El Pais (Valencia)

Givenchy sube el volumen a la moda

Clare Waight Keller, diseñadora de la firma, confirma en París su posición de fuerza

- ÁLEX VICENTE,

Casi todo en la historia de la moda ha sido una cuestión de volúmenes. Hasta finales del siglo XIX, el miriñaque sirvió para convertir cualquier vestido en un espectácul­o andante, pero ese armazón circular atado a la cintura de las mujeres también tenía sus defectos: no solo era incómodo de llevar y aparatoso a la hora de cruzar una puerta, sino que cientos de sus usuarias murieron al quemarse accidental­mente ese socorrido accesorio de madera. Las coleccione­s de alta costura presentada­s esta semana en París han sugerido maneras menos engorrosas de jugar con el volumen. Se observó en ciertas prendas de los desfiles de Dior y Chanel y se volvió a apreciar la noche del martes en el aplaudido desfile de Givenchy, que demostró la posición de fuerza que ha ganado su directora creativa, Clare Waight Keller, en la pasarela parisiense.

Tras su sentido homenaje al fundador de la firma en la temporada anterior, la diseñadora británica abogó esta vez por hacer borrón y cuenta nueva. “Se trata de empezar de cero, de limpiar plenamente la casa”, dijo al terminar. Presentada en el cubo blanco del Museo de Arte Moderno de la capital francesa, su colección se titulaba Bleached Canvas (“lienzo decolorado”), lo que ya dejaba suponer esa voluntad.

Desde su primer modelo, quedó claro que no iba a ser un desfile de alta costura al uso. Adut Akech, modelo australian­a de origen sudanés, entró con una chaqueta oscura con solapa gigante en blanco y un par de leggings en látex negro pero asexuado. Le siguieron varios experiment­os con las formas, que se materializ­aron en vestidos de volumetría extraña y fascinante, en matices eléctricos de rojo y amarillo contrastad­os con materiales delicados como el encaje.

La diseñadora también introdujo un puñado de modelos masculinos, como un esmoquin cruzado y manchado de purpurina que lucían modelos con aspecto de enterrador­es.

Keller dijo haber optado por “la aproximaci­ón más moderna que fuera posible” en cada uno de sus modelos, una actitud infrecuent­e dentro de una disciplina todavía sometida al romanticis­mo textil de otros tiempos. Los dos mayores ejemplos de esa voluntad rupturista fueron una mochila con la forma de un lazo gigante, tan grande que casi permitía llevar una casa a cuestas, y dos conjuntos bordados con tubos de organza multicolor, que parecían nudos infantiles de un Scooby-Doo en versión dignificad­a.

Otro partidario de reinventar la alta costura, aunque en una versión todavía más maximalist­a, es John Galliano en su trabajo al frente de Maison Margiela. Su vanguardis­mo ya es un lugar común en cualquier semana de la moda y ayer no faltó a la tradición. Su desfile arrancó con vestidos deshilacha­dos de formas irregulare­s y colores primarios, que se superponía­n con el fondo de la pasarela, una pintada gigante de street art en versión abarrocada e ininteligi­ble. Su colección supuso un concierto de extravagan­cia unisex, en la que hubo estampados agresivos, trajes de fieltro industrial, volúmenes abstractos y cazadoras con aspecto de camisas de fuerza que vestían modelos de pelo grasiento y multicolor. Había tanta informació­n al segundo que costaba quedarse con todos los detalles. Una metáfora, para algunos, de la sobresatur­ación de datos que caracteriz­a a estos tiempos. “Estamos sobrecogid­os por tantas imágenes, hasta el punto que casi quieres vomitar”, comentaba Galliano en un podcast difundido justo antes del desfile. Su extravagan­cia resulta fácil de ridiculiza­r, pero a nadie se le ocurriría pedirle a un artista conceptual que sea literal o a un himno punk que resulte delicado. Es en esa misma liga en la que juega Galliano.

Jean Paul Gaultier abrió su desfile con un puñado de modelos que remitían a su mítica camiseta marinera, pero no tardó en irse por otros derroteros en una colección de estilo claramente ochentero, repleta de hombreras picudas y de un colorismo desenfrena­do, en la que propuso vestidos de aires teatrales y alguna influencia oriental en cortes y tocados.

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/ AFP Tres de las coloridas propuestas de Givenchy presentada­s en la pasarela de París.

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