Sánchez advierte en Davos contra las desigualdades que alientan el populismo
Tras nueve años de ausencia de un presidente español en la reunión anual en Davos (Suiza), corazón del liberalismo económico, se esperaba que Pedro Sánchez hiciera un discurso pensado en los inversores.
Para Sánchez, un presidente aún desconocido en el mundo de los grandes empresarios internacionales, que ha llegado al poder con una moción de censura y tiene solo 84 diputados de 350, era una puesta en escena importante. El presidente logró un espacio en el plenario en el día de los políticos, ayer miércoles, después de Italia, y sin compartir el escenario con nadie, al contrario de lo que le sucedió hace nueve años a José Luis Rodríguez Zapatero, el último primer ministro español que visitó este foro.
Sánchez habló en todo momento en inglés, algo que nunca sucedió con sus antecesores, pero no hizo un discurso para agradar a Davos. Tal vez las reuniones privadas con máximos responsables de empresas como Microsoft, Arcelor Mittal, Facebook, Amazon, IBM o Booking sean un lugar más adecuado para mostrar ese lado más amable con los inversores, pero ayer Sánchez quería mostrar su apuesta por otra política económica.
El presidente no llegó a responsabilizar a Davos del pensamiento dominante que forzó las políticas de austeridad durante la crisis, pero ese era el trasfondo de su discurso, una especie de revisión crítica desde la socialdemocracia —aunque garantizando que está preocupado por la deuda y el déficit público, que es un asunto que interesa a los inversores— de la gestión de la crisis. “Hemos perdido una década. Ahora tenemos el riesgo de olvidar lo que hemos pasado. Pero tenemos que recordar todos los errores cometidos”, dijo.
La idea central del discurso era la defensa de las políticas progresistas Sin embargo, Sánchez aprovechó la ocasión para lanzar una crítica de fondo a la gestión de la crisis, que ha creado “desigualdades inaceptables” que, en su opinión, están en el origen del ascenso de los populismos que ahora tanto preocupan a todos, incluidos los protagonistas de Davos.
para salir de la crisis como único antídoto posible contra el populismo. En primera fila le escuchaban algunos de los principales responsables de las multinacionales
españolas. “Al fin tenemos un presidente que habla en inglés y viene a Davos”, comentaba Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, al finalizar. También estaba allí Josu Jon Imaz, de Repsol; José Manuel Entrecanales, de Acciona; Gloria Fluxá, de Iberostar; Demetrio Carceller, de Damm, y Carlos Torres y José Manuel González Páramo, del BBVA, o Rafael del Pino, de Ferrovial. Estaba previsto que asistiera Ana Patricia Botín, del Santander, pero finalmente faltó porque tenía otra cita en Davos.
En primera fila estaban estos ejecutivos, pero detrás de ellos había muy poca gente en la sala, con decenas de sillas vacías, algo que le sucedió también al italiano, Giuseppe Conte, que habló justo antes. En otras intervenciones de países más potentes, como la canciller alemana, Angela Merkel, o el vicepresidente chino, Wang Qishan, a mediodía, la sala sí estaba llena. Sánchez habló a las 18.30, hora de la cena en Davos.
“La economía no es un fin en sí mismo, debe estar al servicio de las personas. Las desigualdades destruyen nuestras sociedades. Los populismos son ya el principal reto de las democracias. Si no hubiésemos olvidado que la economía debe estar al servicio de las personas a lo mejor no habrían crecido tanto los populismos”, remató. “No estoy de acuerdo que la política progresista esté en crisis. Lo que ha pasado a la historia es el modelo proteccionista y el modelo neoliberal que ofrece un mundo hostil para quien no pertenece a la élite”, insistió.
Sánchez reivindicó la buena marcha de la economía española, pero dio una nueva cifra de creación de empleo prevista para 2019, 330.000, menor de la esperada. La ralentización llega para todos, pero lo que quería dejar claro es que él apuesta por otro tipo de soluciones económicas.