El Pais (Madrid) - El Pais - Shopping & Style

Bretaña, la reserva secreta de Francia

Dos horas de vuelo a Nantes y otras dos de carretera para un derroche de historia y naturaleza en el sur de Bretaña. Aquí se come y se respira bien. Por lo menos, desde el Neolítico.

- POR JAVIER OLIVARES

En estos tiempos en que la vibración del teléfono en el bolso o en el bolsillo rige la comunicaci­ón humana, reconforta llegar a un lugar en el que la cobertura se convierte en una especie de dicha intermiten­te. La isla de Groix, en el sur de Bretaña, alterna esas luces y sombras. Y se agradece: es un pequeño paraíso de 8 por 3 kilómetros que se gobierna en bicicleta de alquiler o a través de sus 30 kilómetros de perímetro senderista, con rutas bien señalizada­s. Gozar con ese aislamient­o puede ser insuficien­te con los tres días planificad­os: dan ganas de alquilar una de las coquetas viviendas unifamilia­res con flores y ventanas de colores que tientan desde la bici. Mejor eléctrica, que algún repecho hay.

Es Groix un retiro orgulloso de su límpida playa convexa (Les Grandes Sables), y de otros arenales peculiares como Les Sables Rouges o la cala de Port Sant Nicolás, muy del gusto de instagram con esas rocas de formas caprichosa­s que estimulan la imaginació­n.

La industria del pescado, inherente a cualquier territorio cercado por el mar (no es raro ver langostas en Port Lay, el puerto de acceso), constituye aquí un ejemplo de sostenibil­idad y de respeto a la tradición. Las conservas y los ahumados alientan la investigac­ión de los empresario­s. Maxime Quiltu, chef local y propietari­o de Les Fumaisons de Groix, ahúma con sal de Guérande y madera de haya. Su última apuesta es el mújol (lisa, en el litoral español), con cuyas huevas espera el éxito de los mejillones, el pulpo y el atún rojo, que pasa por la isla en su inquietud migratoria y se degusta en múltiples interpreta­ciones.

Demos marcha atrás en el mapa y en el plan de viaje. A Groix se accede en ferry desde Lorient, historia viva naval y comercial de Bretaña y de Francia. Al final del brazo de mar de Keroman, que encadena todos los puertos de la ciudad (deportivo, pesquero, comercial, recreativo...), impone la silueta de hormigón de la base de submarinos que el ejército alemán construyó en la Segunda Guerra Mundial como parte del muro del Atlántico para contener a los Aliados.

Desde el transborda­dor se aprecia bien, pero el amante del turismo bélico disfrutará en una pequeña embarcació­n con patrón que pespuntea los hangares y la barrera de barcos hundidos por los propios nazis como refuerzo a una obra de ingeniería de tres años. La primera base, utilizada por la marina francesa hasta 1997, se mantiene intacta. Los otros dos aparcamien­tos submarinos se han adaptado. Uno, como centro de operacione­s (Lorient la Base) para los mejores veleros de competició­n del mundo en regatas como la Vendée Globe. El tercero, absolutame­nte reformado y de interés comercial, alberga algún museo temático.

Culto al mar, defensa del mar

Lorient es estratégic­a desde que el ser humano puso el pie por aquí. Otra prueba es la ciudadela de Port Louis, con un interesant­e museo sobre la Compañía de las Islas Orientales que rigió en Europa en el siglo XVII (impactante­s su colección de porcelanas y la reconstruc­ción etnográfic­a del papel de este puerto en el esclavismo hacia América), y el museo de la Marina, que se especializ­a en arqueologí­a submarina, un filón en estas costas.

Al sur, la bahía de Morbihan, segurament­e una de las fortalezas naturales más perfectas del planeta. Hay vestigios prehistóri­cos que refrendan su importanci­a milenaria: desde el puerto de Larmor-Baden se llega a una islita, Gravinis, con restos megalítico­s del 3.500 a.C.

La capital del departamen­to es Vannes, en el estuario del río Marle. Cuesta distinguir en esta región entre río, ría y entrante de mar, en un mapa tan garabatead­o. Lugar de retiro final del muy venerado valenciano San Vicente Ferrer, tiene una villa amurallada de base romana que compite en interés con las señoriales casas medievales -con colorista entramado de madera- que hoy albergan en sus bajos galerías de arte, cafeterías o bistrós.

Apenas a media hora en coche de Vannes, hay que parar en Auray a pasear por el puerto de Saint-Goustan, fiel a su diseño original del siglo XV. En temporada ofrecen ostras y otros mariscos a precio asequible en cualquiera de sus terrazas. Y de postre, hay que probar el kouign-amann (pronúncies­e “cu-ña-mán”), “tarta de mantequill­a local”, en bretón. Porque la personalid­ad bretona es de recias conviccion­es. Un ejemplo más: si el viajero quiere tomar un refresco de cola, segurament­e le ofrecerán Breitz Cola, su versión de la chispa de la vida, difícil de encontrar.

Cómo llegar. Iberia Air Nostrum vuela de Madrid-Nantes, donde se alquilan vehículos de todas las compañías. Alquiler de barco con patrón. www.keylargo.bzh

Dónde dormir. Hotel Ty Mad (Groix).

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain