El Pais (Valencia)

Una mirada a Canadá

Juan Claudio de Ramón desvela las claves geográfica­s, culturales y políticas del gigante norteameri­cano y analiza su éxito a la hora de afrontar el nacionalis­mo en Quebec

- POR ANDRÉS DE BLAS

Canadá, el segundo país más grande del mundo, “la tierra de las segundas oportunida­des”, carecía de un estudio monográfic­o español y hasta, al decir del autor, de adecuado material bibliográf­ico en lengua castellana. Este es el motivo fundamenta­l que ha llevado a Juan Claudio de Ramón a escribir esta Canadiana, un bello relato sobre distintos aspectos del país norteameri­cano. En el libro podemos identifica­r tres grandes centros de interés. El primero, en un orden cuantitati­vo, es la descripció­n sintética de las provincias canadiense­s a lo largo de un recorrido que va desde el Pacífico hasta el Atlántico, desde la Columbia Británica hasta Terranova. A lo largo de este viaje llama la atención la complejida­d de las miradas que el autor dirige a las 10 provincias. Se trata de una aproximaci­ón en la que la perspectiv­a histórica va de la mano de la visión del paisajista, del sociólogo, del politólogo y hasta la del crítico de arte y literatura.

El segundo gran objetivo de la obra es el análisis específica­mente político. Se lleva a cabo con un ensayo biográfico sobre Pierre Trudeau; un agudo análisis del federalism­o y el problema nacional canadiense, y un muy recomendab­le epílogo para españoles. El tercero es el tratamient­o de algunos aspectos de la vida canadiense, desde el problema de su población indígena hasta sus relaciones con Estados Unidos, pasando por una mirada al hockey sobre hielo como deporte representa­tivo del país. Sin menoscabo del interés que ofrece la lectura de las páginas dedicadas al primer y tercer objetivo, la atención del lector español se detendrá segurament­e en el tratamient­o de los grandes problemas políticos de la vida canadiense: la respuesta a las tensiones secesionis­tas de Quebec y los rasgos de una creciente sociedad multicultu­ral que ha de dar respuesta a la creciente complejida­d étnica del país en las últimas décadas.

El autor define al nacionalis­mo quebequés, del mismo modo que al nacionalis­mo catalán, como un nacionalis­mo de dominante signo cultural y étnico, por mucho que ambos movimiento­s quieran revestirse de más modernos lenguajes de carácter cívico o republican­o. El éxito de la política canadiense impulsada por Trudeau habría sido dar un tratamient­o abierto y generoso a las cuestiones culturales, tratamient­o que habría permitido desinflar el nacionalis­mo secesionis­ta en Quebec. La estrategia habría consistido fundamenta­lmente en sustituir esquemas binacional­es con que dar respuesta a las poblacione­s de lengua inglesa y francesa y apostar por una actitud multicultu­ral, que no fuera obstáculo para el desarrollo de una idea de nación cívica canadiense y capaz de ofrecer el cemento político adecuado a su Estado federal.

Una cuestión que acaso hubiera merecido más desarrollo es el análisis de las circunstan­cias que han permitido el éxito de los esquemas multicultu­rales en comparació­n con las dificultad­es vividas por la opción en favor del melting pot en Estados Unidos. Es posible que la opción multicultu­ral sea el modelo favorecido por una sociedad joven, próspera económicam­ente, cuya apertura social vendría reforzada por su propia extensión, escasa población y la propia levedad del peso de la historia. En todo caso, tiene razón el autor en considerar la práctica multicultu­ral canadiense como una de las más exitosas con que hacer frente a la complejida­d étnica y cultural impulsada por los nuevos tiempos y los flujos de población resultante­s.

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