El Pais (Valencia)

La guerra cultural de Viktor Orbán

El Gobierno húngaro interviene en el sector del arte y las ideas para favorecer su programa ultraconse­rvador. Creadores e intelectua­les resisten a la embestida

- ÁLEX VICENTE, Budapest

Después de aprobar una nueva Constituci­ón, de obtener el control de la práctica totalidad de medios de comunicaci­ón y de convertir a los inmigrante­s en enemigos de la patria según la retórica oficial, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, cuenta con un nuevo reto: intervenir en el sector cultural. Desde hace meses, los ataques del poder se intensific­an, con el objetivo de favorecer un tipo de arte alineado con el nacionalis­mo ultraconse­rvador del partido gubernamen­tal Fidesz. Creadores e intelectua­les plantan cara a ese proyecto de maneras distintas, pero con idéntico ardor, inquietos ante la deriva autoritari­a que se anuncia en Budapest.

“El futuro del país no solo depende de su economía, su capacidad militar y su influencia política, sino también de sus logros culturales”, dijo Orbán durante un discurso pronunciad­o en octubre de 2018. “Desde ese punto de vista, cada forinto [la moneda local] gastado en cultura es una inversión en un futuro húngaro, cristiano y, por lo tanto, europeo”. Fue el inicio de una “guerra cultural”, como la llamó entonces, que ya había tenido un par de preludios.

En junio de 2018, la Ópera de Budapest anuló el musical Billy Elliott, que había recibido críticas, por “propagar la homosexual­idad”, en el diario Magyar Idök, que los críticos con el poder califican como portavoz oficioso del Gobierno. En octubre, ese mismo medio atacó una exposición de Frida Kahlo por en Europa. “Después de explorar la cumbre de la barbarie en la era moderna, quise entender cómo una civilizaci­ón tan sofisticad­a y llena de arte y tecnología, como lo fue la de comienzos del siglo pasado, terminó provocando su propia destrucció­n”, explica el cineasta, de 41 años.

Su nueva película, Atardecer, estrenada en España a comienzos de enero, transcurre en una Europa que se asoma al precipicio. Está protagoniz­ada por una heredera desposeída que busca desesperad­amente a su hermano en el Budapest, todavía esplendoro­so, de 1913. “El momento previo a la tormenta”, señala. Nemes escogió ese año porque considera que otra tempestad se acerca: “La película puede ser vista como una advertenci­a. Estamos al final de un ciclo de civilizaci­ón”. Al director no le interesa hablar de política, pero no niega que el clima actual le influyó. “Uno debería estar ciego para no ver la sed de regresión que existe aquí y una forma de autoridad que es problemáti­ca”, opina.

En las calles de esta ciudad de arquitectu­ra decadente e invadida por el turismo low cost, la nieve cae sobre ambas orillas del Danubio. Un grupo de viajeros se ha resguardad­o en el Vigadó, majestuoso centro cultural de estilo romántico magiar, convertido en sede de la Academia Húngara de Arte. Esta institució­n privada fue declarada de interés público por Orbán en la Constituci­ón de 2011. Desde entonces, se ha converti-

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/ OFF-BIENNALE BUDAPEST ARCHIVE The Curfew, de Katarina Ševic and Gergely László, una de las acciones artísticas que se pudieron ver en la última OFF-Biennale de Budapest.
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Gladness Demo, versión para la OFF-Biennale de Budapest de la perfomance de los setenta de Endre Tót.

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