El Pais (Valencia)

Cohete Nadal

El número dos del mundo aterriza lanzado en las semifinale­s de Australia, sin ceder un solo set y con una media de solo 2h 05m en la pista

- ALEJANDRO CIRIZA,

Es Rafael Nadal al galope, que no desbocado porque hasta ahora tiene todo bajo control en Melbourne, donde en enero luce el sol y hace calor, pero que este año va transformá­ndose en una especie de París porque el mallorquín compite y vence como si estuviera en su otra casa, el Bois de Boulogne. Va el balear como un tiro, viajando de una estación a otra en cohete, sin girar el cuello hacia atrás y decidido. Divisando, paso a paso pero con tránsito firme, el objetivo que dos semanas atrás parecía utópico: cuatro meses en la reserva, un paso por el quirófano, sin ritmo de partidos. Imposible. ¿Imposible? Tal vez no. No con él.

En la enésima demostraci­ón de que está hecho de otra pasta, de que no hay mayor maestro de la reinserció­n, Nadal exhibe estos días al Nadal de los grandes días. Imponente y renovado. Semifinali­sta ya en Australia, porque ayer, otra vez, ofreció un recital para anular el potencial de Frances Tiafoe y alcanzar por 30ª vez la penúltima ronda de un Grand Slam: 6-3, 6-4 y 6-2, en 1h 47m. Y que pase el siguiente. Turno para el griego Stefanos Tsitsipas, un joven que desde el año pasado amaga y ahora viene con fuerza, tras derrotar a Roger Federer en los octavos y ayer a Roberto Bautista: 7-5, 4-6, 6-4 y 7-6, en 3h 15m.

Está alerta Nadal, a la vez muy seguro de sí mismo. Si no, que se lo pregunten a Tiafoe, desbordado por tierra, mar y aire. “Es un rival infernal, su bola coge efectos increíbles. Jugué con ritmo durante un rato, pero en cuanto lo hacía, él subía su nivel y me demostraba lo cómodo que se encontraba”, expresaba el estadounid­ense, reducido a partir de media hora brutal, la que duró el primer parcial. Desde ese momento, viento en popa y el balear a todo gas, redondeado otra victoria rotunda en un torneo en el que le está saliendo todo a pedir de boca.

Gran mejoría del saque

“Hasta ahora todo ha ido como quería. He encontrado un buen nivel pronto”, admitía Nadal, al que la derecha le corre como un guepardo —registra una media de 33,8 golpes ganadores por partido— y que en esta edición australian­a está sobresalie­ndo en dos aspectos: la velocidad y el servicio. “El saque es muy importante para que pueda seguir jugando más años y pueda alargar mi carrera. Me está funcionand­o muy bien”, explicó, muy satisfecho porque la nueva mecánica va de fábula y los registros hablan por sí solos. De camino a las semifinale­s, promedia por partido 6,8 aces y un 70% de efectivida­d con el saque; retiene el 80,2% de los puntos jugados con sus primeros y un 55,2% con los segundos. Es decir, la palanca que ideó junto a sus técnicos a finales de año le está proporcion­ando grandes réditos.

En cuanto a lo segundo, pocas veces se la ha visto a Nadal recorrer tan rápido un cuadro. Hasta ahora ha invertido tan solo 10h 25m en los cinco partidos que ha jugado, 2h 05m de media. Para hacerse una idea, bastante menos que en 2017, su última final en Melbourne (13h 59m, 3h 11m por encuentro) y menos incluso que durante su último paseo por Roland Garros, donde el reloj fijó 12h 10m (2h 42) en dirección a la penúltima ronda.

En este sentido, las diferencia­s con el resto de competidor­es son sustancial­es. Tsitsipas, sin ir más lejos, ha empleado 15h 29m y Kei Nishikori o Lucas Pouille se habían disparado antes de sus partidos de cuartos hasta las 13h 47m

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/ JULIAN FINNEY (GETTY) Nadal golpea de revés durante su partido de cuartos ayer ante Tiafoe.

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