“La presión es tremenda”
La Brigada de Salvamento Minero de Asturias espera para localizar al niño Si el menor no está en la cota de los 80 metros habrá que perforar a los 100
Los miembros de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias serán los primeros en ver a Julen, el niño de dos años que se cayó por un pozo de un centenar de metros el pasado domingo en Totalán (Málaga). No se sabe, eso sí, cuándo. Ese cuerpo de élite ha sido desplazado en un avión del Ejército para ejecutar la última misión de un rescate que ayer desechó la opción de ejecutar una galería horizontal que fuese a dar con el pozo. “Trabajar en horizontal, pegar contra la piedra, la evacuación de escombros… La roca está relativamente dura, es conglomerado”, dicen fuentes conocedores de la operación frustrada, que recuerdan que en minería se utiliza explosivo cuando las máquinas ya no dan más. “Verticalmente será más fácil”.
Tras perforar el pozo paralelo al que está atrapado Julen, que tendrá unos 80 centímetros de diámetro y estará entubado y protegido para que no se hunda ni se filtre agua, los mineros bajarán por un torno con un martillo de aire comprimido y un instrumento para cortar la madera y poder postear, es decir, crear el armazón con postes para aguantar la presión de la tierra. Antes de eso, cuando llegue abajo el primer brigadista intentará conectar su pozo con el de Julen para meter una cámara y comprobar si el niño se encuentra a esa altura, a los 80 metros, debajo del tapón de tierra formado en el pozo. De no estar allí, habría que continuar perforando de la cota 80 a la cota 100.
¿Dónde está? Ésa es la pregunta que circula con más obsesión en el dispositivo de búsqueda. “Estos pozos suelen tener abajo corrientes subterráneas, incluso puede haber alguna cavidad”, dice un minero. “Ahí abajo puede haber hasta una cueva, porque en su día pasó el agua y quedó una cavidad suficientemente grande”.
En Totalán están a la espera ocho miembros de una brigada que se remonta en el tiempo hasta 1912, cuando actuó por primera vez tras una explosión de grisú, sin heridos, en el pozo de María Instalarán una cubierta de madera sujetada con pilares para aportar estabilidad y dar seguridad a los bomberos que ejecuten finalmente el rescate.
Hasta ayer, las esperanzas estaban puestas en llegar hasta el niño a través de una galería horizontal, que tendría una inclinación de 15 grados y una longitud de entre 50 y 80 metros. La opción está cada vez menos clara. Durante la madrugada surgieron problemas en los primeros sondeos debido a la gran inestabilidad de los terrenos. Se pensaba utilizar una pequeña tuneladora, pero debido a las dificultades halladas se analizan otras alternativas para perforar el monte. La idea no se descarta porque el operativo quiere seguir teniendo todas las alternativas posibles para rescatar al niño. “Mientras más accesos, mejor”, subrayó García Vidal. Tampoco se desecha la extracción de materiales para eliminar el tapón que impide llegar al hueco donde debería estar Julen, pero la labor ha demostrado una lentitud que la hace casi inviable. El cómo está cada vez más claro, pero el cuándo se podrá rescatar a Julen sigue siendo una incógnita.
Luisa de Langreo. Para ser parte de este grupo de rescatadores hay que tener seis años de categoría (picadores, barrenistas, electromecánicos, mineros de primera) y llevar diez en Hunosa, la empresa que sostiene la actividad de salvamento. Y superar pruebas físicas y mentales.
Santiago Suárez García fue el jefe de esa brigada de 2005 a 2009. “Lo que nos distingue es el trabajo en atmósferas irrespirables —potencialmente explosivas o sin oxígeno— con equipos de respiración autónoma de larga duración. Eso pesa 14 kilos y hay que llevarlo a la espalda. Para entrar hay que demostrar que se puede respirar del aire de los equipos. Eso exige muchísima fuerza, muchísima capacidad pulmonar”.
En la enorme base de Langreo se construyó un circuito en el que hay que pasar por un tubo de 50 centímetros con el equipo a la espalda. “Si no coges con él, lo pones delante”. Hay que desplazarse por una especie de laberintos y enfrentarse a diversas dificultades, entre ellas detectar a otra persona entre el humo. “Dentro de la mina hay que acostumbrarse a trabajar con visibilidad cero, y eso se tiene que entrenar en el exterior porque en un túnel, y con riesgo real, es diferente. Si hablamos de galerías muy pequeñas lo que haces son barridos. Ponerse en hilera, a veces con cuerdaguía, ir tanteando poco a poco”.
Cuando fue director, Suárez insistía en una característica de las pruebas psicológicas: que los brigadistas supiesen, antes que cualquier cosa, trabajar en equipo y saber integrarse en él. “En la estación de salvamento estamos 24 horas y los turnos son de 7/8 horas; somos una familia. Comes allí, duermes allí. Por bueno que seas individualmente, en ese trabajo necesitas a dos personas al lado. Y esto por ley: en un rescate tiene que haber siempre un mínimo de tres personas bajo la tierra por si un compañero desfallece. La presión es tremenda”.