El machismo asoma sin complejos
Trump en EE UU, Bolsonaro en Brasil, Vox en España... Políticos y partidos agitan y capitalizan el descontento de una parte de la población que se siente agraviada con los avances de la mujer y que cree que la igualdad ya ha llegado Los “hombres blancos
La voz en off pregunta: “¿Es esto lo mejor que el hombre puede llegar a ser?”. Suena música emotiva. Corren niños persiguiendo a otros, un rapero y una bailarina con poca ropa. Un actor le da una palmada en el culo a una actriz en un set de televisión: “No podemos seguir tomándonoslo a broma”, replica la misma voz. “¿... lo mejor que el hombre puede llegar a ser? ¿De verdad?”. Es lo nunca visto: una marca de cuchillas de afeitar para hombres, Gillette, se promociona con un anuncio que apela al movimiento MeToo, rechaza las agresiones sexuales o la masculinidad tóxica. Ha sido un hito en España antes de su estreno en televisión. En 10 días suma más de 25 millones de reproducciones en YouTube. Y subiendo. Bajo el vídeo, miles de comentarios de hombres que se sienten insultados y metidos todos “en el mismo saco”. Muchos amenazan con no comprar nunca más esos productos. Otros tiran de ironía: “Gracias a este vídeo he dejado de golpear a mi esposa, a mis hijos y a mis vecinos. Y violo con menos frecuencia”.
“Bienvenidos a la era de los hombres blancos enfadados”. El sociólogo Michael Kimmel acuñó ese término (Angry White Men en inglés) y ha estudiado sus efectos en la sociedad y en la política: “Entienden que las verdaderas víctimas no son ni las mujeres, ni las minorías, ni los gais, sino ellos mismos”, explica al teléfono desde Estados Unidos. Tras observar en los últimos años una nueva explosión del feminismo, hay hombres que se sienten “vulnerables y asustados” ante un nuevo escenario en el que las mujeres ganan terreno, donde ellas reclaman ocupar una cuota equitativa de poder y piden nuevas reglas de juego: “Todo lo que han aprendido sobre cómo ser un hombre ahora se pone en cuestión. A la aristocracia nunca le ha gustado la meritocracia y eso es justo lo que les pasa a los hombres que siempre han estado arriba sin que nadie se lo dispute”, explica Kimmel.
Donald Trump ha agitado a este grupo como nadie. Los Angry White Men han sido decisivos para su triunfo, según el análisis del sociólogo estadounidense. Pero ni es un fenómeno totalmente nuevo —Ronald Reagan ya se dirigía a ellos— ni se circunscribe a un solo lugar. Son los mismos potenciales votantes a los que apelan Jair Bolsonaro en Brasil, la ultraderecha en Hungría o Francia y, en España, sobre todo los dirigentes de Vox. ¿Tienen motivo estos hombres para sentirse amenazados? “La frustración de los hombres se ha convertido en un fenómeno común en las sociedades occidentales. Ven cómo se expande la educación mixta. Ellas obtienen mejores notas y mejores resultados en las oposiciones, arrasan en Medicina, en carreras judiciales”, reflexiona el politólogo Andrés Ortega. “Ha habido un gran cambio cultural, el choque ahora no es de civilizaciones sino de géneros, la mujer quiere un lugar similar y hay una parte de los hombres que se sienten amenazados”.
En España, han encontrado su principal altavoz político en Vox, con un programa electoral plagado de medidas contra los derechos de las mujeres. Piden derogar las leyes de violencia de género, avaladas por amplias mayorías y por el Tribunal Constitucional y puestas en marcha ante una realidad de 979 víctimas desde ¿Es España un país machista? A juzgar por los últimos datos disponibles, la respuesta es no. El último informe del Centro de Estudios Sociológicos (CIS) sobre la percepción de la discriminación en España, de septiembre de 2016, señala que dos de cada tres personas encuestadas desaprobaban que a igualdad de formación y experiencia se contrate antes a un hombre que a una mujer. Más del 60% se mostraron convencidos de que ser mujer perjudica para que te elijan para ejercer un puesto de responsabilidad.
En una encuesta publicada en noviembre por 40dB y Contexto, El feminismo en España: ¿realidad o burbuja?, más de la mitad de la población asegura sentirse bastante y muy feminista, aunque pocos se declaran activistas. Ese porcentaje aumenta cuando se trata de las mujeres (58,6%) y baja al 45% en el caso de los hombres.
Entre los más feministas, los votantes de Unidos Podemos (74,1%) o de PSOE (56,7%). Entre los que menos, los de Ciudadanos (38,1) o PP (37,6).
que hay registros en 2003; cuestionan el aborto libre o la paridad, claman contra las subvenciones para colectivos feministas a los que acusa de montar “chiringuitos” sin aportar una sola cifra ni un nombre. Sus resultados en Andalucía los han convertido en clave para el cambio de Gobierno que ha permitido al PP y Ciudadanos desbancar al PSOE. Enfrente, se han encontrado a miles de mujeres que se manifestaron por toda España el pasado día 15 al grito de: “Feminismo. Ni un paso atrás”, con el respaldo y el impulso (implícito y explícito) de otros partidos como el PSOE, que en Sevilla fletó autobuses para las protestas.
“Siempre que el feminismo da un paso adelante, el machismo reacciona en paralelo. No es una novedad, es una realidad ampliamente contrastada que se ha ido repitiendo en los últimos 200 años”, explica la filósofa y feminista Ana de Miguel. Lo nuevo, añade, es que hay políticos y partidos que les hablan directamente a ellos. “Les dicen: ‘Sabemos que estáis hartos de que el feminismo, al que vuestras hijas deben el voto y la igualdad de derechos, campe a sus anchas en telediarios y asociaciones y os vamos a representar”, considera la filósofa.
Cuando empezó la lucha de las sufragistas por el derecho al voto en el siglo XIX encontraron aliados y muchas voces que cuestionaron su lucha. La reina Victoria de Inglaterra hablaba de la “locura perversa de los derechos de la mujer y todos sus horrores asociados... Si las mujeres se desexualizasen afirmando igualdad con los hombres se convertirían en los seres más odiosos, paganos y desagradables y