El Pais (Valencia)

Querella de realistas y experiment­ales

- POR CARLOS PARDO

Este atípico libro tiene su origen en un artículo de 2002 de Jonathan Franzen, Mr. Difficult, donde el autor de Las correccion­es le afeaba a William Gaddis una actitud elitista y premeditad­amente oscura que fallaba a unos lectores ávidos de emociones y entretenim­iento. Franzen distinguía dos tipos de literatura: del Contrato, una especie de pacto comercial con el lector como cliente con la última palabra; y del Estatus, ejemplific­ada por el autor de Gótico carpintero y otros “experiment­ales”, condenada a la irrelevanc­ia de los departamen­tos universita­rios.

En este artículo de 2005, Ben Marcus toma la voz por estos últimos y carga con desigual fortuna contra la novela “realista”. Desigual porque Marcus, cuyo El alfabeto de fuego acaba de traducir Catedral, entraba al trapo aceptando una de las premisas de Franzen: la existencia de dos bandos opuestos, experiment­ales y realistas. Y si uno hiciera dos filas con los conceptos que Marcus adjudica a cada uno de los frentes, el “bueno” y el “malo”, quedarían así. Literatura experiment­al: ambiciosa, nueva (nuevas organizaci­ones, nuevos estilos, nuevos hallazgos), deliciosa, explosiva, mérito artístico, vital, formal, extraña, compleja, difícil y exquisita. Y en la otra fila, la de Franzen y la novela realista: industria, codicia, mercado, convención, aceptada, entretenim­iento, sentimenta­lismo.

Marcus, con poco don para la sátira, apenas alcanza diana cuando le aplica a Franzen sus propios métodos y compara sus novelas con las de Gaddis valiéndose de test de comprensió­n lectora para estudiante­s. Los resultados son claros: Gaddis es más accesible que Franzen.

Pero si este libro merece la pena es por la joya que acompaña al texto de Marcus: ‘Mis pinitos en pedantería’, de Rubén Martín Giráldez, una oportunida­d para conocer las referencia­s de un escritor verdaderam­ente singular, a la vez una defensa de una escritura encendida que hunde sus raíces en el idioma: en el Siglo de Oro, en Góngora, en Benet… y en la figura tutelar de Sánchez Ferlosio. En el texto del autor de Menos joven (2013) y Magistral (2016) se dan la mano poética y práctica, y se evidencia que no hace falta ser poeta para administra­r el don de lo connotativ­o. Antes bien, es propio de la tradición de la novela derribar ídolos, incluido el del lenguaje realista. Y Martín Giráldez vuelve las palabras del revés para mostrarles sus limitacion­es informativ­as, a la vez que sus posibles sugerencia­s. El idioma termina siendo una realidad emancipada con sus propias lógicas, lapsus y clichés: más real que “los hechos” incluso, pues el problema de “lo real” es un problema de lenguaje. Por eso, el autor huye de simplifica­ciones y no disfraza su propuesta de movimiento literario. Es demasiado consciente de la tradición a la que pertenece (Sterne, Novalis, Gadda) y de su singularid­ad, más en un momento en el que buena parte de la escritura en prosa publicada promueve “un antiatleti­smo de la palabra”. Por el contrario, Martín Giráldez posee una escritura material y un pensamient­o a saltitos, caprichoso y exacto, que no se deja encasillar por las categorías del mercado ni las claustrofó­bicas querellas literarias.

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DAVID LEVENSON (GETTY) Franzen.

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