultural o relajadamente exótica, pura desconexión o diversión… Sea cual sea vuestro estilo de vida como pareja, tenemos el destino ideal para una luna de miel soñada y poco convencional.
No hay dos parejas de novios iguales. Lo sabemos, y por eso hemos preparado unas propuestas para todos los gustos. Si tu opción no hace feliz a tu recién estrenado marido o mujer, quizá puedas cambiarlo por otro (el destino, se entiende).
EDIMBURGO PARA CULTURETAS
El verano hace de la capital de Escocia el gran atractivo europeo con sus famosísimos festivales de artes escénicas. Solo desde junio a septiembre, habrá más de 3.000 espectáculos de danza, música y teatro (www.edinburghfestivalcity.com). Pero tras el show, Edimburgo ofrece una ciudad repleta de encantos: históricos y turísticos, relajados e íntimos. Los primeros son imprescindibles: el castillo, la catedral de St. Giles, el Museo Nacional de Escocia y las ruinas de la mítica abadía de Holyrood, pasando por la Royal Mile y sus pintorescos callejones anexos (no hay que perderse White Horse Close). Los segundos son perfectos para conocer otra cara de la ciudad: el jardín de Dunbar’s Close, la colina Calton y dos sugerencias románticas en los alrededores, la isla de Cramond (a la que se puede llegar a pie con la marea baja) y el faro de Newhaven al atardecer. Para dormir y amar, Nira Caledonia, elegante y discreto en New Town; o la distinguida villa 23 Mayfield. Por cierto, antes de iros, probad la experiencia culinaria 100% orgánica y artesanal de Timberyard.
DE INCÓGNITO EN EL HIERRO
Si el objetivo es perderos, no dudes de que en la más occidental de las Canarias lo vais a conseguir. Puede ser en el Parador Nacional o en el hotel Spa Pozo de la Salud, ambos, a ras del Atlántico y protegidos por las montañas volcánicas. Pero también hay un paraíso para la desconexión en Frontera, donde el hotel Puntagrande, el más pequeño del mundo, se erige sobre las entrañas del océano. Sin duda, para enamorados intrépidos. La vista panorámica
del Mirador de la Peña en Guarazoca hace que cualquier plato que os pidáis en su restaurante sepa a gloria. Igual de sorprendente que el árbol sagrado de Garoé en San Andrés; los vinos de edición limitada de la isla; los bosques de sabinas; la idílica piscina natural Charco Azul, en el Golfo, y la ruta hacia el mirador de la caldera volcánica de Fireba.
EN PUGLIA, LA VIDA ES BELLA
Calas paradisíacas entre el Adriático y el Jónico, gente guapa, hoteles-boutique, pueblos de película, una gastronomía maravillosa y lo mejor de la bella vita en la parte meridional de Italia. Señoras y señores, esto es Puglia. Vuestras muestras de amor podrían empezar en La Fiermontina, un urban resort de lujo en un edificio del siglo XVII en Lecce, pueblo conocido como la Florencia del Barroco por su arquitectura y encanto. Este es un viaje para recorrer en coche y visitar aldeas, playas y rincones inesperados desde Lecce hasta Bari, y desde Tarento hasta Santa María di Leuca. Por ejemplo, los farallones de la Torre de San’t Andrea (idílicos); las pintorescas casas típicas de Alberobelo conocidas como trulli (monísimas); el restaurante Grotta Palazzese en Polignano a Mare (indescriptible entre grutas y acantilados) y las playas de arena fina en los alrededores de Gallipoli (más que amor, pasión). Eso sí, muchas de ellas tan exclusivas que ha de pagarse por entrar, pero créenos, una luna de miel como la vuestra bien lo vale.
CIUDAD DEL CABO, EXÓTICA
Si os encanta la multiculturalidad, tenéis buenas razones para visitar esta preciosa ciudad sudafricana. ¿Por ejemplo? Su montaña icónica, Table Mountain, una de las siete maravillas naturales del mundo. Sus hoteles boutique de quitar el sentido, desde The Long Word, en Long Beach, pasando por el legendario Table Bay. Su riquísima y variada gastronomía, ya sea africana en el restaurante del proyecto 4Roomed Ekasi Culture, o más sensorial en el sorprendente Reverie Social Table, de la chef Julia Hattingh. Sus excelentes vinos, como Thelema Cabernet Sauvignon de Stellenbosh. Sus impresionantes viñedos de Franshhoek, Stellenbosh, Paarl y Constantia. La vida nocturna en Lond Street, con locales tan auténticos como Mama Africa. Sus mercados de artesanía, como el diario GreenMarket o el de los sábados Old Biscuit Mill en el barrio de Woodstock (imprescindible regatear). El atractivo muelle de Victoria & Albert. El vanguardista Zeit Museum de Arte Contemporáneo. Y el colorista barrio malayo de Bo Kaap. ¿No os parece suficiente?
CHICAGO, SOFISTICACIÓN URBANA
Con el tour Must-See organizado por la Fundación de Arquitectura de Chicago, en 90 minutos sabréis por qué es la urbe de la arquitectura por excelencia. De prueba, la panorámica desde The Ledge, una plataforma de cristal en el piso 103 de la Torre Willis, el segundo edificio más alto del país. Si las alturas os marean, escoged las elegantes calles de Gold Coast y reservad
suite en el histórico y sofisticado Ambassador Hotel, con vistas al lago Michigan; brujulead por el centro financiero The Loop, o adentraos en el animado barrio de Wrigleyville para tomar un cóctel en Zachary. Si buscáis novedades, Sawada Coffee y sus delicias cafeteras de Hiroshi Sawada bien merece una parada; al igual que la terraza de altura y gran horizonte de Cindy’s para un almuerzo o brunch. Visitas obligadas: Millenium Park, arte al aire libre (con selfie delante de Crown Fountain) y Lou Malnati’s para probar la que podría ser la mejor pizza de la ciudad. Porque sí, por extraño que parezca, la pizza es el icono de la metrópolis.
ROCOSAS PARA AVENTUREROS
Hay tanto que ver en las Montañas Rocosas canadienses, que no sabréis por dónde empezar. No os volváis locos y quedaos en el Parque Nacional de Banff. Si buscáis hotel romántico, las opciones pasan por el Emerald Lake Lodge o el lujoso Fairmount Chateau Lake Louise, ambos a orillas de dos lagos maravillosos que os dejarán sin palabras. En este viaje para parejas aventureras, conviene hacer una lista de actividades en lugares impresionantes: navegar en canoa por los 21 kilómetros del lago Minnewanka; relajarse en las piscinas termales de Banff al aire libre rodeadas de montañas; hacer una ruta a pie desde Fairview hasta Saddle Peak con vistas del pico Temple (3.543 metros), y contemplar el azul esmeralda de las aguas del lago Moraine. Si queréis más, pisad el campo de hielo Columbia, más al norte; y más al norte aún, visitad las cascadas Athabasca. ¡Deslumbrantes!