Agitación callejera africana
Nació hace 26 años en Limpopo, Sudáfrica, tiene ideas propias sobre poesía (“necesito la poesía para sobrevivir emocional y psicológicamente, pero financieramente no se puede vivir de ella”), fotografía y estilismo, y naturalmente sobre música. Ha estudiado en Tanzania, Senegal y Estados Unidos. De alguna forma su concepto artístico está próximo al de Rosalía (probablemente las similitudes entre el estribillo de su canción ‘Going Down’ y el de ‘Pienso en tu mirá’ son pura casualidad). Reside en Johanesburgo y se llama Maya Wegerif, aunque Sho Madjozi es el nombre con el que está ascendiendo a los altares del gqom, ese ritmo canalla, primo de otras modernas pulsiones sudafricanas como el kwaito y el digital maskandi. El vocablo procede de imitar, con las consonantes de las lenguas zulú y xhosa, el sonido de una gota de agua golpeando la piel del tambor, pero musicalmente define una punzante mixtura de electrónica ravera, trap, hip-hop y músicas autóctonas como la isicathamiya (popularizada por Ladysmith Black Mambazo), presente en la pieza ‘Changaya’, por ejemplo, y la mbaqanga (el ritmo de Mahlathini and the Mahotella Queens), una de las especias de ‘I Mean That’. Para entendernos: las vibraciones que inspiraron a Paul Simon en su aventura sudafricana. Sho canta y rapea en xitsonga y suajili, y el título del disco da pistas sobre sus aspiraciones: por un lado, reafirma su condición de ser la primera mujer joven de su etnia que triunfa; por otro, afianza la mezcla de códigos musicales: una mixtura que trasciende tanto su región de origen como el continente africano. Por eso dice que representa a mucha gente y no solo dentro de la cultura xitsonga. Tan alto apunta que en ‘Wakanda Forever’, interpretada al alimón con el rapero nigeriano Ycee, lanza un guiño a la película Black Panther. Sho Madjozi conecta con talento neopanafricanismo, vanguardia y agitación callejera.