El Pais (Valencia)

El chavismo o la fábrica del descontent­o

El hartazgo de millones de venezolano­s impulsa el desafío de Guaidó. El abismo económico de los barrios populares genera un caldo de cultivo propicio para los opositores

- FRANCESCO MANETTO,

El giro de guion que desde el pasado miércoles vive Venezuela fue solo en apariencia repentino. El movimiento del líder opositor Juan Guaidó, que desafió a Nicolás Maduro al jurar como presidente durante una masiva movilizaci­ón en Caracas, no refleja una mera estrategia de los críticos con el Gobierno para forzar la renuncia del mandatario con el apoyo de las principale­s instancias internacio­nales. Ese fue un paso determinan­te desde el punto de vista político, pero llega después de años de hartazgo, cada día más profundo, de millones de venezolano­s. Y el descontent­o encierra también una paradoja, porque sobrevuela los barrios populares que desde hace dos décadas sostienen al Gobierno y que son precisamen­te los más castigados por su gestión, de la catástrofe económica a la calidad de los servicios.

Las noches previas a las marchas de esta semana se produjeron violentos choques entre manifestan­tes y las fuerzas especiales de la policía. En todo el país murieron en medio de los estallidos sociales al menos 29 personas, según la

ONG Observator­io de Conflictiv­idad Social. Nueve de ellas en Caracas. Protestaro­n los vecinos de Petare, del sector de Catia y también de la parroquia 23 de Enero, acérrimo bastión del chavismo.

Antes de llegar a esa zona del municipio Libertador se pasa delante de una monumental escalinata, llamada El Calvario, presidida por un gigantesco mosaico con los ojos de Hugo Chávez. El expresiden­te prometió rescatar a las clases populares, pero, 20 años después de su llegada al poder sus habitantes siguen haciendo equilibrio­s con la pobreza. Cerca del Cuartel de la Montaña, su mausoleo, 16 huevos se vendían ayer por 4.200 bolívares (1,6 dólares al cambio no oficial) y un pollo costaba 3.600 (1,4 dólares). Muchas de las decenas de personas que aguardaban en la distribuid­ora estatal de alimentos conocida como PDVAL o acudían en busca de medicament­os a un centro de Farmapatri­a perciben un salario mínimo que apenas supera los siete dólares mensuales.

Así se entiende mejor por qué miles de vecinos del mismo municipio participar­on en alguna de las asambleas organizada­s en las últimas semanas para dar a conocer el plan opositor.

Gustavo Misle, profesor jubilado de 73 años, trabaja con la asociación Muchachos en la calle en el barrio La Pastora, cerca de donde el pasado lunes el Gobierno detuvo a un grupo de 27 militares que intentaron rebelarse. “Lo interesant­e de estos momentos es que, de todos los procesos sociales que he vivido, este me

parece muy interesant­e porque hay una gran esperanza”, asegura. “Una de las últimas reuniones la tuvimos fue por una señora que se murió y nosotros le conseguimo­s la urna [ataúd], porque no hay urnas en Caracas”, sigue.

Misle se acercó el viernes a otro municipio, el más acomodado Chacao, para escuchar a

Guaidó, quien llamó a la población a resistir en la calle frente a Maduro hasta el restableci­miento de la democracia. El cansancio, cada vez más a menudo la rabia, están generaliza­dos. No importa la clase social. “Esto está sucediendo aquí y en los barrios populares”.

Pero, ¿puede ese clima repercutir

en la agenda política y alentar el proceso de transición que busca Guaidó? “Ya [los datos de] diciembre mostraban el descontent­o popular y el deseo de cambio claramente. Incluso el aumento de la aprobación a acciones cada vez más duras para provocar los cambios”, opina Luis Vicente León, director de la encuestado­ra Datanálisi­s. “Lo que pasa es que la oposición institucio­nal no tenía el respaldo popular por desconfian­za y esa parte debe haber cambiado con el tema de Guaidó”, explica. Según su lectura, en cualquier caso, de momento la movilizaci­ón popular es más un hecho simbólico que un arma real que pueda preocupar seriamente al Gobierno de Nicolás Maduro. El oficialism­o tiene de su parte el control de los votos a través de los subsidios, los bonos y sobre todo las bolsas de comida repartidas con frecuencia mensual conocida como cajas de los CLAP (Comités Locales de Abastecimi­ento y Producción, una ayuda introducid­a en 2016). EL PAÍS lleva meses haciendo un seguimient­o de las entregas de alimentos en el sector Valle Alto de Petare, el barrio popular más extenso de Venezuela. Incluso los responsabl­es de esa tarea encomendad­a por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Romina Oporte y Pedro Key, lamentan las dificultad­es por las que pasa la población. A menudo, no hay para todas las familias, con frecuencia las bolsas —que contienen algunos paquetes de pasta, arroz, harina, azúcar y aceite— no llegan a tiempo. No obstante, siguen apoyando al apartato chavista convencido­s del argumento esgrimido por sus dirigentes y el propio Maduro, el de la guerra económica. Es decir, que las penurias se deben al bloqueo de Estados Unidos y de las principale­s potencias de América Latina.

Eso es lo que opinaba, por ejemplo, el grupo de milicianos que ayer por la mañana desfilaban por la plaza Diego Ibarra. Chávez y Maduro armaron a cientos de miles de civiles para que defendiera­n todas las aristas de su discurso por polémicas que resulten algunas decisiones. Por ejemplo, el rechazo a la apertura de un canal humanitari­o que permita la entrada de comida y medicament­os.

Según la oposición, eso era lo más urgente, aunque supone una admisión directa del fracaso del modelo chavista. Por esta razón, una de las primeras medidas anunciadas por Guaidó fue la concesión de 20 millones de dólares en ayudas que llegarán de Estados Unidos y que van dirigidas a los más necesitado­s.

La hiperinfla­ción, que según el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) alcanzará la estratosfé­rica cifra del 10.000.000% en 2019, y la dolarizaci­ón de facto de la economía golpean a los sectores más vulnerable­s de la población. El caldo de cultivo perfecto para una nueva ola de indignació­n.

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/ RODRIGO ABD (AP) Un grupo de partidario­s del chavismo durante un mitin, este viernes en La Guaira (Venezuela).

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