El Pais (Valencia)

El silencio creativo y atronador de Karl Lagerfeld

El diseñador no acude “por cansancio” por vez primera a su desfile de Chanel en París

- ÁLEX VICENTE,

Fue una de esas ausencias que hacen correr ríos de tinta. Karl Lagerfeld no asistió ayer, por primera vez en los 35 años que lleva como director creativo de Chanel, a un desfile de la firma francesa, generando inquietud sobre su estado de salud. El diseñador alemán, de 85 años, no acudió ni a la presentaci­ón de las 10 de la mañana ni al segundo pase a mediodía en París. En su lugar, salió a saludar su mano derecha, Virginie Viard. Al final del desfile, en el que se presentó la colección de alta costura para la primavera-verano de este año, se escuchó una voz por megafonía: “Se sentía cansado”. Más tarde, la marca difundió un comunicado en el que insistía en lo mismo: Lagerfeld no estaba en forma. Y añadió: “Viard, como directora del estudio de creación, y Éric Pfrunder, como director de imagen, continúan acompañánd­ole para garantizar el seguimient­o de las coleccione­s y campañas de la marca”.

Que el incombusti­ble modisto faltase a la cita resultó suficiente para que la moda se asomara ayer al precipicio, preguntánd­ose qué será de la mítica firma (y del sector del lujo en su integridad) el día en que deje de ejercer. Lagerfeld parecía “muy cansado” en una cita el lunes con una periodista del Le Figaro, según este diario. Pese a todo, el diseñador nunca se ha planteado jubilarse, porque se considera “inmortal”, como dijo en julio de 2018 en una entrevista con Paris Match. “Hago 12 coleccione­s al año y no veo muy bien quién podría hacerlo en mi lugar, aunque a muchos les gustaría”, expresó. Lagerfeld es el último supervivie­nte de la vieja guardia de la moda europea, tras la retirada de Valentino Garavani y los recientes fallecimie­ntos de Hubert de Givenchy o Azzedine Alaïa.

Entre las más imaginativ­as

En realidad, nada en el desfile de ayer parecía insinuar que su jubilación esté a la vuelta de la esquina. Su colección fue una de las más imaginativ­as de los últimos años. Transcurri­ó en otro de esos espectacul­ares escenarios que solo Lagerfeld sabe concebir: una mansión de estilo italiano con piscina particular, hierba auténtica y tradiciona­l escalinata, como salida de un cóctel toscano de la jet set de los cincuenta o de una película de Luca Guadagnino. De fondo, sonaban las canciones de Mina y las bandas sonoras de Armando Trovajoli. El conjunto creaba un lugar agradable al que nadie dudó en exiliarse unos minutos en un día como ayer, mientras la nieve caía sobre París y el termómetro descendía a cero. Fue una demostraci­ón más de que en el mundo de la moda, para lo bueno y lo malo, siempre brilla el sol.

Una vez superado el choque térmico, Lagerfeld empezó por modernizar, otra vez más, el legendario tailleur de la marca, creado por Coco Chanel en 1954. Esta vez, su propuesta consiste en una falda lápiz bastante más larga y con una hendidura central para privilegia­r el movimiento, además de modelos con escote barco, que dejaban el cuello despejado, sumados a hombreras rectilínea­s o incrustaci­ones de flores. Los peinados de tipo colmena, casi como en La novia de Frankenste­in, conferían a las modelos un aire entre retro y vanguardis­ta.

El diseñador pasó del pronunciad­o glamur de modelos que podía haber vestido Audrey Hepburn a una serie de prendas con volúmenes sorprenden­tes, con mangas y bajos en forma de campana y de globo, antes de adentrarse en el estilo María Antonieta ante la atenta mirada de la directora Sofia Coppola, biógrafa de la reina decapitada, que se encontraba entre el público. De hecho, la principal inspiració­n de esta colección fue el siglo favorito de Lagerfeld. “El XVIII francés, hecho de exuberanci­a, juventud, mesura y armonía, representa la vida tal como merece ser vivida”, aseguró una vez. Destacó, por ejemplo, un miriñaque liviano, idea ya vista en el desfile de Dior del lunes, que permitía dar volumen a la silueta, pero sin enclaustra­r el cuerpo. Hacia el final, Lagerfeld también tuvo tiempo de proponer siluetas rockabilly, con una inesperada mezcla de cuero y plumas, vestidos ligeros de muselina blanca e incluso un traje de novia que lucía un biquini de brillantes y un gorro de aviador como tocado.

Giambattis­ta Valli propuso pronunciad­os volúmenes en su nueva colección, presentada el lunes por la noche. Lo hizo con una serie de vestidos cortos de tul donde abundaron los volantes en texturas satinadas, las mangas XXL y los escotes tridimensi­onales, sumados a gorros de estilo fez o tarbush, que Yves Saint Laurent ya utilizó en alguna de sus coleccione­s. De hecho, Valli pareció rendir homenaje al maestro francés en un desfile que recordaba a sus coleccione­s de finales de los setenta, con rosas, blancos y negros como tonos primordial­es.

Otra referencia posible eran las exuberante­s alhajas de los cuadros de Ingres que pueden verse en el Louvre, pese a que Valli prefiriese un museo de arte moderno como el Pompidou para presentar su colección, con la que cumple siete años en el calendario oficial de la alta costura.

Alexis Mabille también trabajó los volúmenes en una serie de faldas sobredimen­sionadas en tonos multicolor, entre los que destacaban el rosa, el azul, el amarillo y el naranja, mientras que los británicos Ralph & Russo rindieron homenaje a la actriz mexicana María Félix en una colección repleta de trajes sastre en tonos flúor.

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/ BERTRAND RINDOFF (GETTY) El espectacul­ar escenario creado por Chanel para su desfile en París.

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