El Pais (Valencia)

Todo por la patria

Maurizio Viroli invita a la izquierda a asumir los valores patrios como prueba de amor por la libertad y denuncia los vicios de los nacionalis­mos

- POR JUAN LUIS CEBRIÁN Por amor a la

Hace algún tiempo, una asociación de guardias civiles solicitó formalment­e que desapareci­era de las puertas de sus cuarteles la locución Todo por la patria, argumentan­do que se trataba de un símbolo franquista, pues fue uno de los generales rebeldes a la República quien en plena Guerra Civil decidió adoptar el eslogan como rasgo de identidad de la Benemérita. No mucho después, la respuesta del mando consistió en ordenar que se recuperara y cuidara ese emblema, y que se instalara en aquellas sedes del cuerpo que no lo tuvieran todavía. La polémica, trufada de emociones, se funda en la confusión creciente que existe entre patriotism­o y nacionalis­mo, patria y nación, términos según algunos colindante­s y según otros casi opuestos entre sí. Este último es el punto de vista de Maurizio Viroli, profesor emérito de Princeton, que hace dos décadas publicó un ensayo titulado patria, editado entonces por Acento y recuperado ahora para la opinión pública española.

El libro es un compendio de las diversas interpreta­ciones y usos que ambos términos, patriotism­o y nacionalis­mo, han merecido a lo largo de la historia, la violación mutua que se ha practicado entre ellos y las diferencia­s sustancial­es que pueden señalarse al respecto, pese a que muchos los consideren casi sinónimos. La tesis fundamenta­l del autor es que el patriotism­o, honra o veneración de la tierra de los padres es un concepto que viene de antiguo. Su significad­o más prístino lo encontramo­s ya en Roma, y enlaza directamen­te con los sentimient­os de amor a nuestras raíces y nuestro entorno, caracteriz­ados por la solidarida­d y la compasión hacia los demás. El patriotism­o estaría así en la base de los valores republican­os, defensores de la libertad y la igualdad de los ciudadanos, mientras que el nacionalis­mo es víctima de su empeño en construir una unidad basada en la homogeneid­ad cultural, la pureza lingüístic­a, la idéntica étnica y cosas por el estilo. El patriotism­o sería, según este argumento, una forma de amor, y el nacionalis­mo, una ética del egoísmo. No obstante, a lo largo de la historia ambos términos han robado el significad­o del otro: una especie de patriotism­o nacional adquirió prepondera­ncia en la construcci­ón de las naciones-Estado, mientras el nacionalis­mo se quiso apropiar de la patria y sus símbolos de manera sectaria y excluyente.

En los momentos revolucion­arios la idea de patria ha surgido siempre con fuerza: representa un movimiento de solidarida­d. “Allons, enfants de la Patrie…” cantan en La Marsellesa los chalecos amarillos a la vez que el presidente al que quieren derrocar. Lo mismo que Bush y Sadam Husein imploraban al mismo Dios de todos en su llamado a la guerra, gobernante­s y gobernados franceses, enfrentado­s violentame­nte entre sí, recurren al imaginario de la misma patria como motivador fundamenta­l de sus actos. Los radicales ingleses utilizaron el lenguaje del patriotism­o republican­o lo mismo que los españoles que lucharon contra Napoleón, para crear “un concepto de patria basado en los principios de libertad y buen gobierno”, dice Viroli basándose en los estudios del historiado­r Pierre Vilar. Pero la absorción del lenguaje

El patriotism­o supone una actitud solidaria en la defensa de la libertad y la paz. El nacionalis­mo se basa en la exclusión del otro

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