El pacto migratorio de la ONU se convierte en blanco del nacionalismo
Por primera vez en la historia de la ONU, la gran mayoría de sus miembros —unos 180 de los 193 que integran la organización— han llegado a un acuerdo para ordenar y dar seguridad al flujo de migrantes. El pacto, no vinculante, es el fruto de 18 meses de negociaciones sobre el asunto más inflamable
Redactado en el tono de las intenciones y con la vaguedad necesaria para acomodar los intereses de todos, el pacto es un esfuerzo común pionero para abordar la migración desde un punto de vista integral, contemplando desafíos y oportunidades. Pone el acento en asuntos elementales como la seguridad de los migrantes —en “salvar vidas”—, en que tengan acceso a servicios básicos al margen de si están en una situación irregular o no, en combatir el tráfico de personas, la trata y la discriminación, y en promover la inclusión en las sociedades de llegada. Junto a fines como fomentar y divisivo de la agenda política mundial. Lo que se va a adoptar en Marraquech se llama Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, un primer marco de cooperación que se ha convertido en escenario de la tensión entre la oleada nacionalista que avanza en Europa y EE UU y la necesidad de actuar sobre un fenómeno global.
las vías de migración regular, también habla de facilitar el regreso y de “minimizar los factores adversos y estructurales que obligan a las personas a abandonar su país de origen”.
Los Estados Unidos de Donald Trump se habían apartado del acuerdo desde el principio. Luego se esfumaron Israel y Australia; Chile anunció ayer que no firmará el texto. Pero donde el pacto ha desencadenado un incendio político es en Europa, donde hasta ahora solo se había desmarcado Hungría con la cruzada antimigratoria de Viktor Orbán. Las fuerzas ultranacionalistas de varios países
se han lanzado en las últimas semanas con furia a escenificar su rechazo al texto que habían pactado en julio.
Creen que es un intento de socavar la soberanía nacional —aunque el pacto dice explícitamente lo contrario: que los Estados deciden su política migratoria— y una forma velada de reconocer derechos a los migrantes que alentaría las llegadas, pese a que el texto no les reconoce más derechos que los humanos y especifica que solo los refugiados tienen una protección jurídica especial.
En Bélgica, la negativa a respaldar el texto por parte de la derecha El Pacto Mundial para la Migración incluye 23 objetivos. Es el primer documento global sobre el fenómeno que ofrece un marco de cooperación para gestionarlo.
Entre los 23 objetivos figuran luchar contra el tráfico de personas, la trata y la discriminación, que tengan acceso a los servicios básicos y que se recurra a la detención como última opción.
El acuerdo aborda la dimensión económica de la migración y pide una contratación “ética” y que se facilite el envío de remesas y la portabilidad de las prestaciones que generen como trabajadores.
abruptamente, cuando tan solo había transcurrido media hora de su inicio, y convocaron a los medios para hacer público su enfado. Ante la prensa, el presidente de la N-VA, Bart de Wever, situó al Ejecutivo con el respirador artificial. “Este Gobierno todavía existe, pero el primer ministro despegará como primer ministro de la coalición sueca y aterrizará como primer ministro de la coalición Marraquech”, advirtió. Michel no esperó a que sus socios dieran el portazo. Agradeció a sus compañeros de viaje los servicios prestados y se mostró decidido a seguir encabezando el país sin ellos, apoyándose en los otros dos socios de Gobierno.
Tras el enfrentamiento propiciado por los nacionalistas flamencos pueden esconderse cálculos electorales. La N-VA ha nacionalista flamenca se ha llevado por delante al Gobierno de coalición del que formaba parte. Roto el Ejecutivo, el país estará en Marraquech. Austria, que ejerce la presidencia rotatoria de la Unión Europea, se ha retirado del acuerdo porque teme que genere precedentes para el derecho a migrar. Polonia, República Checa, Eslovaquia y Bulgaria han hecho lo mismo, encastillados en una visión negativa de todo lo que tenga que ver con las migraciones.
Crisis de 2015
Italia ha criticado el pacto y deja en suspenso la decisión de si lo adoptará o no y en Alemania, la canciller, Angela Merkel, se ha visto obligada a someterlo a la aprobación del Parlamento tras una intensa campaña de la extrema derecha en redes sociales. Todo esto pese a la flexibilidad con la que se ha planteado: el pacto no es vinculante, no exige una partida económica directa y el seguimiento se hará cada cuatro años.
En este panorama, EE UU, que no quiso involucrarse ni en la negociación del documento, vio oportuno recordar hace dos días por qué. En un comunicado de su Embajada ante la ONU afirma que el pacto está “a favor de la migración” y que no tiene en cuenta que una “inmigración legal bien gestionada debe empezar y terminar con controles nacionales efectivos de las fronteras”. Defiende su soberanía para decidir a quién admite en su territorio —lo que el pacto no cuestiona—, critica que no distinga “adecuadamente” entre migrantes regulares e irregulares y advierte que el texto de la ONU pretende acabar generando directrices internacionales vinculantes.
El acuerdo migratorio ha hecho supurar las heridas de una Europa que gestionó dividida la llegada de un millón de personas en 2015, muchos de ellos huyendo de la guerra en Siria. La retórica xenófoba ha ido ganando terreno desde entonces y ha visto en la cita de Marraquech la plataforma perfecta para hacerse oír. Pese a las críticas, el pacto es el principal esfuerzo conjunto para gestionar de un modo racional el movimiento migratorio creciente. En este momento hay 257 millones de personas que se han trasladado a vivir en otro país, el 3,4% de la población mundial, y miles más están en camino.
representado en la teoría una derecha más moderada que el Vlaams Belang, si bien su responsable de Migración, Théo Francken, forma parte del núcleo duro antinmigración en Europa, y ha admitido que algunas de sus políticas se inspiran en el ideario del Vlaams Belang. El temor a que cualquier cesión sea aprovechada por los extremistas para capitalizar el rechazo al inmigrante está sobre la mesa después de su avance en las últimas elecciones municipales.
La compleja arquitectura del Gobierno, también apodado la Coalición Kamikaze por la disparidad ideológica de sus miembros, muere así en la orilla, a apenas unos meses de la cita electoral, tras haber sobrevivido a más de cuatro años de legislatura contra todo pronóstico.