A martillazos contra la roca
La Brigada de Salvamento de Asturias recicla el aire que respira con equipos individuales que pesan 14 kilos
Del Hotel Rincón Sol, con balcones al mar en Rincón de la Victoria —el pueblo de Málaga que está a los pies de la montaña que lleva a Totalán— salen desde hace varios días ocho mineros de la Brigada de Salvamento. Están rodeados de una expectación casi cinematográfica, algo que detestan porque dicen que la publicidad de un rescate perjudica al rescate. Esta vez, esa parte la tienen perdida. Entre los periodistas y los ánimos espontáneos de la gente en el hotel y en Totalán, los brigadistas que pican a mano la tierra desde ayer para llegar a Julen representan, desde su llegada, la parte positiva de un suceso angustioso y la punta de lanza de un inmenso dispositivo de búsqueda.
“Son los más cualificados. Los que más destacan de todos nosotros, los más hábiles. Unos somos mejores para picar, otros para postear [levantar un armazón de madera]… Los mineros de la Brigada son hábiles y rápidos en todos los terrenos: pueden picar, postear la madera y tienen unas cualidades sobresalientes para hacer cualquier cosa que surja ahí abajo”, dice José Ángel Quirós, un minero con 21 años de experiencia en Langreo.
Su trabajo lo están haciendo, explica Quirós, mediante lo que en jerga minera se conoce como ramplón, es decir, con inclinación. “El pozo nuevo lo bajaron un poquitín más del sitio en el que creen que se encuentra el niño [el pozo nuevo tiene 80 metros y los mineros han empezado a trabajar en la cota 73]. Eso se denomina caldera porque ahí cae el material cuando se pica. Y al hacerlo con pendiente, el material baja ya solo”. El problema para este minero es que sus compañeros no saben el material que van a romper. ¿Qué materiales son los peores para trabajar? “La roca dura para el picador es terrible. Pizarra, cuarzo. Hay un tipo de piedra arenisca que empiezas a picar y te rebota el martillo”, asegura.
Quirós hace hincapié en el espacio que tienen los mineros ahí abajo: “El problema de trabajar en sitios tan reducidos es que hay que adaptarse a las condiciones que tienes; no hay espacio para el brazo, para coger fuerza, para moverte. Son condiciones durísimas”. Se ha dicho que los mineros están abriendo la piedra de rodillas, pero eso puede variar. “En la mina trabajas como sea, echado, de rodillas… Tu desempeño se produce en la forma a la que mejor te adaptes y que te permita la mina”, explica Quirós. Los mineros de la Brigada trabajan de dos en dos, y llevan las herramientas de mano habituales: pico, pala y un martillo neumático con punzón que pesa ocho kilos. Mientras, levantan un armazón de madera que sostenga la presión de la tierra y permita avanzar a los mineros. Todo ello, con un equipo autónomo de respiración que pesa 14 kilos y un autorrescatador por si hay desprendimientos, como detalla a EL PAÍS el antiguo jefe de la Brigada de Salvamento Santiago Suárez. Con el equipo de respiración que llevan los mineros a la espalda, el aire exhalado no se expulsa al exterior, sino que vuelve a entrar en el equipo para ser regenerado.
Desde el momento en el que los mineros han descendido, se calcula 24 horas de trabajo. Puede ser más dependiendo de los materiales y las condiciones que se encuentren. Puede ser menos. Cuando avancen lo suficiente, podrán colar una cámara al otro lado, debajo de ese tapón de tierra, y ver si es allí, a esa altura, donde está Julen, el niño de dos años que hace ya 12 días cayó en el pozo de una finca de Totalán.