Por la seducción al poder
Dirección: Yorgos Lanthimos. Intérpretes: Olivia Colman, Emma Stone, Rachel Weisz, Nichola Hoult, Mark Gatiss. Género: histórico. Reino Unido, 2018. Duración: 119 minutos.
Relaciono el cine del director griego Yorgos Lanthimos con una presencia fija en los festivales, esos certámenes que suspiran por todo lo que lleve el sello de la vanguardia, la modernidad, el hermetismo pretencioso, el exotismo, la dichosa autoría. En ellos han despertado el entusiasmo, también el baboseo intelectual, películas vocacionalmente raritas y rompedoras, con planteamientos originales, truculentas, presuntamente misteriosas, con atmósfera claustrofóbica y perversa, como Canino, Langosta y El sacrificio de un ciervo sagrado. Reconociendo como atípico, provocador, cruel y morboso el mundo de Lanthimos, nunca he conectado con él; sus películas me descolocan y tienden a aburrirme, también a irritarme.
Al parecer, a Lanthimos le llueven las ofertas del cine internacional. Hace tiempo que sus rodajes son en inglés, con medios generosos (inconcebibles en Grecia) e intérpretes muy codiciados, incluida más de una estrella. La favorita, su última entrega, se desarrolla en la corte de Inglaterra durante el siglo XVIII. Cuenta Lanthimos que se trata de un viejo encargo en el que por primera vez ha desaparecido su coguionista habitual Efhymis Filippou. El director tampoco firma el guion de esta película. Le pertenece a Deborah Davis y Tony McNamara. No es un obstáculo para que en La favorita sean absolutamente reconocibles el universo, las obsesiones, el estilo narrativo de Lanthimos.
A los 15 minutos de proyección, dudo entre quedarme frito en la butaca o largarme a respirar el contaminado aire de
Los diálogos poseen agudeza, la conducta de los personajes es corrosiva y compleja
la calle. Y es que me pone de los nervios el estilo visual con el que está contada la historia. Me mareo con la utilización continua del ojo de pez, los grandes angulares, los contrapicados. Se supone que el lenguaje de la cámara sirve para contar la historia. Pero me pone enfermo ese lenguaje y tampoco me fascinan inicialmente las infinitas miserias de la corte en la que reina Ana Estuardo. Y la jerga coloquial es muy procaz, las situaciones son esperpénticas, todo resulta muy moderno para un público de iniciados. Pero