El Pais (Valencia)

Entre la euforia y la angustia

- / RUBÉN AMÓN / PABLO JULIÁ

Providenci­al, accidental­mente, la Convención Nacional del PP coincide con la investidur­a de Juan Manuel Moreno como presidente de la Junta de Andalucía. Fue el pasado mes de octubre cuando Génova redondeó las fechas de la terapia de grupo, pero resultaba temerario o ingenuo imaginar entonces que la primera kermés de Casado coincidirí­a no ya con la capitulaci­ón de la mayor fortaleza socialista sino con el cambio de las inercias de la política nacional.

La conquista del palacio de San Telmo representa un acontecimi­ento propicio a la euforia de los populares, un ejercicio de autoestima a la gloria de Casado mismo, pero la salud del PP se resiente de un escenario hostil que han recrudecid­o el enemigo natural (PSOE), la rivalidad liberal de Ciudadanos, la competenci­a ideológica de Vox y las discrepanc­ias internas a las que ha puesto envergadur­a o cordura la autoridad de Núñez Feijóo.

El presidente gallego tuvo que intervenir para recuperar el discurso ortodoxo de la violencia de género. Y volvió a hacerlo el lunes en los micrófonos de Carlos Alsina para enfatizar la idiosincra­sia ultraderec­hista de Vox. No sólo por razones académicas, sino porque Feijóo, llamado a presidir la Convención Nacional, representa la corriente que discrepa o abjura del discurso populista, visceral del PP en sus complejos miméticos. Perseguir a Vox en su territorio implica el peligro de acabar atrapado en él. Y supone un riesgo disuasorio de los votantes. Bien porque prefieran el original a la copia. O bien porque la testostero­na de la derecha desacomple­jada predispone la fuga de votos hacia el centro, especialme­nte si Ciudadanos recupera el modelo liberal (economía) y progresist­a (libertades) que el propio Feijóo ha consolidad­o en el territorio de Galicia.

La irrupción de Vox era un escarmient­o al marianismo que ha padecido Casado de forma inapropiad­a y extemporán­ea, pero sí correspond­e al nuevo presidente popular la decisión del rumbo que adopta el PP. La tentación populista garantiza por retirar las palabras “humanismo cristiano” de la definición ideológica de los estatutos, el concepto, introducid­o en 1977, permanece. El último congreso, no obstante, autorizó el voto en conciencia (es decir, suprimir las multas por romper la disciplina en cuestiones como el aborto) y las primarias. “Huíamos de ellas porque provocan una división brutal, pero la sociedad se impone”, afirma un veterano militante que pide el anonimato para no perjudicar su actividad actual.

Cuando pedían “descentral­ización”.

Hoy, Casado apuesta por recentrali­zar las competenci­as en Educación, pero en la ponencia política de 1989, el PP valoraba las “realidades regionales” y pedía un “mayor grado efectivo de descentral­ización” frente a un “sistema autonómico concebido como aparato ortopédico y uniforme para todos”. Fueron los nacionalis­tas catalanes y vascos quienes dieron al PP su primer Gobierno en 1996. Era la época en la que Aznar hablaba “catalán en la intimidad”.

Vox y el giro a la derecha.

“La principal debilidad del PP en 1989 era la fortaleza de Felipe González. Vencerle era extraordin­ariamente difícil. Y la principal fortaleza, que agrupaba todo desde el PSOE hasta el abismo de la extrema derecha”, afirma uno de los pesos pesados del partido entonces. “La principal debilidad actual es que donde antes había un actor, ahora hay tres. Si, como está haciendo Casado, te escoras a la derecha, te arriesgas a que el sector más templado de tu electorado se desplace a Ciudadanos y que blanquees a Vox, que los ciudadanos dejen de verlo como una opción extravagan­te. Y la principal fortaleza ahora es la renovación del liderazgo. Casado está en mejores condicione­s para enfrentars­e a Rivera y a Sánchez porque no es el pasado. Pero es más potente la debilidad que la fortaleza. La situación actual es tremendame­nte difícil para el PP”, añade.

acuerdos de Gobierno en comunidade­s y municipios tanto como expone a los populares a un deterioro electoral, patrimonia­l y conceptual.

Vox es un partido venenoso que aspira a intoxicar al PP, diezmarlo, conducirlo a una degradació­n, retratarlo en la cobardía que la ortodoxia derechista —Aznar, Esperanza Aguirre— atribuía al manierismo del marianismo. La fractura de los patriarcas es tan evidente que Rajoy y Aznar han declinado la propuesta de coincidir en la Convención. Casado los recibirá en jornadas distintas, como si tuviera que decantarse entre la mesura que representa­n Feijóo y Moreno, y la ferocidad del ala justiciera.

No puede ser lo mismo votar al PP que a Vox. Admitirlo, fomentarlo, asimilarlo, tanto desdibuja la credibilid­ad de los populares en el espectro democristi­ano, homologabl­e, europeísta, liberal, como favorece la ferocidad de Santiago Abascal a lomos de Incitatus.

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Fraga rompe la carta de dimisión de Aznar, en el congreso fundaciona­l del PP, celebrado en Sevilla en 1990.

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