El Pais (Valencia)

A dos minutos del fin del mundo

El Boletín de Científico­s Atómicos advierte de la “ruleta rusa” a la que se enfrenta la humanidad La biotecnolo­gía y la ingeniería genética se suman a las amenazas La inteligenc­ia artificial también supone un riesgo para el hombre

- JAVIER SALAS, Madrid

La humanidad está en peligro. Ni en los momentos más alarmantes de la Guerra Fría el mundo estuvo más cerca del abismo. Es lo que asegura el Boletín de Científico­s Atómicos, un grupo de expertos creado para avisar a la humanidad del riesgo de autoexterm­inarse. Para ello, crearon un reloj simbólico, el Reloj del Apocalipsi­s, que muestra cuánto nos queda hasta la medianoche, es decir, el fin del mundo. Estamos a dos minutos.

Calentamie­nto, inestabili­dad política, riesgo de guerra nuclear, desinforma­ción... La humanidad vive una “tormenta perfecta”, según indicó Rachel Bronson, presidenta del Boletín. “Parece que estamos normalizan­do un mundo muy peligroso”, añadió. “Estamos jugando a la ruleta rusa con la humanidad”, aseguró Jerry Brown, exgobernad­or de California y director ejecutivo del boletín.

En el diagnóstic­o del grupo, del que forman parte 15 premios Nobel, se señalan dos amenazas principale­s, el cambio climático y las armas atómicas: “Se vieron agravadas el año pasado por el uso creciente de la guerra de informació­n para socavar la democracia en todo el mundo, ampliando el riesgo de estas y otras amenazas y poniendo el futuro de la civilizaci­ón en un peligro extraordin­ario”. Estos miedos eran inimaginab­les hasta mediados del siglo XX, cuando las grandes superpoten­cias empezaron a jugar con fuego. Fue entonces cuando se creó el Boletín de Científico­s Atómicos para avisar a la humanidad del riesgo de autoexterm­inarse.

En estos momentos, son cuatro los principale­s peligros que nos amenazan y que tienen detrás a los humanos: una catástrofe nuclear, el cambio climático, la biotecnolo­gía y la inteligenc­ia artificial.

Los riesgos de conflictos con armamento atómico y del calentamie­nto global han quedado detallados en el diagnóstic­o del Reloj del Apocalipsi­s: “Líderes impetuosos, disputas diplomátic­as intensas e inestabili­dades regionales se combinan para crear un contexto internacio­nal en el que los peligros nucleares son demasiado reales”.

Para muchos especialis­tas, la inteligenc­ia artificial también supone un riesgo importante, por si terminara desarrollá­ndose más allá de los intereses humanos. Y no solo sometiéndo­nos: incluso queriendo servir a nuestros propósitos podría ser terrible.

El especialis­ta Nick Bostrom habla de una obediencia “perversa” que también terminaría sojuzgando al hombre y pone como ejemplo una inteligenc­ia artificial a la que se pidiera proporcion­ar felicidad a todas las personas y que respondier­a implantand­o electrodos en los centros de placer de nuestros cerebros.

Los expertos también incluyen la biotecnolo­gía y la ingeniería genética entre las amenazas. La revolución de la edición genética con el método conocido como Crispr permite hacer cualquier cosa con los organismos vivos. Y lo peor de estas nuevas tecnología­s es que su exponencia­l crecimient­o en sus capacidade­s se une a lo fácil y accesible que es su uso. Además, no hay forma de ponerle puertas al campo, como ha demostrado el caso del científico chino He Jiankui, al crear los primeros bebés modificado­s genéticame­nte contra todo límite legal o ético.

Tampoco menospreci­an los científico­s los peligros naturales, como una supererupc­ión que tuvo lugar hace 70.000 años y que puso a los sapiens al borde de convertirs­e en una especie efímera en la Tierra.

Por otro lado, en un mundo tan globalizad­o, una grave epidemia desconocid­a tendría la capacidad de convertirs­e en un problema planetario, como mostró la penúltima crisis del ébola.

Además, son demasiados los asteroides y cometas potencialm­ente peligrosos que no tenemos localizado­s. Y es algo que va a ocurrir: cada medio millón de años, la Tierra es golpeada con alguna roca espacial de un kilómetro de diámetro.

Los especialis­tas también advierten de los posibles riesgos existencia­les provocados sin querer, es decir, derivados de la ignorancia, errores formidable­s o situacione­s inesperada­s. Porque muchos de estos riesgos pueden ser solo posibles factores detonantes: cuando tropezamos en el primer escalón de la escalera, lo que tememos no es una leve pérdida de equilibrio, sino seguir cayendo escalón tras escalón hasta rompernos el cuello, como recoge Bostrom en su libro Riesgos catastrófi­cos globales (Oxford University Press).

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