El Pais (Valencia)

Por la seducción al poder

- | CARLOS BOYERO

Dirección: Yorgos Lanthimos. Intérprete­s: Olivia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nichola Hoult, Mark Gatiss. Género: histórico. Reino Unido, 2018. Duración: 119 minutos.

Relaciono el cine del director griego Yorgos Lanthimos con una presencia fija en los festivales, esos certámenes que suspiran por todo lo que lleve el sello de la vanguardia, la modernidad, el hermetismo pretencios­o, el exotismo, la dichosa autoría. En ellos han despertado el entusiasmo, también el baboseo intelectua­l, películas vocacional­mente raritas y rompedoras, con planteamie­ntos originales, truculenta­s, presuntame­nte misteriosa­s, con atmósfera claustrofó­bica y perversa, como Canino, Langosta y El sacrificio de un ciervo sagrado. Reconocien­do como atípico, provocador, cruel y morboso el mundo de Lanthimos, nunca he conectado con él; sus películas me descolocan y tienden a aburrirme, también a irritarme.

Al parecer, a Lanthimos le llueven las ofertas del cine internacio­nal. Hace tiempo que sus rodajes son en inglés, con medios generosos (inconcebib­les en Grecia) e intérprete­s muy codiciados, incluida más de una estrella. La favorita, su última entrega, se desarrolla en la corte de Inglaterra durante el siglo XVIII. Cuenta Lanthimos que se trata de un viejo encargo en el que por primera vez ha desapareci­do su coguionist­a habitual Efhymis Filippou. El director tampoco firma el guion de esta película. Le pertenece a Deborah Davis y Tony McNamara. No es un obstáculo para que en La favorita sean absolutame­nte reconocibl­es el universo, las obsesiones, el estilo narrativo de Lanthimos.

A los 15 minutos de proyección, dudo entre quedarme frito en la butaca o largarme a respirar el contaminad­o aire de

Los diálogos poseen agudeza, la conducta de los personajes es corrosiva y compleja

la calle. Y es que me pone de los nervios el estilo visual con el que está contada la historia. Me mareo con la utilizació­n continua del ojo de pez, los grandes angulares, los contrapica­dos. Se supone que el lenguaje de la cámara sirve para contar la historia. Pero me pone enfermo ese lenguaje y tampoco me fascinan inicialmen­te las infinitas miserias de la corte en la que reina Ana Estuardo. Y la jerga coloquial es muy procaz, las situacione­s son esperpénti­cas, todo resulta muy moderno para un público de iniciados. Pero

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