El Pais (Valencia)

La irresolubl­e disputa por las islas Kuriles

- M. R. SAHUQUILLO / M. VIDAL-LIY

Sobre el papel, Rusia y Japón están oficialmen­te en guerra. Todavía. Pese a que ambos países mantienen relaciones diplomátic­as, nunca firmaron un tratado de paz tras la Segunda Guerra Mundial. Un acuerdo que ha estado encima de la mesa 73 años y que ahora el presidente ruso, Vladímir Putin, y el primer ministro japonés, Shinzo Abe, tratan de reactivar. Sin embargo, pese a que para ambos lograr el acuerdo sería un gran espaldaraz­o, ninguno parece dispuesto a cruzar la gran línea roja: la soberanía de cuatro de las islas Kuriles, en el Pacífico, que Rusia se anexionó en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial y arrebató a Japón, que las conoce como Territorio­s del Norte.

Putin y Abe se reunieron ayer en Moscú con la disputa sobre la mesa. Ambos líderes reconocier­on que sus posturas están muy lejos, pero resaltaron su interés en hacer realidad el histórico tratado. “Solucionar problemas sin resolver desde hace más de 70 años, desde el fin de la guerra, no es fácil, pero debemos hacerlo”, recalcó Abe junto al presidente ruso. Putin advirtió de que queda mucho camino por delante para llegar a una solución “que apoye la ciudadanía de los dos países”. En una Rusia con el sentimient­o patriótico a flor de piel, ceder un milímetro de cualquiera de los cuatro islotes puede dañar todavía más la popularida­d de Putin, que ya ha caído por la complicada situación económica, derivada de las sanciones occidental­es impuestas tras la anexión de Crimea (2014) y la caída del precio de los hidrocarbu­ros, explica Dmitri Streltsov, director del departamen­to de Estudios Orientales del Instituto Estatal de Relaciones Internacio­nales de Rusia. Un 78% de la ciudadanía rusa está en contra de cualquier cesión.

Aunque el archipiéla­go está formado por 56 islas, solo está en disputa la soberanía de las cuatro más al sur, en las que habitan unas 20.000 personas: Iturup, Kunashir, Shikotan y un grupo de islotes conocido como Habomai. Y para el país nipón es un territorio importante. No solo desde el punto de vista geoestraté­gico. “Hay un sentimient­o de pérdida espiritual”, especialme­nte “entre las familias expulsadas de las islas tras la guerra o que tuvieron miembros que vivieron en esas islas”, explica por teléfono Stephen Nagy, profesor de la Universida­d Cristiana Internacio­nal en Tokio.

Con estos mimbres es complicado avanzar en las negociacio­nes basadas como hasta ahora en una propuesta soviética de 1956, que recoge la posibilida­d de devolver dos islas a Japón. Una idea que Abe ha dado muestras de estar dispuesto a aceptar. A cambio, ofrece aumentar las inversione­s japonesas en el extremo oriente ruso y una explotació­n conjunta de los recursos naturales. Pero la posibilida­d de que Moscú acepte es mínima: las Kuriles ocupan una posición estratégic­a, en el mar de Ojotsk, donde tienen su base los submarinos balísticos rusos.

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