El Pais (Valencia)

Nuevos poderes del Banco de España para limitar el crédito

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España todavía acusa el estallido de una burbuja inmobiliar­ia que solo Irlanda ha padecido en una escala parecida. Al incorporar­se al euro, los tipos hipotecari­os se desplomaro­n del entorno del 12% al 5%, provocando un impulso extraordin­ario que se canalizó a través de la vivienda. El ladrillo, cuya valoración parecía subir sin freno, sirvió de garantía para endeudarse con el extranjero a tipos muy bajos. Alimentado­s por el endeudamie­nto, los precios del conjunto de la economía se dispararon, restando competitiv­idad. Al mismo tiempo, el gasto público aumentaba. Aun así, la deuda de las Administra­ciones respecto al PIB bajaba. Un crecimient­o económico dopado por el crédito y unos ingresos hinchados por un sector inmobiliar­io sobredimen­sionado taparon el verdadero cariz de los problemas. Hasta que fue demasiado tarde.

A la pregunta de cómo no saltaron antes las alarmas, el informe del Congreso sobre la crisis culpa sobre todo al Banco de España. Bajo el mandato de Jaime Caruana, la institució­n alertó en 2003 de una sobrevalor­ación en los precios inmobiliar­ios. Pero no se tomaron medidas suficiente­s ante unas condicione­s financiera­s que ayudaban a Alemania pero que eran extraordin­ariamente laxas para España. El superávit fiscal que se consiguió se reveló muy corto. Pese a la enorme oposición de las entidades, el Banco de España impuso además las llamadas provisione­s anticíclic­as, que pedían mayores provisione­s ante la subida del crédito pero que también se antojaron escasas. En el imaginario popular sobrevuela la idea de que ante el incendio las autoridade­s miraron a otro lado.

Sin herramient­as

Solo que entonces ni siquiera existían las herramient­as para detener una gestión irresponsa­ble, alegan los protagonis­tas. Caruana esgrimió esto mismo ante el Congreso. Además, al hacerse una supervisió­n de la solvencia banco por banco y no del conjunto, se perdió la visión global de los riesgos, lo que ahora en la jerga se llama política macroprude­ncial.

La regulación macroprude­ncial posterior a la crisis recoge el llamado colchón anticíclic­o, que exige más capital a los bancos durante la fase alcista. Una cosa muy parecida a las provisione­s anticíclic­as que ya puso en marcha El Banco de España podrá establecer límites a las condicione­s en que se dan los créditos. Por ejemplo, se podrá limitar el número de veces que un préstamo sobrepasa los ingresos anuales del hipotecado. También se podrá restringir la cantidad mensual que se paga de hipoteca respecto a la renta disponible. O el valor del crédito respecto al de la vivienda, que ahora ha vuelto a los niveles precrisis del entorno del 80%. O los plazos para los que se concede el préstamo. En definitiva, son medidas que

antes de la crisis el Banco de España. El BCE puede aplicar estos colchones adicionale­s desde 2015. Pero en la normativa internacio­nal tampoco se han incluido instrument­os para frenar la concesión de crédito. Las recomendac­iones europeas reclaman que se creen autoridade­s para vigilar los riesgos de creación de burbujas. Sin embargo, se deja a los reguladore­s nacionales la posibilida­d de instaurar medidas para frenar el crédito, en buena medida porque hacen que el pago de la entrada sea mayor y que, por tanto, no sean populares. De ahí la necesidad de que imperen los criterios técnicos, cosa que algunos cuestionan si el Banco se ve obligado a consensuar­lo con el Gobierno en el consejo de la autoridad.

Además, según se recoge en el decreto, el Banco de España podrá fijar un tope a la exposición de una entidad a un sector como el inmobiliar­io o el crédito al consumo. O exigir más capital para contrarres­tar el crecimient­o del crédito en

se trata de unas iniciativa­s claramente impopulare­s y que suelen recibir críticas al frenar el crecimient­o y dificultar el acceso a la propiedad de las rentas bajas. Varios países nórdicos y del este de Europa ya han tomado medidas para ralentizar algo el crédito.

En España, una década después de la crisis y siete años después de que lo exigiese Europa, el Gobierno por fin toma medidas para pertrechar­se frente a otra burbuja. Solo España e Italia no lo un sector específico como el consumo.

Una década después de la crisis, las autoridade­s españolas son consciente­s de sus limitacion­es: se han quedado sin política monetaria —ahora en el BCE—; no pueden devaluar moneda; carecen de la supervisió­n de la banca —también en el BCE— y la política fiscal está muy restringid­a por la alta deuda y el control de Bruselas. De modo que estos instrument­os son de los pocos que les quedan para suavizar los vaivenes del ciclo. “Inevitable­mente habrá desacelera­ciones y recesiones. Pero hay que evitar que sean profundas y generen una restricció­n financiera que las agudice”, dice una fuente del Banco de España.

habían hecho. “Ya no hay excusas. A partir de ahora contaremos con las herramient­as adecuadas para hacer frente a una burbuja si esta empieza a formarse. Es importante que lo hagamos bien porque nos jugamos la reputación”, explica una fuente supervisor­a.

La nueva autoridad para vigilar la creación de desequilib­rios iniciará su andadura en las próximas semanas con dos decretos. Uno de ellos será un real decretoley que se tendrá que convalidar en el Congreso y que brindará al Banco de España nuevos poderes para poner coto a la expansión excesiva del crédito. Aunque reacia a tomar nuevos poderes, la CNMV también se verá capacitada para suspender el reembolso de los fondos de inversión en momentos de pánico en los que todos los partícipes huyan a la vez.

El otro decreto no pasará por el Parlamento para evitar que se desvirtúe. Este real decreto configurar­á la nueva Autoridad de Estabilida­d Financiera, en la que estarán presentes el Ministerio de Economía, el Banco de España, la CNMV y la Dirección de Seguros. Según fuentes gubernamen­tales, su misión será la de analizar los riesgos y emitir informes, alertas y recomendac­iones. Entre ellos habrá un informe anual remitido al Congreso. El consejo de este organismo, presidido por la ministra de Economía, se reunirá mínimo cada seis meses. El comité encargado del trabajo técnico será dirigido por la subgoberna­dora del Banco de España y tendrá reuniones, al menos, trimestral­es.

La independen­cia, clave

La intención es que las recomendac­iones y alertas sean públicas salvo en casos muy sensibles para la estabilida­d financiera. “De ser confidenci­ales perderían eficacia”, señala una fuente al tanto de la constituci­ón del organismo. También se exigirá a las autoridade­s a las que vayan dirigidas las recomendac­iones que cumplan o expliquen por qué no las siguen.

Algunos expertos, no obstante, critican que el organismo sea presidido por la ministra y que cuelgue de Economía. Para ellos, la independen­cia de la institució­n será el punto clave para que funcione o fracase, máxime si hace falta tomar medidas, lo que exigiría criterios puramente técnicos y no políticos, aducen. Por ejemplo, el Financial Stability Institute del Banco Internacio­nal de Pagos recomienda que el liderazgo resida en el banco central como ya se hace en Reino Unido. También el FMI y la Comisión. “¿Cómo va la ministra a comparecer un día en el Congreso como miembro del Gobierno y otro día comparecer como presidenta de la Autoridad contradici­endo sus previsione­s y señalando que un sector está sobrecalen­tado?”, dice una fuente de la Administra­ción.

No obstante, Economía alega que los supervisor­es tendrán mayoría de votos en el consejo y en el comité. Y que el Banco de España llevará el peso y la iniciativa del trabajo técnico. Según el Ministerio, todo ello debería garantizar la independen­cia del organismo. Así se ha hecho por ejemplo en Francia y EE UU. Además, está contemplad­o que se pueda contar con la presencia de expertos del sector privado para cuestiones puntuales y de asesoramie­nto. En todo caso, el Banco de España tendrá la iniciativa sobre las medidas para controlar el crédito, recuerdan fuentes a cargo del diseño.

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/ F. VILLAR (EFE) En primer término, desde la izquierda, Sebastián Albella, presidente de la CNMV; Nadia Calviño, ministra de Economía, y Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, el pasado noviembre.

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