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Isla Mauricio, luz natural

La isla de Mauricio, en mitad del océano Índico, concentra rica vegetación, patrimonio natural, cielos naranjas, mezcla de culturas y las playas que uno sueña cuando piensa en una playa.

- POR USE LAHOZ

Viniendo de donde venía no es extraño que el poeta Malcolm de Chazal escribiera: “El arte es la naturaleza acelerada y Dios redujo la velocidad”. Porque el lugar de nacimiento de este intelectua­l fue Mauricio, punto de tierra encontrand­o a la sombra de la isla de la Reunión en el que la naturaleza tiene mucho que decir y el tiempo se ralentiza para llevar la contraria al mundo. Hay mucho por hacer en esta isla cuya historia viene marcada por el pasado colonial y la huella que han dejado en ella portuguese­s, holandeses, franceses y británicos, huellas visibles hoy en comercios, actitudes, monumentos y, cómo no, en la lengua, pues por más que todo el mundo se exprese en el criollo autóctono, se habla francés e inglés de manera muy digna. A su mezcla cultural se debe sumar la India, a donde, sin duda, mira la isla en la actualidad.

Entre sus reclamos, en una península situada en el extremo sudoeste, la isla cuenta con un paraje Patrimonio de la Humanidad: Le Morne Brabant, joya natural con forma de montaña y de morfología hipnótica. Alrededor de ella se extienden playas con visitantes o pescadores, poseídos por la serenidad que transmite el horizonte y la que irradia el monte. Ya sea a contraluz o con el sol dorando su cumbre de roca basáltica, su perfil resulta cautivador. Es historia viva, pues sus cuevas escondiero­n a muchos esclavos durante el siglo XIX. Mauricio es también la escenograf­ía de varias novelas del premio Nobel francés Jean Marie Gustave Le Clezio, ya que aquí pasó parte de su infancia y aquí vive parte del año. “Casi todo en esta pequeña isla parece perfecto, simple y emotivo. Se respira aquí una enorme paz, una dulzura, esa impresión de que existe un tiempo mayor que mi vida”, escribió.

Una isla exuberante

En la capital, Port Louis, el mercado concentra todo tipo de alegrías para la vista, el olfato y el paladar. Entre tantos colores y aromas, entre tantas especias coloridas, el influjo de la cultura india se revela prioritari­o. Hay quien se atreve a pedir la bebida “oficial”: el alouda, un sorbete dulzón de agar, leche y aromas. El puerto nos remite al pasado inglés, la cantidad de pubs en los que beber cerveza hablan bien de ello. A apenas veinte minutos, en la localidad de Pamplemous­ses se encuentra uno de los jardines botánicos mejor considerad­os del mundo. El estanque con los nenúfares gigantes no puede ser más fotogénico.

aux Cerfs es el nombre del volcán inactivo y lleno de vegetación que se encuentra en mitad de la isla y que alcanza los 605 metros de altura. Más pintoresco es el Gran Bassin, lago sagrado y lugar de peregrinac­ión para miles de hindús que llegan a venerar al dios Shiva. Precisamen­te una estatua de Shiva de 33 metros de altura da la bienvenida al lago Ganga Talao, alrededor del cual se suceden templos coloridos y estatuas de divinidade­s. El Parque Natural Black River es accesible y muestra esa sorprenden­te exuberanci­a de la naturaleza.

Playas para desconecta­r

Capítulo aparte merecen las playas del este, que encandilar­on a Quim Gutiérrez y Carmen Machi durante el rodaje de la película Amor de madre, rodada en parte en esta isla y en la que un joven plantado el día de la boda decide ir con su madre de luna de miel para no perder el dinero.

De entre todas las playas, la mejor es Belle Mare, que se alarga ante el Hotel Residence (cenizaro.com), ideal para pernoctar y que hace honor a su nombre, residencia, lugar para no salir. Más allá del exquisito trato y de su arquitectu­ra colonial, el nivel gastronómi­co es de altos vuelos, sobre todo en su restaurant­e The Plantation. En la carta no faltan platos tradiciona­les como el Mine Frit o el curry, pero su fuerte son los pescados y mariscos. Si la estancia coincide con una Soireé Langouste, hay que “hacer un esfuerzo”.

Desde esta playa, los atardecere­s concentran en el cielo una amplia gama de colores. La despedida de la luz incendia el horizonte y reaparecen los versos de Chazal: naturaleza, velocidad, desacelera­ción del tiempo. Mientras el color del agua se oscurece, los últimos rayos de claridad desangran el ocaso y pescadores y turistas celebran desde la arena el detalle antes de volver al agua para sentir el peso de la gravidez de la luna llena. Gracias a lugares así, Mauricio se ha ganado un prestigio como destino paradisiac­o, adjetivo que para nada le viene grande.

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