La segunda vida de la viuda de Pablo Escobar
Victoria Eugenia Henao lleva 24 años huyendo de su pasado junto al narcotraficante: “No pido que me crean, solo pido que me escuchen”
El móvil de la viuda de Pablo Escobar lanza un lacónico “María Isabel” como única respuesta para dejar un mensaje. La voz de la mujer al otro lado del teléfono es lenta, triste. Uno llega a imaginar que así será la vida de quien fue durante 20 años la esposa del narco más poderoso, violento y sanguinario del siglo pasado. Ese personaje que unos temieron, otros veneraron y que varias generaciones han conocido a través de películas, libros y de Narcos, la serie que ha devuelto a la actualidad al Cartel de Medellín y cómo llegó su patrón a declarar la guerra total al Estado colombiano cuando el Gobierno se decidió a combatir el narcotráfico.
María Isabel Santos Caballero es el nuevo nombre que las autoridades colombianas asignaron a Victoria Eugenia Henao en 1994, meses después de la muerte de su marido Pablo Escobar. Los dos hijos del matrimonio, Juan Pablo y Manuela Escobar, son desde entonces Juan Sebastián y Juana Manuela Marroquín Santos. Han pasado 24 años y la familia sigue huyendo de su pasado.
Cuando María Isabel comienza a contestar a las preguntas de EL PAÍS, el timbre de su voz se percibe esperanzado. La lectura de Pablo Escobar: Mi vida y mi cárcel, el título que Isabel/Victoria ha elegido para el libro en el que relata su historia (editorial Península), deja un regusto amargo y muchas incertidumbres que ella ha visto en los ojos de cada persona que ha conocido su identidad después de la muerte de Escobar. “Han tenido que pasar 24 años de mi vida para poderme dar cuenta que no podía seguir escondida”, contesta desde Buenos Aires en conversación telefónica. “He trabajado mucho con psicólogos y psiquiatras para sacarme el miedo y tener coraje. Sentía mucho dolor por la imagen que dan las series de televisión y los artículos de periodistas que hablan sin haberme escuchado nunca. Necesito renacer como ser humano”.
Relata que escribir el libro supuso un proceso de dos años que le han resultado sanadores. Recordó, habló con familiares de víctimas de su marido y así llegó “a entender las historias de las mujeres que amamos demasiado”. Y añade: “No pido que me crean, solo que me escuchen”.
Victoria conoció a Escobar con 12 años y se casó con 15. “Mis padres me enseñaron que había que seguir al marido en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Vivía en una cultura machista como la colombiana. Él nunca me dio espacio para que opinara como mujer. Su frase favorita era: ‘Usted no pregunte, usted de eso no entiende nada’. Yo cuidaba del hogar y de mis hijos”.
¿Por qué no se fue? ¿Cómo pudo? En el libro contesta a esas preguntas repetidas hasta el infinito con un lacónico “lo amaba”. En la conversación explica que en la década final de su matrimonio “no vivía con Pablo pero sí sometida a sus condiciones de seguridad. Un chófer nos llevaba con los ojos vendados a un escondite y esa misma persona nos traía viandas y mensajes. Yo tenía mucho miedo, protegía a mis hijos y mi vida. Después de todos estos años he llegado a la conclusión de que estar paralizada, 'empanicada', me salvó la vida”.
Isabel vive desde el 24 de diciembre de 1994 en Buenos Aires y en la actualidad ejerce como coach para mujeres “violentadas por sus maridos o novios”. Con ellas trata de sortear la parálisis que la convirtió en una “mujer ausente”. “Necesitaba salir del abismo y encontrar palabras. Por eso busqué la ayuda de un terapeuta pero tenía que inventarme un cuento sobre mi vida, hablaba de temas de seguridad, de secuestros…, pero sin decir que era la mujer de Pablo Escobar”.
Uno de los capítulos del libro relata cómo pensaron que Buenos Aires sería el comienzo de una nueva vida. Era cierto solo en parte. “Nadie cuenta que nuestro contador (contable) nos chantajeó y que después de seis meses de amenazas en los que llegó a contactar con todos los nuevos conocidos y con los padres de los compañeros de mi hija para contarles quienes éramos en realidad, decidí ir a un juzgado y denunciar que me estaban extorsionando. Sabía que el mundo entero se iba a enterar de nuestra nueva identidad, pasé 18 meses en la cárcel, pero eso me hizo aparecer. María Isabel empezó a salir”.
Según su versión, la inmensa de Sánchez Vicario y encargaron una investigación a detectives privados. Pero la tenista apostó por la relación y empezó a distanciarse de sus padres.
El proceso judicial empezó a tramitarse en Florida, pero cuando el tribunal exigió detalles sobre el manejo de la fortuna de la tenista, Santacana decidió cambiar de estrategia y trasladar la batalla al otro lado del Atlántico. El empresario interpuso la demanda de divorcio en España. Su intención es demostrar que no debe nada a su esposa y que, antes de la boda, firmaron un régimen de separación de bienes.
El juzgado de primera instancia e instrucción número 2 de Esplugues comenzó entonces a tramitar el procedimiento. La defensa de la tenista intentó paralizarlo con el argumento de que ya existía un proceso anterior abierto en Miami. La juez, sin embargo, lo rechazó y concluyó que era competente teniendo en cuenta que ambos tienen la nacionalidad española.
En el trasfondo de la separación y de la disputa económica entre Sánchez Vicario y Santacana está la querella impulsada por el Banco de Luxemburgo y que investiga un juzgado de Barcelona. La entidad se querelló contra la