“Nuevo canon” para un país rural y cristiano
El artista Szabolcs Kisspál impulsó las protestas contra el polémico memorial de la ocupación alemana que Orbán hizo construir en 2014 en el centro de Budapest, en el que un águila imperial ataca a un inocente arcángel, obviando la colaboración de Hungría con los nazis, que se saldó en 500.000 deportados. Ante el fracaso de su protesta, Kisspál regresó a la expresión artística con Trilogía húngara, instalación que denuncia el revisionismo ideológico de Orbán.
“Para lograr una verdadera transformación, ya no les basta con los plenos poderes políticos y económicos. También necesitan la cultura como arma de legitimación”, asegura. Para él, Orbán aspira a crear “un nuevo canon cultural” que encaje en su relato sobre “la Hungría tradicional”, ese país rural y cristiano que, según las voces críticas, solo existe en su imaginación. “promover el comunismo” con dinero público. Fue solo la punta del iceberg de una intrusión más profunda en el ámbito cultural, que también ha pasado por la destitución de los líderes de instituciones que no han demostrado la suficiente fidelidad a Orbán.
Cuando László Nemes empezó a preparar su segunda película, tras aquella oscarizada exploración de los campos de concentración que tituló El hijo de Saúl, el director húngaro quiso retroceder aún más en el tiempo, intentando dar con el preciso instante en el que todo se desmoronó