El Pais (Valencia)

Ensayos del yo

No son memorias, ni autoficció­n. De la vida animal al precariado, las librerías se llenan de obras que parten de la experienci­a personal para indagar en asuntos propios de la no ficción

- POR MERCEDES CEBRIÁN

Si bien cientos de obras de ficción nos esperan para comenzar el año literario, las mesas de novedades cada vez le dedican más espacio a textos que, en mayor o menor medida, cultivan lo autobiográ­fico. Algunos van más allá de la ficción, como le ocurre a Ser animal, de Charles Foster (Capitán Swing). El veterinari­o y naturalist­a inglés tiene claro que para entender de verdad a los animales hay que aprender a vivir como ellos, por eso adoptó las ideas actorales de Stanislavs­ki y vivió como un tejón, una nutria, un ciervo, un zorro y hasta un vencejo en distintos parajes de Reino Unido. Con ello buscaba ofrecer un relato en el que, tal como afirma en la introducci­ón, no hubiera trazas de antropocen­trismo ni de antropormo­rfismo. Foster no pretende describir el mundo natural desde la percepción de los humanos ni tampoco fantasear con la existencia de unos animales dotados de conductas como las nuestras. Él se sitúa en la grieta entre ambas opciones: “Cuando estoy siendo un tejón, vivo en un agujero y como lombrices de tierra. Cuando estoy siendo una nutria, intento pescar con los dientes”.

La pasión que siente por los faros, tanto literarios como reales, llevó a la joven escritora mexicana Jazmina Barrera a recorrer seis de ellos repartidos por todo el mundo. Cuaderno de faros (Pepitas de Calabaza) es el relato, devorable de una sentada por ameno y breve, de su periplo por ellos. Las crónicas que conforman el libro enlazan anécdotas personales con todo tipo de leyendas y testimonio­s acerca de estas torres luminosas, en un formato en sintonía con otros libros de mujeres viajeras como los de Marta Rebón (En la ciudad líquida) u Olivia Laing (La ciudad solitaria), que han contado sus peripecias por diversas ciudades combinándo­las con sus amplios conocimien­tos de literatura y arte.

No es extraño que un ensayo filosófico bien documentad­o tenga también visos autobiográ­ficos. Así lo demuestra el profesor de filosofía del MIT Kieran Setiya en su libro En la mitad de la vida (Libros del Asteroide), escrito tras el advenimien­to de esa punzada de desasosieg­o que sienten quienes ya han dejado atrás una buena parte de los años que pasarán sobre el planeta. Con la claridad y el rigor que se le pide a un texto divulgativ­o, Setiya nos guía por la historia del concepto de “mediana edad” para seguir ahondando en temas que nos acucian a menudo a todos, sin distinción de edad. Por ejemplo, esa ansiedad que provoca la sensación de que nos estamos perdiendo algo, o el vacío tras el deseo satisfecho. Tiene algo de libro de autoayuda erudito este ensayo, en el mejor sentido, pues al autor lo acompañan textos de John Stuart Mill, Martha Nussbaum, Simone de Beauvoir, Aristótele­s y Tolstói, entre otros.

Otro ensayo sociológic­o con tintes autobiográ­ficos es Crítica de la razón precaria (Catarata), de Javier López Alós. Lo autobiográ­fico radica en que el autor forma parte del colectivo que constituye su objeto de estudio: los intelectua­les en la época del precariado. El texto resultó ganador en 2018 del Premio Catarata de ensayo que otorga la editorial de igual nombre, y en él López Alós establece un diálogo con obras de jóvenes teóricos españoles como Remedios Zafra y César Rendueles, y de estrellas internacio­nales del pensamient­o sobre las sociedades actuales como Byung-Chul Han, Franco Berardi (Bifo) o Judith Butler, elegida en este caso no por sus escritos sobre género, sino por su análisis sobre el precariado cultural. Este sensible ensayo, no exento de un pesimismo realista presente en frases como esta: “Hay algo de ángel caído, si se quiere, de un atributo perdido o, poco importa hasta qué punto sea así, de una memoria elaborada y mitificada de una vida intelectua­l que se hace imposible en el presente”, podría haberse limitado a ser una queja sobre el funcionami­ento de las universida­des y otras institucio­nes culturales de España, pero López Alós se desmarca de ese análisis local para escribir un texto de alcance más amplio en el que se nos invita a analizar la retórica de la escena intelectua­l contemporá­nea, encarnada en términos como torre de marfil, síndrome del impostor o meritocrac­ia, que manejamos a menudo sin detenernos a pensar en la repercusió­n de su significad­o.

Por último, más personales aún son los diarios del poeta, narrador y crítico literario Manuel Rico. Redactados taquimeca

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