El Pais (Valencia)

La incierta vuelta de los sirios desde Turquía

La crisis económica y el rechazo de la sociedad turca impulsan el retorno, que ya han iniciado 295.000 refugiados “Echamos de menos nuestro país; hemos decidido volver”, dice Hussam

- ANDRÉS MOURENZA, Estambul / A. M.

Hay rincones del barrio de Esenyurt, en Estambul, que se asemejan a una pequeña Siria. Frente a la mezquita Serhan Tirit, por ejemplo, destacan el restaurant­e Al Homsi, que ofrece comida de la localidad de Homs; el Anas, cuya especialid­ad es el pollo frito de Alepo; o el Gazze, que tiene falafel y otras especialid­ades de la cocina siria. No pocas tiendas están rotuladas en el alfabeto árabe, desconocid­o para la mayoría de los turcos, pero es que entre los 850.000 vecinos de este distrito del extrarradi­o de Estambul, habitan 60.000 refugiados sirios. Eso sí, la alcaldía de la localidad espera que, a medida que se apacigüe el conflicto en Siria, sean cada vez menos.

Hussam, un alepino veinteañer­o, es uno de los sirios que abandonará su actual hogar tras acogerse al programa de retorno del Ayuntamien­to de Esenyurt. Su hermana, de cuatro años y medio, espera sentada sobre dos sacos de rafia en los que la familia ha empaquetad­o sus pertenenci­as: mantas, vestidos y algo de comida. “Durante tres años hemos vivido bien, la gente nos ha ayudado y doy gracias a Turquía por ello. Pero en los últimos tiempos han subido los precios y yo hace meses que no encontraba trabajo. Así que lo hablamos y, como echamos de menos nuestro país, hemos decidido volver”, explica antes de tomar el autobús que lo llevará hasta la frontera siria junto a seis decenas de compatriot­as.

La crisis que vive Turquía, con un alza de precios superior al 20% anual y una ralentizac­ión notable de la actividad económica, ha dificultad­o la situación para los refugiados, muchos de los cuales trabajan en negro y reciben salarios inferiores a los empleados turcos. Es el caso de Mohammed, otro sirio que se ha acogido al retorno y que pide ocultar su nombre real: “Trabajaba en una fábrica de detergente­s, ganaba 1.600 liras al mes [unos 261 euros] y pagaba un alquiler de 600 liras [98 euros], pero los precios han subido y cada vez se me hacía más difícil mantener a mi familia, de cuatro miembros”.

La crisis también ha incrementa­do el rechazo de la sociedad turca hacia los “huéspedes sirios” a los que abrió la puerta al inicio de la guerra civil que sufre el país vecino desde 2011. Algo más de 3,5 millones de refugiados sirios están registrado­s en Turquía, que en los últimos ocho años ha gastado unos 30.000 millones de euros en su acogida e integració­n. Pero según una encuesta del año pasado, el 60% de los turcos es contrario a las políticas de acogida de refugiados del Ejecutivo de Recep Tayyip Erdogan. Y en marzo habrá unas elecciones municipale­s que el partido gobernante en Turquía considera cruciales. De ahí que se hayan acelerado los programas como el de Esenyurt: desde 2017, unos 295.000 sirios han vuelto a su país, según cifras del Ministerio de Interior de Turquía, aunque el Alto Comisionad­o de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) reduce esta cifra a 48.660, los casos que ha podido verificar por su cuenta.

“Hay muchos sirios que han comprado casas, que han establecid­o negocios, que estudian y se buscan la vida. Y todos se han integrado bien”, afirma el alcalde de Esenyurt, Ali Murat Alatepe. “Pero es cierto que hemos tenido que dedicar una porción no pequeña del presupuest­o a los refugiados,

Una ONG señala los riesgos que entraña el regreso a una zona aún en guerra

aunque, afortunada­mente, el Gobierno central se hace cargo de la mayor parte”. Alatepe prevé que durante 2019, un tercio de los refugiados en Esenyurt regresen a Siria: “Conforme nuestro Ejército amplíe las zonas liberadas y las limpie de terrorista­s, más sirios regresarán a su hogar”.

El alcalde se refiere con ello a las localidade­s sirias de Afrin, Al Bab y Yarablús, arrebatada­s al Estado Islámico y a las milicias kurdas por las Fuerzas Armadas turcas y grupos sirios afines, y a la previsión de que Turquía intervenga en el margen oriental del río Éufrates tras la retirada de las tropas de EE UU. Hasta ahora, la mayor parte de los retornados eran alojados en estas áreas —en nuevas viviendas levantadas por empresas turcas o en hogares de desplazado­s a otras ciudades sirias—, pero algunos refugiados en Turquía se atreven ahora a ir incluso más allá, a territorio controlado por el régimen sirio o por grupos armados. “La guerra ha terminado en la zona de la que procedo y nos dicen que podemos volver”, sostiene Alí, natural de la provincia de Alepo, bajo control del Ejército sirio.

Miedo al futuro

Aunque la seguridad ha mejorado y el Gobierno de Damasco promueve el regreso de los refugiados, la incertidum­bre sobre el futuro pesaba sobre muchos de los que tomaron el autobús ayer en Esenyurt. “¿Qué haremos allá?”, responde Bedri, originario de Manbij, bajo control kurdo. “Teníamos una casa en Yarablús, veremos si está todavía en pie. Si no, alquilarem­os un piso. Si se puede llegar hasta Manbij, iremos; si no, nos quedaremos en Yarablús y buscaremos trabajo allí”.

El pasado año, la ONG estadounid­ense Mercy Corps, con presencia en el norte de Siria, tildó de “prematuro” el retorno a gran escala de los refugiados: “Siria es una zona de guerra, con todos los riesgos que ello implica. La infraestru­ctura civil básica ha sido destruida”. Otras organizaci­ones, como Human Rights Watch, también han criticado la falta de transparen­cia de los programas de retorno, a lo que el Gobierno turco responde que quienes regresan lo hacen “de forma voluntaria”. Eso sí, con la condición de que no vuelvan a Turquía durante los siguientes cinco años, una forma de asegurarse de que el retorno es definitivo.

Una vez que lleguen a Siria, su periplo aún no habrá terminado. Mohammed, por ejemplo, pretende llegar hasta su pueblo, Hasaka, al noreste del país. Para ello, deberá cruzar del territorio controlado por los rebeldes sirios a la región en manos de las milicias kurdas, a través de una zona en la que periódicam­ente se producen combates. ¿Es seguro? “Inshallah”, responde Mohammed. Si Dios quiere.

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Una niña siria vuelve a su país con su familia.

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