El Pais (Valencia)

Elio Berhanyer, el último de los grandes diseñadore­s españoles de moda

Creó más de 20.000 prendas y vistió a Ava Gardner, la duquesa de Alba o la reina Sofía

- RAFA RODRÍGUEZ / CLAUDIO ÁLVAREZ

Elio Berhanyer, el último gran nombre de la moda española, falleció ayer a los 89 años en su casa de Madrid. Berhanyer fue parte de una generación de creadores que marcaron la moda, la cultura y la alta costura española, como Cristóbal Balenciaga, Manuel Pertegaz —cuya muestra en el Reina Sofía comisarió en 2004— o Jesús del Pozo.

“Yo nunca aprendí nada y sigo aprendiend­o”. Es posible que Berhanyer, nacido en Córdoba en 1929 de padres y abuelos campesinos, no supiera cortar, o eso decía, pero el oficio no se lo quitaba nadie. Autodidact­a, su instinto para vestir a los demás —también al hombre; fue pionero en mezclar coleccione­s femeninas y masculinas en un mismo desfile— lo puso en el camino de los grandes de la moda del último medio siglo. El mismísimo Balenciaga quiso llevárselo a París; Elizabeth Arden, a Nueva York. Prefirió ser profeta en su tierra, aunque siempre le faltó Córdoba.

Berhanyer —su apellido era Berenguer— siempre dijo que no había empezado con la moda. Eficaz dibujante, gran figurinist­a, dio el salto cuando se hartó de bosquejar para los escenarios. “En 1960, había hecho tanto vestuario de teatro que me cansé y decidí hacer alta costura”, recordaba. Richard Avedon e Irving Penn airearon sus creaciones a las páginas de Harper’s Bazaar y Vogue. Y pronto no hubo aristócrat­a o señora bien que no contara con alguna de sus arquitectó­nicas piezas, empezando por la entonces princesa Sofía de Grecia, recién aterrizada en España. “Nunca he tenido clientas, sino amigas”, proclamaba ufano.

Ese primer arranque en los escenarios hizo que sus inicios en la moda fuesen relativame­nte tardíos, con 27 años. En los sesenta y los setenta llevó sus diseños, de corte austero y líneas simples, por Europa, pero también por Japón o Australia. Vistió a la duquesa de Alba, la condesa de Romanones y a estrellas como Ava Gardner.

¿Por qué corres, Ulises?, la obra de teatro de su paisano y amigo Antonio Gala, que vistió en 1974, resumiría la carrera del antihéroe de la alta costura española: en realidad, nunca la abrazó como suya, aunque se le diera mejor que a nadie. Demasiado adelantado a su tiempo, quizá. “Mi estilo era tan diferente a lo que hacían los demás que la gente empezó a hablar de mí”, recordaba a propósito de sus dimensione­s juveniles, geométrica­s, pop.

Su moderna visión del oficio lo salvó cuando, a finales de los setenta, todo se vino al traste. “Fue un problema con Hacienda, que nos puso un impuesto muy fuerte. Y cerramos todos. Pedro Rodríguez, Pertegaz... El único que no lo hizo fui yo, que me pasé al prêt-à-porter. La alta costura era para las grandes fortunas”, comentaba en una reciente entrevista con Radio Córdoba. Entonces dijo que una de sus más hondas penas era no haber presentado nunca sus coleccione­s en su ciudad, que siempre le amó y que en 2006 creó una cátedra con su nombre. “Córdoba pierde su máximo referente en la alta costura”, lloraba ayer su alcaldesa, la socialista Isabel Ambrosio.

Tardó 10 años en subir a la Pasarela Cibeles —inaugurada en 1985—, pero estuvo presente de 1994 a 2010. La cita se lo devolvió con varios homenajes en su retirada. Supo de la importanci­a de que el gremio permanecie­ra unido, de ahí que en 1998 figurara entre los fundadores de la Asociación de Creadores de Moda de España, que ayer lamentaba la muerte de “un trabajador y luchador incansable”. “Su trabajo es un enorme legado para los que le admiramos, pero también para el patrimonio cultural español”, recalcó la agrupación.

Medalla de oro de las Bellas Artes en 2002 y Premio Nacional de Diseño de Moda en 2011, levantó un emporio en el no faltaron los perfumes ni los accesorios, que cubría con un logo en un ejercicio de difusión de marca como pocas veces se ha visto en España. En 2011, cuando paró de producir y cerró su taller de la madrileña calle de Fortuny inevitable­mente arrastrado por la crisis, dejaba un centenar de coleccione­s, más de 20.000 prendas de alta costura y no pocos uniformes de Iberia (aquel concurso que siempre ganaba, hasta que también se cansó). Ya no veía el futuro, pero hace un par de años fantaseaba con volver a poner en pie su casa, con otro creador al frente: “Las marcas no mueren, mueren los diseñadore­s”. Suerte que queda su legado.

Durante todo mi histórico como diseñador, desde la primera colección hasta esta última que presento hoy, su influencia ha estado siempre muy presente: en volúmenes, texturas, siluetas… Él, Pedro Rodríguez y Pertegaz son como una trinidad constante en mi trabajo. Pero, sobre todo, Elio.

No es casualidad que nos haya dejado a las puertas de una celebració­n más de la MercedesBe­nz Fashion Week Madrid, donde siempre, a pesar de su ausencia desde hace unos pocos años, su figura seguía presente entre todos los que le admiramos. Seguro que este ángel divertido y luminoso nos contempla hoy mientras montamos nuestros desfiles con su risa eterna.

es modista.

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Elio Berhanyer, en febrero de 2016 en su casa en Madrid.

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