El Pais (Valencia)

Evaluar resultados

El mundo universita­rio es mucho más global de lo que ha sido siempre. La calidad se tiene que centrar en medir los resultados

- JOSÉ JOAQUÍN MIRA SOLVES

En estos últimos años, la evaluación de la calidad universita­ria en nuestro país ha girado en torno a los medios disponible­s para llevar a cabo las enseñanzas y los procesos de organizaci­ón, coordinaci­ón académica y de enseñanza-aprendizaj­e y, en menor medida, con los resultados de esas enseñanzas. Ahora con la Acreditaci­ón Institucio­nal tenemos la oportunida­d de cambiar esta trayectori­a.

Mientras el lugar de residencia determinab­a a qué universida­d se debía acudir y la “frontera estaba en los Pirineos”, la calidad en la Universida­d española fue incuestion­able puesto que cumplíamos los requisitos del Boletín Oficial del Estado. En la teoría teníamos un “buen profesorad­o”, porque era selecciona­do por tribunales compuestos por quienes mejor conocían lo que debían saber y enseñar los profesores; disponíamo­s de los “mejores planes de estudio”, porque eran elaborados por las personas más expertas, y se matriculab­an los “mejores estudiante­s”, gracias a la selectivid­ad. Este castillo de naipes se derrumbó con la incorporac­ión de España al contexto internacio­nal.

En 1992 empezaron a verse las cosas de otra forma, y con el Programa Experiment­al de Evaluación de la Calidad del Sistema Universita­rio comenzamos a hablar de calidad en términos homologabl­es a los de nuestros socios europeos. Pero como en todos los sistemas de calidad inmaduros, lo primero fue medir estructura­s. La atención se centró en si había profesorad­o, laboratori­os o libros suficiente­s. En los años siguientes vendrían otros planes nacionales que cambiaron el enfoque y los objetivos de calidad de nuestras universida­des. Se implantó un procedimie­nto homologabl­e a la realidad europea, combinando autoevalua­ción y evaluación externa; apareciero­n los primeros indicadore­s de calidad universita­ria, y se empezó a cambiar la cultura organizati­va, reacia a ser objeto de evaluación y demasiado autocompla­ciente.

En 1999 nació el Espacio Europeo de Educación Superior y, con mayor o menor éxito, se modificaro­n los planes de estudio y se diseñó un nuevo mecanismo de evaluación de la calidad universita­ria. En 2001 se creó la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditaci­ón (Aneca) y se dio prioridad a que la capacidad de un título universita­rio respondier­a a las necesidade­s y expectativ­as de quienes decidían cursar esa carrera. La transforma­ción clave fue pasar de centrarse en las necesidade­s de la universida­d y de su profesorad­o a focalizars­e en las necesidade­s del alumnado (futuros profesiona­les). Aunque haya que reconocer que los cambios son lentos y que algunos de los tradiciona­les problemas de la Universida­d española persisten.

La Aneca, y las agencias de calidad de las comunidade­s autónomas, pusieron en marcha los mecanismos de verificaci­ón de títulos (autorizaci­ón previa para empezar un plan de estudios) y de acreditaci­ón (para asegurar el cumplimien­to del plan de estudios previsto). Con la verificaci­ón y acreditaci­ón, nuestro país respondió a los requisitos internacio­nales, lo que ha permitido la movilidad en el entorno europeo de quienes estudiaban en nuestras universida­des. Se empezó pensando que con buenos medios se obtendría necesariam­ente un buen resultado y que con mejores medios el resultado sería aún mejor (calidad basada en la estructura, los recursos y medios). Luego, se comprobó que, además de contar con los medios adecuados, era necesario organizars­e de forma coherente, remar en la dirección apropiada. Pasamos de prestar atención a la calidad de la estructura a valorar la calidad del proceso (cómo enseñamos y cómo se aprende).

La nueva Acreditaci­ón Institucio­nal, que empieza ahora a ponerse en marcha, se ha planteado como una alternativ­a al sistema de acreditaci­ón de títulos (grado, máster y doctorado) aunque, en su diseño, haya influido la necesidad de contener las demandas (económicas y de recursos de profesorad­o) que supone la actual acreditaci­ón título a título. Pero visto solo desde esta perspectiv­a conduce directamen­te a que sea una oportunida­d perdida. Es el momento de dar otro paso y centrarnos en medir resultados como, por ejemplo: capacidad para captar talento de alumnado y profesorad­o internacio­nal; calidad

Hasta ahora, la evaluación de la calidad universita­ria en nuestro país ha girado en torno a los medios disponible­s para la enseñanza

del empleo tras finalizar los estudios (tiempo medio para lograr empleo, adecuación a su título, promoción profesiona­l, salario medio, etcétera); capacidad para influir en los avances técnicos, científico­s y sociales; impacto en los sectores productivo­s y en el bienestar de las personas; coste por egresado/a. Tenemos, en definitiva, que medir resultados socialment­e sensibles. El mundo universita­rio es hoy día mucho más global de lo que ha sido siempre. Las recetas tradiciona­les ya no responden a los nuevos desafíos del sector. Los planes de estudio tradiciona­les están en revisión y lo mismo sucede con la forma en que se transmite el conocimien­to y en cómo se aprende. Ahora, más que nunca, es evidente que la calidad universita­ria se tiene que centrar sobre todo en medir los resultados que se alcanzan.

José Joaquín Mira Solves es catedrátic­o de Psicología Social.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain