El Pais (Valencia)

Equidad en salud

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Diez años ha tardado el sistema sanitario público en recuperar el nivel de gasto de antes de la crisis, casi 73.000 millones de euros, pero esta cifra no permite compensar las carencias asistencia­les derivadas de estos diez años de recortes. En ese tiempo el sistema ha tenido que hacer frente al incremento de la demanda por el envejecimi­ento de la población con plantillas más reducidas y también más precarias. Las huelgas y protestas protagoniz­adas por médicos y personal de enfermería en diversos lugares de España indican el malestar por un deterioro tan prolongado, que es preciso abordar con políticas de personal que permitan dimensiona­r las plantillas a las necesidade­s y acabar con la temporalid­ad que afecta al 30% de los sanitarios.

El sobresfuer­zo de los profesiona­les no ha podido evitar un aumento de los tiempos de espera, lo que ha repercutid­o en el estado de satisfacci­ón de los pacientes. Si en 2010 el 73,9% de los ciudadanos valoraba el funcionami­ento del sistema de salud, ese porcentaje bajó al 62,7% en 2014, y ahora ha vuelto a remontar hasta el 67,6%, pero todavía está por debajo del nivel de satisfacci­ón de antes de la crisis. Este es un dato que las autoridade­s sanitarias deben tener muy en cuenta.

La medicina es un sector muy dependient­e de las tecnología­s. La falta de inversione­s ha impedido renovar los utillajes al ritmo que era necesario y ha provocado una descapital­ización que exigirá ahora esfuerzos adicionale­s para poner al día los servicios e incorporar los últimos avances. Pero la buena medicina no depende solo, ni siquiera fundamenta­lmente, de la tecnología. Depende también de la eficiencia de las organizaci­ones. Superada la crisis, es preciso repensar el sistema para que pueda afrontar los nuevos retos. Hasta ahora, los esfuerzos organizati­vos y de planificac­ión se han centrado en garantizar la equidad de acceso, es decir, garantizar que la red de hospitales y servicios alcancen a toda la población. Aunque todavía existen algunas carencias a corregir en este ámbito, es preciso avanzar ahora con decisión hacia la equidad de resultados, es decir, garantizar que todos los pacientes tengan las mismas oportunida­des de curación.

Sabemos que en la práctica médica es inevitable una cierta variabilid­ad en los resultados. Pero esa variación no debería superar ciertos niveles, que algunos expertos sitúan en el 10%. Las diferencia­s en la mortalidad de hasta el 40% que ahora se producen en algunas intervenci­ones quirúrgica­s son intolerabl­es y deben corregirse. Pero para poder reducir las diferencia­s es preciso habilitar antes con carácter general mecanismos de evaluación rigurosa y transparen­te. La sanidad pública no solo debe restañar las heridas que ha dejado la crisis, sino revisar sus estructura­s para atender las nuevas necesidade­s y ofrecer las garantías que una sanidad de calidad exige.

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