Un pacto para equilibrar la demografía ayudaría a transmitir el mensaje de que la UE se preocupa también por los problemas sociales
como el equivalente demográfico de la deuda pública: su aumento convierte a un país en más inestable y transfiere los costes al futuro (a cargo de las nuevas generaciones).
Además, si el déficit del sector público —es decir, la divergencia del gasto anual respecto a los ingresos de un Estado— alimenta la deuda nacional, la distancia entre el número medio de hijos por mujer y el umbral de reemplazo generacional eleva la tasa de dependencia de la población anciana. Pero hoy no existe ningún pacto de estabilidad que obligue a los Estados miembros a contener esta divergencia.
Si hablamos de “déficit demográfico” para señalar cuánto se aparta la fertilidad de un país del umbral de equilibrio del 2,1, obtendremos una imagen más articulada: algunos Estados no divergen en exceso, otros han activado políticas de recuperación, parámetros financieros, sino también por fortalecer el modelo social común y el bienestar de las familias. La mejora de la natalidad, en efecto, va indisolublemente unida al fortalecimiento de la condición juvenil y del empleo femenino, como lo demuestran las políticas de éxito implementadas en distintos países.
De no mediar intervención para corregir este déficit, resultará cada vez más difícil equilibrar en el futuro las propias cuentas públicas.
Alessandro Rosina es profesor de Demografía y Estadísticas Sociales en la Facultad de Economía de la Universidad Católica de Milán, donde dirige el Departamento de Ciencias Estadísticas y el Centro de Estadística Aplicada en Economía y Negocios. Traducción de Carlos Gumpert.